Territorios
ISSN:0123-8418 | eISSN:2215-7484

Heterogeneidad estructural en el capitalismo. Una mirada desde la Teoría del Valor Trabajo Abstracto

Structural Heterogeneity in Capitalism. A View from the Abstract Labour Theory of Value

Heterogeneidade estrutural no capitalismo. Uma olhada desde a Teoria do Valor Trabalho Abstrato

Samuel Jaramillo

Heterogeneidad estructural en el capitalismo. Una mirada desde la Teoría del Valor Trabajo Abstracto

Territorios, núm. 34, 2016

Universidad del Rosario

Samuel Jaramillo *

Universidad de Los Andes, Colombia




Fecha de recepción: 30 Junio 2015

Fecha de aprobación: 13 Julio 2015

Resumen: El trabajo propone una interpretación de la heterogeneidad, que se constata en la estructura produc­tiva de las sociedades capitalistas concretas como la coexistencia en un mismo mercado de agentes propiamente capitalistas y agentes mercantiles simples que compiten entre sí. El texto se concen­tra en el análisis de dos aspectos: (a) la competencia ejercida por los agentes capitalistas sobre los agentes mercantiles simples, que de manera permanente los están descomponiendo y desplazando de espacios de producción, lo que eventualmente hace colapsar a estos últimos y los reduce a la condición de proletarios. (b) La persistencia de agentes mercantiles simples que resisten esta com­petencia, y no solamente como algo inercial, sino como resultado de la misma acción del capital, que pone en cuestión la previsión de Marx sobre la tendencia del capitalismo a convertirse en una sociedad compuesta exclusivamente por una oligarquía de capitalistas y una mayoría homogénea de proletarios, mientras que las terceras clases serían liquidadas. Este análisis sucinto se realiza con un modelo de un solo bien, con ilustración numérica para la primera parte, y con un modelo sencillo de álgebra simultánea para la segunda.

Palabras clave: Proletarización, informa­lidad, explotación.

Abstract: The paper proposes an interpretation of the heterogeneity that is found in the productive structure of the concrete capitalist societies as the coexistence in the same market of capitalists and simple commodity agents competing among them. The text focuses on the analysis of two aspects of this: (a) the competition that capitalist agents exerce over simple commodity agents, which permanently break them down and remove them from different economic places, and eventually make them collapse and reduce to the status of proletarians. (b) The persistence of some simple commodity agents who resist this competition, and not just as something inertial, but as a result of the same action of capital, which calls into question the forecast made by Marx himself on the tendency of capitalism to become a society composed exclusively by a narrow oligarchy of capitalists and a wide mass of proletarians, while the third classes would be liquidated. This brief analysis is performed with a one-good model, and numerical illustration for the first part, and a simple model of simultaneous algebra for second.

Keywords: Proletarization, informa­lity, exploitation.

Resumo: O trabalho propõe uma interpretação da heterogeneidade que se constata na estrutura produtiva das sociedades capitalistas concretas como a coexistência em um mesmo mercado de agentes pro­priamente capitalistas e agentes mercantis simples que competem entre si. O texto concentra-se na análise de dois aspetos disto: a) a concorrência exercida pelos agentes capitalistas sobre os agentes mercantis simples, que de maneira permanente os está descompondo e deslocando de espaços de produção o que eventualmente faz colapsar a estes últimos e os reduz à condição de proletários. b) A persistência de agentes mercantis simples que resistem esta concorrência e não só como algo inercial, senão como resultado da mesma ação do capital, que põe em questão a previsão de Marx mesmo sobre a tendência do capitalismo a se converter em uma sociedade composta exclusivamente por uma oligarquia de capitalistas e uma maioria homogênea de proletários, enquanto que as terceiras classes seriam liquidadas. Esta análise sucinta se realiza com um modelo de um só bem, e com ilustração numérica para a primeira parte, e com um modelo simples de álgebra simultânea para a segunda.

Palavras-chave: Proletarização, informali­dade, exploração.

1. Heterogeneidad estructural en el capitalismo y persistencia de la economía mercantil simple

Una de las características más sobresalien­tes en las economías capitalistas periféricas es la presencia de sectores que operan con una lógica que no parece ser la misma de las relaciones capitalistas que son hegemó­nicas en estas sociedades. Probablemente, esto no sea exclusivo de la periferia capita­lista, pero su peso específico, mucho más acentuado que en los países centrales, ha conducido a considerar este rasgo como constitutivo y peculiar del régimen capi­talista en sus eslabones subordinados. En América Latina este ha sido el foco de de­bates muy ricos y prolongados, por más de medio siglo, en los que han intervenido investigadores de una amplia gama del espectro teórico, desde las tesis culturalistas de la modernización y sus bloqueos, la teoría de la marginalidad de cuño positivista, y en los que ha participado la vertiente marxista, tanto en su variante dependentista como en otras líneas más ortodoxas. (Coraggio, 2003; Coraggio, 2011; Kowarik, 1979; Muñoz, 2011).

Como en ciencias sociales no parece haber muertos definitivos, resucitan con nuevas ropas, tesis que parecían haber sido derrotadas por la discusión rigurosa, como la noción de informalidad que, a pesar de sus vulnerabilidades analíticas, informan muchas de las políticas en nuestros países. Vuelve a estar en la agenda este tema, y la teorización marxista retoma su explo­ración. En el presente texto se hace, de manera muy resumida, una aproximación a este asunto en la tradición marxista, con unos referentes un poco distintos a lo que ha animado esta discusión en el medio.

De una parte, se retoman los hallazgos de investigadores marxistas latinoameri­canos sobre el hábitat, que interpretan la evidente fragmentación en la dimensión socio-espacial (la presencia de una ‘margi­nalidad física urbana’) como la coexistencia de varias formas de producción de vivien­da, que es conocida como Escuela de las Formas de Producción de Vivienda (De Queiroz Ribeiro, 1997; Jaramillo, 1981; Pradilla, 1976; Pradilla, 1987; Schtein­gart, 1989)1. Estos autores desarrollan las relaciones entre algunas categorías como Modo de Producción (modalidad abstracta y general de organización social, incluida la dimensión económica), Formación So­cial (modalidad concreta pero global de organización de sociedades históricas) y Forma de Producción (categoría estricta­mente económica de organización de los agentes productivos para la elaboración de los bienes). Normalmente hay una co­rrespondencia entre estas tres nociones. En una Formación Social que tiene como Modo de Producción dominante el Modo de Producción Capitalista, los bienes son producidos bajo una Forma de Producción Capitalista: como mercancías en las que los agentes son capitalistas y asalariados y cuyo motor es la acumulación de capital. Pero, en determinadas circunstancias, exis­te un desfase en esta correspondencia: en formaciones sociales predominantemente capitalistas, como las latinoamericanas, una porción significativa de la vivienda es pro­ducida por medio de formas de producción no capitalistas.

Se establece una pluralidad de “formas de producción” (la autoconstrucción, la construcción por encargo, la producción estatal directa), al lado de la producción propiamente capitalista (Jaramillo, 1981).

Pero esta aproximación no se conten­ta con una clasificación descriptiva de esta variedad de formas de producción ni atri­buye su existencia a fenómenos culturales o simplemente jurídicos. Examina las características técnicas, sociales y económicas estructurales de la rama de producción de vivienda e identifica los obstáculos para el desarrollo en su seno de las relaciones pro­piamente capitalistas, que explican que, en determinadas circunstancias, la producción capitalista no puede copar todo el espacio económico potencial de la producción de este bien. Se examinan, entonces, las condiciones específicas que facilitan la consolidación de estas otras formas de producción. Se analizan, así, las particularidades de cada uno de estos componentes, pero también sus interacciones y su dinámica entrelazada, que va cambiando históricamente. Esta aproximación enriquece mu­cho la representación de esta estructura compleja y permite interpretar los cambios en las políticas estatales y de las prácticas de los distintos agentes: proliferación de relaciones mercantiles en secciones del es­pacio, producidas por autoconstrucción, entrelazamiento en los mercados de la tie­rra, acciones estatales que se articulan a —o promueven— la autoconstrucción en ciertas fases y, en otras, el abandono de la promoción estatal directa y su reemplazo por mecanismos de apoyo a la producción de vivienda capitalista para sectores populares mediante subsidios directos o al financiamiento, etcétera.

En términos del objeto del presente texto, que es más general, la idea central que se presenta aquí es que la heteroge­neidad estructural que se advierte en el ca­pitalismo histórico puede ser interpretada, en un plano muy abstracto, como la coexis­tencia, en una misma estructura mercantil, de agentes capitalistas y agentes mercantiles simples. Es decir, dos formas de produc­ción que tienen en común ser mercantiles y que actúan en un mismo mercado, pero que tienen lógicas con algunos elementos importantes que son diferentes. La idea central, siguiendo la lógica evocada en el párrafo anterior, es que esta coexistencia está explicada por ciertas circunstancias en las condiciones de producción general de mercancías, que hacen que la producción capitalista se vea obligada a compartir parte del espacio económico con una forma de producción mercantil simple. Una noción adicional que se quiere destacar es que esta coexistencia emerge, fundamentalmente, de las condiciones de competencia. Entre la producción capitalista y la producción mercantil simple, la relación fundamental es la pugna y la competencia, y si la pro­ducción capitalista no elimina la produc­ción mercantil simple es porque esta última logra resistir, en determinadas circunstan­cias, esta competencia. Esto es alternativo a otras miradas que atribuyen este hecho de manera fundamental al cálculo de los agentes capitalistas que encuentran que les conviene la persistencia de actividades no capitalistas en algunos nichos o por razones de descoordinación en los subsectores de acumulación, o por determinantes cultu­rales o jurídicos.

Contra todas las expectativas, y a pesar de que los agentes capitalistas enfrentan con ventajas a los agentes mercantiles sim­ples en la arena del mercado, y permanentemente los están desplazando de la mayoría de los sectores de actividad económica, estos últimos no desaparecen por distintas circunstancias: en determinadas tareas la productividad relativa de los capitalistas no es suficiente para hacer inviable la produc­ción mercantil simple. En algunas activida­des, los Agentes Mercantiles Simples (AMS) pueden producir ciertos bienes o prestar ciertos servicios con precios comparables o mejores que los capitalistas. En algunas ac­tividades tradicionales, o en aquellas en que el trabajo vivo es muy importante (servicios personales, etcétera) podría decirse que los agentes mercantiles simples sobreviven. Inesperadamente, algunas de las innovacio­nes técnicas introducidas por los capitalistas favorecen relativamente a los AMS, pues el efecto neto sobre las productividades rela­tivas favorece a estos últimos en detrimen­to de los empresarios capitalistas: algunos procesos predominantemente manuales se ven muy favorecidos en su eficacia por innovaciones técnicas generales, un ejemplo de esto es el abaratamiento y perfecciona­miento de las máquina-herramienta que aumentan la competitividad de pequeños artesanos. Y, eventualmente, nuevos pro­cesos productivos, incluso muy sofistica­dos técnicamente, generan eslabones en los cuales los agentes mercantiles simples pueden desempeñarse más eficazmente; la microelectrónica ha generado multitud de actividades de agentes mercantiles simples en reparaciones, comercialización, manejo de software, etcétera.

En su exposición más acabada sobre la economía capitalista, El Capital, Marx (1867/1971) utiliza la noción de Econo­mía Mercantil Simple, en la cual sus agentes se definen por ser mercantiles, es decir, que trabajan de manera separada y socializan sus productos por medio del intercambio mercantil. Pero cada uno trabaja directa­mente, no contrata a otros trabajadores ni acumula valor. Por eso los llama agentes mercantiles simples, para distinguirlos de los capitalistas. Una diferencia crucial es el papel del mercado para cada uno de estos agentes, para el agente mercantil simple, es­te es una forma de aprovisionarse de bienes de consumo, de una manera más eficiente que mediante el autosuministro (esto últi­mo implica que cada agente produce todos los bienes que consume, sin pasar por el mercado. Es la situación primigenia que se imagina Smith (1776/1958) que pre­domina en las sociedades más elementales, y que, de hecho, eventualmente existe en algunas circunstancias, como los campesi­nos aislados que producen los alimentos que ellos mismos consumen, sin pasar por el mercado. El agente mercantil simple no produce directamente todos los bienes que consume, porque eso lo condena a una productividad muy baja. Produce para el mercado, para aprovechar las ventajas de la especialización, pero esto es un mecanismo para obtener con ventaja los bienes que consume. Para el capitalista, el mercado es un dispositivo para acumular valor, es decir, poder económico. Pero capitalistas y agentes mercantiles simples comparten muchos aspectos, precisamente por ser mercantiles, aquellos aspectos de percep­ción general que Marx trata en su análisis del “Fetichismo de la Mercancía”, la com­petencia, etcétera. Por lo tanto, no debe confundirse al agente mercantil simple con agentes premercantiles asociados con otras formas de producción.

Con la categoría de Economía Mer­cantil Simple (EMS), en los primeros capítu­los de El Capital, Marx estudia los aspectos más básicos de la división del trabajo en el capitalismo, ya que la EMS responde, precisamente, a esta definición de trabajos descentralizados y socialización mercantil. Esta referencia simplificada le permite analizar con mayor nitidez los aspectos de la economía contemporánea que se despren­den de su carácter mercantil: en este plano de análisis Marx estudia la noción de valor, una versión básica de la competencia y de la formación de precios, el papel del dinero, etcétera. Luego, en un nivel de abstracción más preciso, introduce a los agentes que caracterizan al capitalismo: los capitalistas y los trabajadores asalariados. Esto lo realiza a partir de las conclusiones del análisis ante­rior que determinan que el funcionamiento del mercado genera la posibilidad de que algunos sectores de la población se vean privados de los medios de producción in­dispensables para actuar como agentes mer­cantiles independientes y se ven obligados a vender su fuerza de trabajo. Esta última, la capacidad de trabajar, entra a funcionar como una mercancía, con la peculiaridad de que si la magnitud de valor que se paga por ella es menor al valor que los trabajadores agregan a los productos con su trabajo; el comprador de esta mercancía peculiar, la fuerza de trabajo, puede apropiarse de esta diferencia; se trata del conocido análisis de Marx sobre la explotación capitalista, la Teoría de la Plusvalía, según la cual el capitalista se apodera del valor excedente a partir del funcionamiento del mercado.

El fenómeno de la pérdida de acceso de los agentes mercantiles simples a los medios de producción, la llamada proletarización, la analiza Marx, como muchos temas, des­de dos ángulos. Uno de ellos es el plano histórico, reconstruyendo el proceso de descomposición de toda forma alternativa de subsistencia en el tránsito del feudalismo al capitalismo, muchas veces por la violencia abierta o la coerción política. Pero también alude, aunque de manera más bien implí­cita, a este proceso de manera estructural, es decir, la producción capitalista tiende a reproducir la proletarización, porque, de manera permanente, está erosionando, por la vía de la competencia, cualquier otra forma de producir bienes que le permitan a la mayoría de la población abstenerse de vender su fuerza de trabajo. En esto cum­ple un papel decisivo la eficiencia produc­tiva que caracteriza al capitalismo, el cual incorpora un acicate especialmente agudo a los empresarios para estar introduciendo innovaciones técnicas. Esta es la principal ventaja que tienen los capitalistas sobre los agentes mercantiles simples.

La posición ventajosa del empresario capitalista se reproduce de manera estruc­tural, pues la acumulación de capital le per­mite de manera continua acceder a técnicas más eficientes, mientras que el AMS produce una y otra vez con la misma escala reducida. Esto conduce a Marx a tener una expecta­tiva sobre la evolución de la estructura capitalista, que tiene bastante importancia en sus conclusiones políticas: para él, el futuro de las sociedades capitalistas estaría carac­terizado por la presencia de una pequeña oligarquía de capitalistas y una enorme ma­yoría de proletarios, mientras que todas las “terceras clases”, incluyendo a los agentes mercantiles simples, serían liquidados por la competencia capitalista. Esta es, precisa­mente, la previsión que vale la pena volver a examinar. El mecanismo identificado por Marx puede ser reconocido: permanente­mente las actividades empresariales capita­listas se expanden y desplazan a los agentes mercantiles simples, incluso en actividades inesperadas. Pero, al mismo tiempo, la expectativa de esta polarización y simplificación de la estructura social capitalista no parece haberse cumplido y, por el contario, las “terceras clases” se expanden, incluso en los países capitalistas centrales, pero sobre todo, en los países periféricos.

La hipótesis de este texto es que en la base de este último resultado está la persistencia de agentes mercantiles, que por distintas razones pueden resistir la compe­tencia de los capitalistas. Es decir, en cier­ta manera, el proceso de proletarización nunca se completa totalmente por razones del mismo desarrollo del mercado. Este fenómeno tiene muchas implicaciones y formas de manifestación que se tratan en otros textos.

Por razones de espacio, este análisis se centrará en dos temas puntuales: un análi­sis un poco más detallado del proceso de proletarización, en términos estructurales, entendido como la descomposición de los agentes mercantiles simples por efecto de la competencia en el mercado de los empre­sarios capitalistas. En ellos se empleará un modelo muy sencillo de un producto único en el que se ilustrará numéricamente el me­canismo de la emergencia de la proletariza­ción en una economía mercantil simple en la que irrumpen competidores capitalistas.

En lo anterior se usará como referente la Teoría del Valor Trabajo Abstracto, y es algo que se quiere destacar, ya que los de­sarrollos marxistas de las últimas décadas, incluida la reflexión en América Latina, han tropezado con dificultades teóricas que se desprenden de una versión de la teoría del valor muy simplificada con respecto a lo que plantea Marx, y que en el fondo es de raigambre ricardiana. Entre otros rasgos, ella incluye la concepción del valor como algo que se estructura de manera exclusiva y unilateral desde la producción: el desco­nocimiento en este proceso del papel de la circulación y la dimensión monetaria, el empobrecimiento de las nociones de competencia y de formación de precios que identifica en todos los casos precio natural y trabajo incorporado, etcétera.

En la reflexión general sobre la teoría del valor, hoy en día esto ha sido objeto de debate y de replanteamientos importan­tes; hay un convencimiento de que para el pensamiento marxista latinoamericano es crucial articular estos desarrollos a su pro­pia tradición. Para esto, se considera conve­niente utilizar los desarrollos de la corriente marxista contemporánea conocida como Nueva Aproximación o Teoría del Valor Trabajo Abstracto, que pretende retomar la perspectiva de Marx propiamente dicha, ya que es más precisa que las presentacio­nes tradicionales de este mecanismo de la proletarización, pues, a partir de ella, se puede articular su expresión monetaria, en la que cumple un papel clave la diferencia­ción y expresión cuantitativa entre trabajo concreto y trabajo abstracto (Foley, 1982; Jaramillo, 2011).

En segundo lugar, se examinarán las condiciones de coexistencia entre agentes capitalistas y mercantiles simples, a partir de un modelo algebraico sencillo —simultaneista— que permite examinar con ni­tidez algunos aspectos insospechados de esta relación.

2. Competencia capitalista y agentes mercantiles simples: la emergencia de la proletarización

Se expondrá de manera sintética una ilus­tración (o una interpretación) de la manera en la que, estructuralmente, la competencia está, de forma constante, reproduciendo en la sociedad capitalista la proletarización. Se cree que esta forma de exponer este pro­ceso, con referencia a la Teoría del Valor Trabajo Abstracto, es más congruente con el plan general del análisis de Marx que las exposiciones corrientes de este meca­nismo. Como se verá, en esto es crucial la utilización analítica de la diferencia entre Trabajo Concreto y Trabajo Abstracto, y sus relaciones cuantitativas.

Se realizará este análisis por medio de un ejemplo numérico simplificado. Se su­pone una situación inicial en la que todos los agentes son productores mercantiles simples, se produce un bien que es simultá­neamente medio de producción y medio de consumo. Los datos cuantitativos del ejem­plo se resumen en la tabla 1 y son como sigue: un productor mercantil simple tra­baja típicamente una jornada de 8 horas en la producción: este será su “trabajo vivo”. Para hacer esto requiere utilizar instrumen­tos y materias primas que ya han sido pro­ducidas previamente y que son mercancías, y que implican dos horas de trabajo; este será “trabajo muerto” o pasado. En este proceso de trabajo se producen 10 unida­des físicas de producto. Por lo tanto, estas unidades físicas condensarán 10 horas de trabajo social: ese será su valor. Aquí se ha­bla de horas de trabajo social, pero las tran­sacciones se dan en dinero; solo que por el procedimiento que propone Foley (1982), utilizando la categoría “valor del dinero” como conversor, se puede hablar del equi­valente de las magnitudes monetarias en magnitudes de trabajo social. El “valor del dinero” sería la razón matemática del valor añadido monetario y el número de horas trabajadas, las dos magnitudes en términos agregados. Aquí se usará una notación que es útil para el tratamiento simultáneo de agentes capitalistas y mercantiles simples, aunque a veces hay que tener una cierta flexibilidad. Para trabajo muerto se usa la notación de C, que usualmente se utiliza para denominar, en la economía capitalista, el Capital Constante (que para la economía capitalista es sinónimo de trabajo muerto o pasado, pero que para el agente mercantil simple no es rigurosamente capital. Por ello es que se pide flexibilidad terminológica). Al equivalente monetario del “trabajo vi­vo” se le denominó Valor Agregado, y su notación es VA. El valor total del conjunto de las mercancías se le denomina, como es usual, con W2.

Tabla 1
Cuadro explicativo

Cuadro explicativo


Fuente: elaboración propia.

Se le llama valor unitario (denominado como wu) a la cantidad de trabajo social que condensa cada una de las unidades físicas producidas. En este caso, como el valor total es 10 y las unidades físicas son 10, cada una de estas unidades de producto condensa una unidad de valor: wu=1.

Se introducirá una categoría que tiene sentido específicamente en la economía mercantil simple. Se le denominó “remu­neración implícita al trabajo”. El agente mercantil simple vende mercancías, en el precio de venta de estas está incluido el valor que agrega a su trabajo. Si al precio total le descuenta el precio de las mercan­cías que utilizó como “trabajo muerto”, las herramientas, las materias primas, etcétera, le queda una suma de dinero que es lo que él puede dedicar al consumo. Aunque no vende fuerza de trabajo, puede decirse que, con este procedimiento obtiene una remuneración al trabajo ejercido. Esto es lo que efectivamente persigue el agente mercantil simple. Se denominó con la letra i. En este caso, el trabajador trabaja 8 horas, ese es su trabajo vivo concreto (TVC), que, en este caso, coincide con su trabajo incorporado y con su trabajo abstracto, porque la técnica que él emplea es la técnica generalizada y porque los bienes se venden por su trabajo incorporado (como se verá, no siempre es así). Por el trabajo de 8 horas obtiene una suma que equivale a 8 horas de trabajo so­cial. Se le llama remuneración implícita al trabajo unitaria, o IU a su equivalente por unidad de tiempo de trabajo; en ese caso, por cada hora de trabajo el agente mercan­til simple captura una cantidad de dinero que equivale a una hora de trabajo social. Además, se le va a llamar remuneración implícita al trabajo unitario “real” (IUR) a la cantidad de bienes de consumo que el trabajador puede comprar con el dinero que obtiene en el mercado. En este caso, como el precio y el valor unitario de cada mercancía es 1, se puede afirmar que su IUR es 1. Es decir, por cada hora trabajada, obtiene una unidad física de la mercancía. (Recuérdese que en este caso se trata de una mercancía única) (tabla 1).

Ahora, se puede contemplar la posi­bilidad de que en esta economía irrumpa un agente capitalista. Se puede suponer que los agentes capitalistas tienen dos ca­racterísticas: de una parte, tienen una talla mayor, son capaces de movilizar una can­tidad mayor de trabajo, tanto vivo, como muerto. De otro lado, se va a suponer que esta mayor escala de operación les permite emplear técnicas más productivas, pues, proporcionalmente, pueden producir una mayor cantidad de bienes físicos con can­tidades similares de trabajo. También se va a suponer que la relación entre traba­jo muerto y trabajo vivo es igual a la de los agentes mercantiles simples que son sus competidores, es decir, que lo que los neoclásicos denominan “relación capital/ trabajo” es la misma. Entonces, la escala de producción de los agentes capitalistas es 50 veces la de un agente mercantil simple, se produce con 100 unidades de trabajo muerto y 400 unidades de trabajo vivo, por lo que el valor total producido es de 500. Pero esta unidad productiva capitalista es más eficiente, pues si el trabajo involucrado en ella se multiplica por 50 en relación con la producción mercantil simple, la cantidad física producida lo hace por 100; se pro­ducen 1000 unidades físicas de producto. Por lo tanto, el valor unitario wu se reduce a 0,5, pues cada unidad física de producto condensa media unidad de trabajo. Esto está consignado en el primer renglón de la tabla 2.

Tabla 2
Ejemplo de formación de valor en una economía con presencia de agentes mercantiles simples y capitalistas

Ejemplo de formación de valor en una economía con presencia de agentes mercantiles simples y capitalistas


Fuente: elaboración propia.

¿Cómo influye esto en la producción mercantil simple? Lo hace de manera subs­tancial. Aunque los productores capitalistas no tienen una interferencia directa en las prácticas de los agentes mercantiles simples, su incidencia se da por medio del mercado. El punto decisivo es que este mercado es unificado; en la medida en que el producto es homogéneo, su valor es también único, y responde a la técnica más avanzada: su valor corresponde al trabajo necesario socialmen­te para producirlo. En este caso, como se ha visto, este valor unitario es de 0,5.

Si se mira el segundo renglón de la tabla 2, se puede ver qué le ocurre, en tér­minos de mercado, a este agente mercantil simple. Él sigue operando con su misma técnica, así que necesita los mismos ins­trumentos, cuyo valor se supone que no cambia, es decir, que tienen que comprarlos por una suma de dinero que equivale a dos horas de trabajo3. Si a esos instrumentos y materias primas se aplican 8 unidades de trabajo vivo, se obtienen 10 unidades físicas como producto. La novedad consiste en que el agente mercantil simple no puede obtener en el mercado sino 5 unidades de valor, pues esa es la magnitud que resulta de vender sus 10 unidades físicas de producto por el valor unitario de 0,5. Se dirá que él ha aplicado 10 unidades de trabajo social a esta mercancía, pero en este caso eso se debe catalogar como trabajo concreto. El mercado no reconoce entonces sino 5 uni­dades de valor como trabajo social, que es ese mismo período pasado, lo que ocurre normalmente en una economía mercantil en la que hay productores menos produc­tivos que la generalidad. De esta manera, descontando las dos unidades de trabajo muerto, al agente mercantil simple no le queda para “remunerar” su trabajo vivo de 8 horas, sino una cantidad de dinero que representa 3 unidades de trabajo social. Es decir, su remuneración implícita al trabajo i se reduce a 3. La remuneración por cada hora de trabajo vivo concreto IU será en­tonces 3/8 o sea 0,375. Como el valor de la mercancía que él consume también se ha reducido a la mitad, este trabajador puede acceder por cada hora de trabajo a 0,75 unidades de producto, lo que sería su IUR, es decir, su remuneración implícita real a cada hora de trabajo vivo concreto. Como puede verse, entonces, mediante la competencia, y sin utilizar ningún procedimiento extraeco­nómico, los productores capitalistas hacen que las condiciones del trabajador mercan­til simple empeoren, tanto en términos de valor, como en términos de bienes físicos. La remuneración que obtiene este último se contrae.

Hasta aquí, sin embargo, no se ha di­ferenciado en el Valor Agregado de la pro­ducción capitalista entre lo que constituye el Capital Variable y la Plusvalía. Es decir, no se ha precisado la posibilidad de exis­tencia de la explotación misma ni de los eventuales determinantes de su magnitud, ni lo que implica como tasa de ganancia. A continuación, se presentan varias posibili­dades con el ejemplo.

En el tabla 3 se ilustra una posibilidad que tiene cierta relevancia. Se supondrá que los capitalistas pagan un salario que en términos reales implique para los trabaja­dores asalariados la capacidad de comprar con su salario una cantidad del bien que sea igual a lo que podía comprar como agente mercantil simple, antes de aparecer la competencia capitalista. Esto podría ser pertinente en una fase de introducción de las relaciones capitalistas en la rama.

Tabla 3
Ejemplo de formación de valor en una economía con presencia de agentes mercantiles simples y capitalistas

Ejemplo de formación de valor en una economía con presencia de agentes mercantiles simples y capitalistas

Nota: el salario conserva el poder de compra que tenían los agentes mercantiles simples cuando no existía competencia capitalista


Fuente: elaboración propia.

En este caso, el trabajador asalariado debería obtener un salario unitario, por unidad de tiempo trabajada, que le per­mitiera obtener en el mercado una unidad física del bien, que es lo que obtenía como agente mercantil simple por unidad de tiempo trabajada. A esto se lo llamará “sa­lario unitario real (SUR)” y debería ser igual, en este caso, a la remuneración implícita al trabajo unitaria real IUR que, como se ha dicho, es igual a 1. Como el valor y el pre­cio del bien es 0,5, esto es lo que hay que pagarle al trabajador por unidad de tiempo trabajada para que él pueda comprar una unidad del bien por cada unidad de tiempo trabajada. En términos agregados, como el trabajo vivo global es de 400 horas, por ellas el capitalista pagaría un salario global equivalente a 200 unidades de trabajo so­cial. Este salario global S no es otra cosa que lo que el capitalista paga como capital variable V. De esta forma, el capitalista pa­gando 200 unidades como capital variable puede conservar el complemento del Valor Agregado, o el equivalente monetario del trabajo vivo, en términos de Plusvalía. En este caso, esta plusvalía sería de 200, que es lo que alimenta la ganancia del capitalista. La tasa de ganancia sería de 0,666, ya que el capital que desembolsa el capitalista es de 300 (100 de capital constante y 200 de capital variable) y la plusvalía es de 200.

Es interesante destacar que esta ma­nera de plantear este mecanismo pone de relieve una fortaleza del capitalismo, aun­que de hecho se trata de una organización económica que se basa en la explotación, no necesariamente implica una caída en el nivel de vida de los trabajadores con respec­to a formas de producción más atrasadas. En el ejemplo, los asalariados son explota­dos, las 200 unidades de plusvalor de las que se apodera el capitalista son aportadas por ellos. Pero estos trabajadores conser­van el mismo nivel de consumo previo, lo cual debilita la resistencia a la proliferación de las relaciones capitalistas. No obstante, como se ve en este ejemplo, la producción capitalista tiende a destruir la producción mercantil simple; si algún trabajador se nie­ga a vender su fuerza de trabajo e insiste en producir de manera independiente como agente mercantil simple, tendría que re­signarse a un nivel de vida inferior. En este caso pasaría de poder consumir una unidad de mercancía por cada hora trabajada como asalariado a obtener solamente 0,75 como agente mercantil simple.

Sin embargo, ¿cuál sería el nivel al cual tiende el salario una vez afianzada la producción capitalista? Se debe recordar que esta es una de las preguntas clave que se hizo Marx sobre el funcionamiento bási­co de la economía capitalista, y en lo que mostró su desacuerdo con las elaboraciones de la Economía Política Clásica. Para esta última, el salario, que es considerado un precio, tendería a un nivel natural al cual convergerían sus manifestaciones en el mer­cado, y este nivel de convergencia sería el “salario de subsistencia”. Marx se plantea este problema de una manera más comple­ja. Él también concibe el salario como un precio, el que corresponde a esa mercancía peculiar que es la fuerza de trabajo. En términos concretos, los salarios pueden oscilar dependiendo de la confrontación de oferentes y demandantes en el mercado de la fuerza de trabajo. Puede elevarse, cuan­do, por ejemplo, existe escasez coyuntural de trabajadores, o cuando, por medio de la organización, los obreros pueden hacer presión sobre los patronos. Sin embargo, lo contrario también sucede: el salario puede descender cuando existe abundancia de trabajadores, o cuando se debilita el nivel de inversión, etcétera. Pero para Marx estas oscilaciones tienen dos límites. El superior es nítido: el salario no puede copar de ma­nera sistemática la totalidad del excedente, pues entonces desaparece el incentivo del capitalista para invertir, dejaría de hacerlo, se contraería la demanda por fuerza de trabajo y el salario volvería a caer. El límite inferior es más problemático para Marx, a quien no le satisface la idea del mínimo biológico. Pero su respuesta no parece tampoco muy convincente: considera que la composición física de la canasta salarial va variando por razones históricas y, por lo tanto, también lo hace su componente en valor. La manera en la que se presenta aquí la operación de la economía capitalista, con la presencia real o virtual de agentes mercantiles simples, puede dar pistas para responder satisfactoriamente esta pregunta.

Aquí se ha hecho el supuesto de un nivel salarial que sea compatible con las condiciones de vida de los trabajadores antes de que apareciera la competencia capitalista. Pero una vez ella está consolidada, cada capitalista individual buscaría pagar el salario más bajo que pudiera encontrar en el mercado. Tal como ocurre en otras mercancías, esto deja de ser una opción in­dividual y pasa a ser algo compulsivo, pues si un capitalista determinado paga salarios más altos que sus competidores, ellos pue­den eventualmente sacarlo del mercado El nivel mínimo del salario al que conduciría la competencia entre los capitalistas sería igual a lo que podrían obtener los trabajadores si operasen como agentes mercantiles sim­ples. Si los patronos ofrecen un salario inferior a esto, los trabajadores preferirían trabajar por su cuenta y los capitalistas no encontrarían trabajadores.

En la tabla 4 se ilustra esto en el ejem­plo dado; la remuneración implícita al tra­bajo unitario real que obtendrían los trabajadores actuando como agentes mercantiles simples es de 0,75 unidades de mercancía por cada jornada trabajada, lo que equivaldría, en términos de trabajo abstracto IU a 0,375. Este sería el nivel mínimo del salario, el salario unitario real sur tendría como nivel mínimo 0,75, lo que equival­dría a 0,375 como salario unitario en valor su. Este nivel puede ser superior al mínimo de subsistencia, y no dependería de la mez­quindad o generosidad de los capitalistas: se trataría de un mecanismo puramente mercantil. Un determinante importante es la eficacia de la producción mercantil sim­ple (su productividad), lo cual puede variar en distintos contextos. Nótese que no es necesario que existan realmente agentes mercantiles simples, sino solamente que sea posible de manera potencial producir de esa manera.

Tabla 4
Ejemplo de formación de valor en una economía con presencia de agentes mercantiles simples y capitalistas

Ejemplo de formación de valor en una economía con presencia de agentes mercantiles simples y capitalistas

Nota: el salario adquiere como límite inferior el poder de compra que tendrían los agentes mercantiles simples si produjeran en presencia de la competencia capitalista.


Fuente: elaboración propia.

En el ejemplo, como el capitalista em­plea 400 unidades de trabajo vivo y cada una de ellas la paga a 0,375 unidades de va­lor, el fondo salarial es de 150. Esto sería el capital variable del capitalista y, por lo tan­to, si las mercancías se venden por su valor, la plusvalía sería de 250. Si el capital total es de 250 (100 unidades de capital constante y 150 de capital variable) y la plusvalía es de 250, la tasa de ganancia será de 1.

Se puede señalar que esta forma de exponer este fenómeno también señala un camino para comprender un hecho histó­rico bien paradójico, y es que cuando el capitalismo se afianza, en un cierto perio­do, y a pesar de que en general implica un salto muy considerable en la eficiencia en la transformación de la naturaleza, mucho más favorable que las formas productivas precedentes, las condiciones de los tra­bajadores en lugar de mejorar, de hecho, empeoran. Además, los trabajadores labo­rando el mismo número de horas pasan de poder consumir una unidad de producto por cada hora trabajada cuando actuaban como trabajadores mercantiles simples sin presencia de capitalistas, a disponer por cada hora trabajada de solo 0,75 unidades físicas del bien. Y no tienen ya más opción que vender su fuerza de trabajo.

Se examinará una posibilidad adicional en el ejemplo para ilustrar un desarrollo muy característico del capitalismo y que le da elementos de legitimidad muy valiosos para su reproducción. El capitalismo puede elevar el nivel de vida de los trabajadores con respecto a una situación previa y, sin embargo, esto no es incompatible con la explotación y la existencia de ganancias capitalistas. Se puede imaginar que, por alguna razón, por ejemplo una regulación estatal, una cierta fortaleza de la organización de los trabajadores, una relativa esca­sez de mano de obra, los capitalistas estén dispuestos, o se vean obligados, a ofrecer un salario a sus trabajadores que les permita adquirir en el mercado por el salario unita­rio de una jornada de trabajo 1,2 unidades del bien. Esto es un ingreso que supera los 0,75 que obtendría si los trabajadores qui­sieran competir con los capitalistas como agentes mercantiles simples, y también es una suma mayor que lo que obtenían antes de la presencia de agentes capitalistas, que como se ha visto era de 1. Para lograr esto, como se consigna en la tabla 5, se tendría 0,6, lo que implicaría una masa salarial de 240. Con esta cantidad como capital variable, el capitalista obtiene 160 unida­des de plusvalía y una tasa de ganancia de 0,47. Como se ve, existe explotación, pero los trabajadores preferirán esta situación a trabajar de manera independiente. Les darán la bienvenida a los capitalistas y no les parecerá algo positivo que se les ahuyente. Esto da una fuerza social muy grande a los capitalistas, que no pasan por explotado­res, sino por generadores de empleo y de riqueza.

Tabla 5
Ejemplo de formación de valor en una economía con presencia de agentes mercantiles simples y capitalistas

Ejemplo de formación de valor en una economía con presencia de agentes mercantiles simples y capitalistas

Nota: el salario puede ser superior a cualquier remuneración implícita al trabajo de los agentes mercantiles simples.


Fuente: elaboración propia.

Esto, desde luego, tiene que ver con la mayor productividad que puede tener el capitalista. En el ejemplo, en el que no se alte­ró la composición orgánica de capital, esto está asociado con lo que Marx denomina la ‘cooperación’. En la sociedad capitalista, los empresarios tienen el control exclusivo de esta característica del proceso de traba­jo, dado que tienen los medios para reunir un número elevado de trabajadores y de medios de producción y, con ello, pueden elevar considerablemente la eficiencia del trabajo. Pero esa condición clave para hacer posible la cooperación es la que les permite apoderarse del excedente que aquí emerge. En el ejemplo, la eficiencia productiva se ha duplicado, es decir, ha crecido en un 100 %. Pero en la situación más favorable que se ha examinado, los trabajadores han elevado su nivel de vida en solo un 20 %.

3. Coexistencia entre agentes mercantiles simples y agentes capitalistas

En lo que se ha discutido hasta el momen­to, la relación de competencia entre agentes mercantiles simples y agentes capitalistas implicaría que su existencia simultánea se­ría algo inestable: la producción capitalista tiende a desplazar a la producción mercantil simple. En su confrontación, cumple un papel decisivo la eficiencia productiva de cada una de estas modalidades de produc­ción. Pero también se ha anotado que la previsión de la liquidación de la producción mercantil simple no está refrendada en los hechos. La clave de esto parece ser la evolu­ción de la eficiencia productiva de cada una de estas formas de producción, algo que es menos simple de lo que aparece a partir del planteamiento original.

Para ello se usará una representación esquemática de una economía mercan­til mixta, con la participación de agentes capitalistas y agentes mercantiles simples, formalización que comparte la aproxima­ción conceptual que se ha delineado en páginas anteriores, pero que sigue una lí­nea de modelización más emparentada con el marxismo analítico. Se realizará un resumen apretado del trabajo elaborado al respecto por Marcela Ibáñez (1997). Esta reflexión se basa en un análisis algebraico si­multaneista se conservará su notación, que está más cerca del vocabulario neoclásico, aunque su base conceptual es plenamente congruente con las categorías que se han introducido en el apartado anterior.

Se llamará Precio Total de la Produc­ción Mercantil Simple (PTms) al monto en dinero por el que venden los agentes mercantiles simples su producción. Por de­finición, esto es igual a su producción física PFms multiplicada por su Precio Unitario, es decir, el precio de cada una de sus mer­cancías PUms. Aunque no es indispensable, para mayor sencillez en el análisis, se va a suponer que los agentes mercantiles sim­ples no utilizan trabajo muerto o capital (en el sentido neoclásico del término). Eso quiere decir que la cantidad total de dinero adquirido en el mercado constituye lo que se ha denominado remuneración implícita al trabajo i. Si se denomina T a la cantidad de horas trabajadas por el agente mercantil simple, se llamará remuneración implícita al trabajo unitaria iu a la relación i/T. La totalidad de lo vendido corresponde a la remuneración implícita al trabajo unitaria por el número de horas trabajadas.

De donde

[1]

Se examinará lo correspondiente a los agentes capitalistas. El Precio Total de la producción capitalista PTc, también por definición, es igual a su producción física de mercancías PFc, multiplicada por el precio unitario de estas mercancías Puc. De otro lado, esto normalmente debe ser igual a una suma que equivalga a su inversión aumentada en una tasa de ganancia media. Su inver­sión está compuesta, de una parte, por una cantidad física de bienes de producción (que la economía neoclásica llama capital físico y aquí se denotará por K), multiplicada por el precio de estos bienes, que se denotará con r. La otra parte de su inversión son los salarios que paga, que a su vez consistiría en la cantidad de horas de trabajo compradas L, mul­tiplicadas por el salario unitario, que es su precio: su. Esta inversión debe ser aumentada en proporción a la tasa de ganancia media g’, es decir, debe ser multiplicada por (1+g’).

O sea que el precio unitario de la producción capitalista sería:

Para examinar las circunstancias en las cuales la producción mercantil simple no es eliminada por la competencia, se debe realizar la siguiente pregunta, para ser tratada en este marco de análisis: ¿Qué circunstancias se requerirían para que en la producción de un mismo bien operen, simultáneamente, productores mercantiles simples y productores capitalistas? A esto se lo podría denominar condiciones de coexistencia.

La primera de ellas es que el precio del producto, que se supone homogéneo, sea igual en ambos sectores. De lo contrario, todos los compradores emigrarán a uno u otro sector y dejarían al restante sin clientes.

La segunda es que la remuneración de los trabajadores sea también la misma en los dos sectores. De no ser así, una u otra forma de producción se quedaría sin trabajadores.

Con estas dos condiciones en vigor, surge una tercera, y es que la eficiencia producti­va de los agentes capitalistas debe ser mayor a la de los agentes mercantiles simples, Esto porque con los mismos precios y los mismos costos que los agentes mercantiles simples, los capitalistas requieren hacer una ganancia. Esto, que intuitivamente es claro, vale la pena analizarlo con un procedimiento simple de lógica algebraica para hacer más visibles otros aspectos.

Para esto se realizarán algunas definiciones: se llamará Productividad Capitalista del Trabajo Prodc a la relación entre la producción física de este sector dividida por la cantidad de trabajo empleada L.

La Productividad Mercantil Simple del Trabajo Prodms sería la relación entre la pro­ducción física de estos productores y el trabajo utilizado en la producción T.

A la razón entre estas dos productividades se la llamará Productividad relativa capi­tal-mercantil simple Prodc/ms.

[3]

Si su valor es 1, los dos sectores tienen la misma productividad. Si es mayor que 1, la ventaja la tienen los capitalistas, y si es menor que 1 los más eficaces son los agentes mercantiles simples.

Volviendo a las ecuaciones [1] y [2] y recordando que se ha igualado PUms y PUc, se tiene:

Eliminando Puc y PUms y, cruzando los otros términos, se tendría:

[4]

Substituyendo en [3] las producciones físicas por sus equivalentes de [4] se tendría:

Si además se hace su = iu y se simplifica, se tiene:

[5]

De la ecuación [5] interesan dos aspectos. El primero es que, dado que todos ele­mentos son cantidades positivas y si la tasa de ganancia es también positiva, entonces la productividad relativa debe ser mayor que 1. Coincide con la intuición ya anotada y sería una tercera condición de coexistencia.

Pero, de otro lado, en la expresión [5] se ve que la variable dependiente Prodc/ms es una función lineal de (1+g’), cuya pendiente sería precisamente el resto de la expresión (es decir [(K/L) x r/iu] +1), que a su vez es una magnitud mayor que 1. En la figura 1 se tiene una expresión gráfica de este esquema. Ilustra la relación entre la productividad relativa y la tasa de ganancia (1+g’). Cada eje corresponde a una de estas variables. La línea de coexistencia muestra los valores que son compatibles, bajo las restricciones menciona­das, con la operación simultánea de agentes capitalistas y mercantiles simples. Es una recta cuya pendiente es superior a 45 %, por las razones que ya se han mencionado en el párra­fo anterior. El espacio a la izquierda y hacia arriba mostraría valores de la productividad relativa que favorecen que la producción capitalista desplace a la producción mercantil simple. El área bajo la línea de coexistencia y hacia la izquierda corresponde a niveles de productividad relativa en los que es la producción mercantil simple la que se impone.


Coexistencia entre formas de producción, productividad relativa y tasa de ganancia
Figura 1
Coexistencia entre formas de producción, productividad relativa y tasa de ganancia


Fuente: elaboración propia.

Los puntos representados por x ilus­tran distintas situaciones concretas de la estructura económica como un todo. Pero, desde otra perspectiva, esto puede ser in­terpretado de una manera distinta, ya que cada uno de estos puntos puede represen­tar una rama de la economía. No todos los sectores tienen la misma productividad relativa entre capitalistas y agentes mercan­tiles simples. Esto es bien importante. Los capitalistas no tienen las mismas ventajas productivas en la elaboración de los di­ferentes bienes con relación a los agentes mercantiles independientes, pues en algu­nos bienes y servicios, cuya producción es más compleja y que requiere bienes de producción muy costosos, su ventaja puede ser muy pronunciada; en otras donde los procedimientos conocidos son más simples, su ventaja sobre los agentes mercantiles simples es menor.

Puede pensarse incluso que en la pro­ducción de algunos bienes y servicios los capitalistas tienen una eficiencia compa­rable con sus competidores o son menos eficaces: allí donde no solamente no hay economías de escala, sino costos impor­tantes de coordinación y monitoreo, en las que los agentes mercantiles simples no incurren. Por lo tanto, en cada momento, con un mismo nivel de tasa de ganancia, habrá algunas ramas en las que se impondrá la producción capitalista, otras en las cua­les coexistirán los capitalistas y los agentes mercantiles simples y, finalmente, otros en los que son estos últimos los que son más competitivos y se impondrán en el mercado.

Se reitera, porque esto parece distinto a lo que se piensa de manera automática ¿Cómo puede ser posible que un agen­te mercantil simple sea más o igualmente eficaz en la producción a un agente capi­talista? Esto pude suceder (o que siendo solamente un poco menos productivos, la ventaja de los capitalistas no sea suficien­te para garantizarles obtener la ganancia media).

Se examinarán algunas de estas posibi­lidades. No todas las actividades producti­vas de bienes y servicios tienen economías de escala lo suficientemente pronunciadas como para otorgarles una ventaja decisi­va a los capitalistas. Como hemos dicho, incluso existen actividades en que existen deseconomías de escala. El servicio domés­tico, las pequeñas reparaciones, el comercio ambulante, entre otros oficios, subsisten no por una graciosa concesión de los grandes empresarios, sino porque los trabajadores independientes pueden ofrecer estos ser­vicios de manera más satisfactoria y a más bajo precio para los consumidores. Son más flexibles, pueden ocuparse de varios asuntos, en horarios muy extendidos y acciones de muy pequeña dimensión, que a una gran firma le costaría mucho en coordinación y supervisión.

Es cierto que los empresarios capitalis­tas normalmente buscan mejorar sus siste­mas productivos, y su tamaño los favorece en esa tarea, pues pueden dedicar recursos a esa labor; pueden, eventualmente, beneficiarse de la profundización de la especializa­ción interna de los trabajadores en firmas de gran porte y, algunas veces, pueden acceder a dispositivos técnicos que no se justifican sino se operan en gran escala. Es lo que in­tuía Marx, y eso realmente está dándose de manera permanente. La flecha ascendente en el figura señala esta tendencia que puede observarse, en la que las x de la figura están trasladándose continuamente hacia arriba: los empresarios capitalistas de manera reiterada invaden estos nichos antes ocupados por agentes mercantiles simples. Las fábricas de confecciones han, prácticamente, liquidado a los sastres y a las modistas, las grandes superficies arruinan a los tenderos y bodegueros, etcétera.

Pero también existen contratendencias importantes y que no surgen simplemente de resistencias inerciales. En primer lugar, la misma innovación tecnológica, promovida por agentes capitalistas, en ocasiones favo­rece a los agentes mercantiles simples, —en especial aquellos cambios técnicos que dis­minuyen el valor de las mercancías que los agentes mercantiles simples utilizan como medios de producción’ y, de esta manera, aumentan su productividad. Un carpintero artesanal de hace unas décadas solo podía utilizar instrumentos manuales muy ele­mentales como martillos y serruchos, pues los más avanzados tenían costos que esta­ban fuera de su alcance. El acceso a esos dispositivos era exclusivo de los capitalistas que dispusieran para ello de sumas monetarias considerables. No obstante la innovación de empresarios capitalistas productores de máquinas herramientas han potenciado y, sobre todo, abaratado esos instrumentos. Hoy en día carpinteros y ebanistas inde­pendientes pueden contar con una amplia gama de sierras eléctricas, prensas hidráuli­cas, taladros, que les cuestan el equivalente a unas cuantas semanas de sus ingresos y que multiplican su eficiencia. Esto les per­mite resistir mucho más la competencia capitalista. Ni hablar del impacto de innovaciones de la industria de la electrónica, como el computador personal, que han hecho accesible a esta tecnología a peque­ños comerciantes y a oferentes de servicios personales, que aumentan enormemente su productividad. En las ciudades de los países periféricos, el abatimiento espectacular de los precios de las motocicletas, producidas por empresas capitalistas, no solamente han permitido su utilización por parte de mi­llones de usuarios, como un consumo, sino que ha hecho posible la proliferación de muchas actividades de reparto y transporte ofrecidos por agentes mercantiles simples que antes eran inconcebibles.

De otro lado, las mismas innovacio­nes capitalistas, que abren nuevas ramas, inventan nuevos productos, a veces con tecnologías muy complejas, con frecuencia ponen en operación eslabones que tienen esas características de bajas economías de escala, de excepcional flexibilidad, que los agentes mercantiles simples ocupan. La técnica de la telefonía celular, por ejemplo, ha dado cabida a la actividad comercial al menudeo de llamadas ofrecidas por agentes mercantiles simples a precios más bajos y en condiciones de oportunidad para el con­sumidor que ninguna empresa capitalista puede igualar. Los procedimientos electrónicos de reproducción han hecho colapsar la industria capitalista del entretenimiento porque agentes mercantiles simples pueden suministrar al consumidor copias de CDs y DVDs de calidad indistinguible de los originales a una fracción ínfima del precio al que lo ofrecen los empresarios capitalistas, etcétera.

La otra tendencia que se hace más clara en esta representación tiene que ver con la tasa de ganancia. En la ecuación [5] y en la figura 1 puede verse que, en la medida en que la tasa de ganancia sea más elevada, se requiere que la productividad relativa a favor de los capitalistas deba ser más pronun­ciada, si quieren coexistir o eventualmente desplazar a la producción mercantil simple. Esto puede aparecer contraintuitivo, pero tiene una explicación: mientras los capitales sean relativamente escasos, las inversiones se concentrarán en aquellas oportunidades de inversión de rentabilidad relativamente alta y por ello la tasa de ganancia prome­dio es elevada. Cuando hay más capital y la tasa de ganancia, por esta misma razón y por otros determinantes estructurales, es más baja, habrá capitalistas que se vean empujados a disputar con productores mer­cantiles simples los nichos de mercado do­minados por ellos, resignándose a una tasa de ganancia más estrecha. En la figura 1 la flecha horizontal hacia la izquierda indica que la tendencia del sistema es a migrar hacia la derecha, ya que, como lo explica Marx en otro análisis, existe una tendencia estructural a la baja de la tasa de ganancia, esto presionaría hacia una tendencia al pre­dominio de la producción capitalista sobre la producción mercantil simple.

Otro aspecto que ilustra de manera muy elocuente esta representación tiene que ver con la relación entre la productividad relativa y el nivel salarial en condiciones de coexistencia. Si se examina la ecuación [6] (que es la misma ecuación [5] pero sustituyendo iu por su equivalente su), se ve que cuando el salario tiende a 0, la produc­tividad relativa tiende al infinito para que exista coexistencia. Cuando el salario tiende a infinito, la productividad relativa tiende a (1+g’) como está ilustrado en la figura 2. Como se ve, y esto también parece algo paradójico, a los capitalistas les cuesta más trabajo desplazar a los productores mer­cantiles simples cuando el nivel del salario es bajo, que cuando es alto.

[6]


Coexistencia entre formas de producción, productividad relativa y nivel salarial. Prod c/ms
Figura 2
Coexistencia entre formas de producción, productividad relativa y nivel salarial. Prod c/ms


Fuente: elaboración propia.

Esto debe interpretarse de la siguien­te manera, el eje horizontal, que ilustra la magnitud del salario y de la remuneración implícita al trabajo, determina el nivel de vida considerado aceptable, que, como se ha visto, está asociado, precisamente, con el monto usual del salario y/o de los ingre­sos de los agentes mercantiles simples. En la competencia del capitalista, por despla­zar la economía mercantil simple, encon­trará más resistencia en circunstancias en las cuales los trabajadores independientes consideran que pueden sobrevivir de ma­nera aceptable con una remuneración más baja, en comparación con una situación en la que esta referencia es más elevada. Esto es muy pertinente para explicarse por qué la producción mercantil simple está mucho más expandida en países con ingresos pre­dominantes más bajos, ya que en ellos hay más trabajadores que prefieren escapar al sometimiento al capitalista con un ingreso alternativo menor.

4. Otras consideraciones e indagaciones ulteriores

Por razones de espacio, se omitirán otros aspectos de esta reflexión que son pertinentes y que aquí simplemente se men­cionaron.

Si la representación que se considera pertinente de la sociedad capitalista incluye a capitalistas, asalariados y agentes mer­cantiles simples, es conveniente examinar las similitudes y diferencias entre estos tres sectores tanto en términos estrictamente económicos, como en los asuntos de orden ideológico, social y político. Los agentes mercantiles simples y los capitalistas com­parten la condición de agentes mercantiles, y por ello tienen aspectos de su lógica que son muy cercanos: el “cálculo racional” mercantil, la incertidumbre frente al “salto peligroso de la realización”, el mecanismo del “fetichismo de la mercancía” que los empuja a percibir las leyes del mercado como inmodificables y naturales, etcétera. Contrastan, por otro lado, en un aspecto muy crucial que, mientras que lo que da sentido al mercado para los capitalistas es la posibilidad que este mecanismo les brinda de capturar plusvalía y de acumular capital, el agente mercantil simple acude al mercado para obtener los bienes que con­sume de manera más conveniente que con el autosuministro, pero no busca obtener valor adicional. Mientras que el capita­lista multiplica de manera permanente la talla de su actividad económica, el agente mercantil simple busca reproducirse en el mismo nivel.

Los agentes mercantiles simples y los asalariados también tienen semejanzas y diferencias. Los dos son agentes mercantiles, mientras que los AMS ofrecen en el mercado mercancías producidas por ellos de manera autónoma (por lo menos formalmente), los asalariados ofrecen en el mercado una mercancía peculiar: su fuerza de traba­jo. Comparten el hecho de que acuden al mercado para obtener los bienes que con­sumen, y esto les es más conveniente que el autosuministro (esto a partir de un cálculo mercantil “racional” que surge de la com­paración cuantitativa entre trabajo concre­to y trabajo abstracto). Están sometidos al riesgo de fallas en la realización, o sea, el “salto peligroso”: el AMS puede fracasar en la venta de su mercancía y lo mismo le puede ocurrir al proletario. En este último caso, se trata del desempleo.

Pero existen algunas diferencias, el proletario usualmente opera en unidades de producción de mayor talla y está en contacto con grados de cooperación más desarrollados, mientras que el AMS tiende a operar de manera aislada o en unidades productivas de porte reducido. El proleta­rio está expuesto a la subordinación directa frente al capitalista, mientras que el AMS se percibe como independiente. Esto trae consigo algunas diferencias en términos de sus representaciones y prácticas espontáneas. La tradición marxista ha apreciado de manera particular la aptitud que esta condición objetiva da a los proletarios para su comportamiento político, que favorece la acción colectiva y la disciplina, mientras que siempre ha tenido desconfianza de los agentes mercantiles simples a los que se les atribuye una tendencia individualista e incluso ambigua con respecto a ciertas instituciones mercantiles que son muy pre­ciadas para el capitalismo. Recuérdese que en el siglo XIX y comienzos del siglo XX los marxistas acusaban a otras corrientes revolucionarias, como al socialismo liber­tario, de apoyarse en esta capa social, que no ofrecía garantías de consistencia en sus movilizaciones contra el capitalismo y que generaba en estas expresiones políticas una tendencia a proponer opciones económicas regresivas (artesanales, elementales) invia­bles en la sociedad contemporánea. Pero desde la otra vertiente, existen argumenta­ciones de orden político que son dignas de tenerse en cuenta en lo que respecta a las eventuales contribuciones emancipatorias de esta categoría social. El agente mercan­til simple, precisamente por su condición autónoma, tiende a ser más crítico con res­pecto a los riesgos de totalitarismo que ha sido un talón de Aquiles de los socialismos del siglo XX.

Un punto muy importante para de­sarrollar tiene que ver con la presencia de agentes mercantiles simples en el capitalis­mo y el desempleo. Con frecuencia se les liga directamente y se interpreta la econo­mía mercantil simple como un mero disfraz del desempleo, o como una respuesta exclusiva frente a él. Y esto no solamente en la economía convencional sino también desde cierta óptica ortodoxa del marxis­mo. Se ha visto que los agentes mercantiles simples pueden operar en ciertos sectores, no porque estén aguijoneados por el desempleo, sino porque incluso pueden tener remuneraciones mayores que las que ob­tendrían como asalariados. Pero, de hecho, existe una relación con el desempleo, que es un poco más compleja y que vale la pena explorar. En términos rigurosos, la produc­ción mercantil simple no es solamente una simple manifestación del desempleo en la producción capitalista, ni puede afirmarse que ella solo existe cuando hay desempleo. Pero, en determinadas circunstancias opera como tal, y absorbe parte de lo que Marx denomina “sobrepoblación relativa”.

Existe una diferencia importante en la respuesta del agente mercantil simple y del capitalista frente al empeoramiento de las condiciones de mercado. Por ejemplo, si las expectativas de rentabilidad son negativas, el capitalista se abstiene de invertir, lo cual implica que deja de demandar fuerza de trabajo y sobreviene el desempleo para los asalariados potenciales. El agente mercantil simple, en cambio, ante la misma circunstancia, generalmente, se debe resignar a vender menos y a recibir una remuneración menor por su trabajo. Esta diferencia es importante, porque cuando existe coexis­tencia de capitalistas y AMS, ante la crisis, un número importante de asalariados que de otra manera estarían desempleados, se trasladan a la economía mercantil simple, lo que aumenta la contracción en la remune­ración de estos agentes, pero absorbe una porción del desempleo capitalista. (Entre otras cosas, esto puede generar que, en periodos de contracción, vuelvan a surgir actividades mercantiles simples que durante la expansión son eliminadas por la compe­tencia capitalista). Pero, aunque menor, en la economía mercantil simple también hay desempleo; parece surgir de barreras a la entrada en la economía mercantil simple, como la habilidad para desempeñar ciertas tareas, que es más crucial en este contexto que en el capitalismo; la posesión de ciertos instrumentos de trabajo o factores institu­cionales que limitan el libre ejercicio de ofi­cios libres. La existencia de la producción mercantil simple altera la manifestación del desempleo en la economía capitalista y también la operación del Ejército Indus­trial de Reserva. Este último no solo está compuesto por desempleados abiertos, sino que incluye contingentes de agentes mercantiles simples que están dispuestos a engrosar la oferta de fuerza de trabajo asalariada en períodos de auge, si el salario aumenta y supera la remuneración implícita al trabajo de los AMS.

También deben examinarse las formas de manifestación de los agentes mercantiles simples. Aquí, se ha hecho referencia a su forma más nítida y sencilla, la de agentes que operan en el mercado por cuenta pro­pia, sin contratar a nadie. Pero en la prác­tica existe una gradación entre este polo y el agente propiamente capitalista. Más allá del ‘cuentapropista’ aislado, aparece el artesano que contrata ayudantes para desempeñar su labor, pero no busca la acu­mulación, sino la reproducción simple de él y sus colaboradores. Más allá, este mismo agente que apropia un excedente para ex­pandir su capacidad productiva y sobrevivir en el mercado, que aumenta permanen­temente la escala de producción, y hace esto sin buscar propiamente la absorción de sus competidores. Y más allá aparece el pequeño empresario, hasta el capitalista propiamente dicho, con sus distintas mag­nitudes, incluidas las grandes corporaciones y monopolios.

El cumplimiento de las regulaciones laborales, productivas o impositivas, que está en la base de la noción convencional de informalidad, no parece ser entonces otra cosa que una consecuencia de esta heterogeneidad estructural, más que su cau­sa. Normalmente, los agentes mercantiles simples, por su talla reducida, tienen mayor capacidad de eludir estas regulaciones. Esto no implica que estos agentes sean los únicos que las eludan. Los grandes capitalistas a menudo lo hacen también, sin que a nadie se le ocurra tildar de informales a los gran­des evasores de impuestos o los banqueros que burlan los controles regulatorios. Sin contar que, generalmente, los capitalistas son quienes determinan el contenido de estas regulaciones en su favor, y que con bastante frecuencia la regulación es em­pleada precisamente como una herramienta extraeconómica en la competencia contra los agentes mercantiles simples.

Referencias

Coraggio, J. L. (2003). La gente o el Capi­tal. Desarrollo local y economía del tra­bajo. Quito: Centro de investigaciones CIUDAD-EED, EZE ILDIS y ABYA YALA.

Coraggio, J. L. (2011). La ciudad y la eco­nomía social: algunos desafíos episte­mológicos. Ponencia presentada en el I Congreso Latinoamericano de Estudios Urbanos. Universidad Nacional General Sarmiento, Buenos Aires.

De Queiroz Rieiro, L. C. (1997). Dos Cor­tiços aos condomínios fechados. As formas de Produção da Moradia na Cidade do Rio de Janeiro. Río de Janeiro: Civilização Brasileira.

Foley, D. (1982). The value of money, the value of labor power and the marxian transformation problem. Review of Ra­dical Political Economics, 14(2), 27-47.

Ibáñez, M. (1997). Supervivencia de formas mercantiles simples de producción. Una aproximación formal. Desarrollo y Socie­dad, 39, 209-241.

Jaramillo, S. (1981). Producción de vivien­da y capitalismo dependiente. El caso de Bogotá. Bogotá: CEDE-Universidad de los Andes.

Jaramillo, S. (2011). Teoría del valor trabajo abstracto y teoría de los precios. Documentos CEDE- Universidad de los Andes, 2011-51.

Kowarik, L. (1979). A espoliação urbana. Río de Janeiro: Paz e Terra.

Marx, K. (1867/1961). El capital. México: Fondo de Cultura Económica.

Muñoz, R. (2011). Heterogeneidad estructu­ral de las metrópolis latinoamericanas. Una revisión que busca el diálogo entre los principales abordajes. Ponencia pre­sentada en el I Congreso Latinoameri­cano de Estudios Urbanos. Universidad Nacional General Sarmiento, Buenos Aires.

Pradilla, E. (enero-marzo, 1976). Notas acer­ca del problema de la vivienda. Ideología y Sociedad, 10, 70-107.

Pradilla, E. (1987). Capital, Estado y vivien­da en América Latina. México: Fon­tamara.

Schteingart, M. (1989). Los productores del espacio habitable. Estado, empresa y socie­dad en la Ciudad de México. México: El Colegio de México.

Notas

1 Esto, en diálogo muy fruc­tífero con algunos colegas de la Escuela de Sociología Urbana Francesa, en parti­cular con el grupo liderado por Christian Topalov.

2 Se da por sentado que las mercancías se intercambian por magnitudes de dinero que representan el trabajo incorporado, el trabajo que la sociedad, como un todo, requiere para producirlo; en una economía mercantil simple esto implica que las mercancías se venden por su precio natural, y que no se tienen en cuenta las des­viaciones, omnipresentes, de los precios de mercado.

3 Este hecho es plenamente coherente en un modelo ite­rativo, en el que los precios de las mercancías de con­sumo productivo son com­prados con el periodo previo, a los precios vigentes en ese mismo período pasado.

Notas de autor

* Economista, Universidad de los Andes, Colombia. Doctor en Urbanismo del Instituto de Urbanismo de Paris, Universidad de Paris XII (Hoy Universidad de Paris Este). Profesor titular de la Facultad de Economía e investigador del Centro de Estudios para el Desarro­llo Económico (CEDE) de la Universidad de Los Andes, Colombia. Correo electró­nico: ejaramil@uniandes.edu.co

Información adicional

Para citar este artículo: Jaramillo, S. (2016). Heterogeneidad estructural en el capitalismo. Una mirada desde la teoría del valor trabajo abstracto, Territorios, 34, 59-85. https://doi.org/10.12804/territ34.2016.03

Descarga
PDF
ePUB
Herramientas
Cómo citar
APA
ISO 690-2
Harvard
Fuente
Secciones
Contexto
Descargar
Todas