Antes que sea demasiado tarde. Imaginarios de territorios rurales y urbanos en (las) crisis

Before it’s too Late. Imaginaries of Rural and Urban Territories in (the) Crisis

Antes que seja tarde demais. Imaginários de territórios rurais e urbanos em crise

Juliette Marin
Universidad de Chile , Chile
Francesco Sepúlveda Cerda
Universidad de Chile, Chile

Antes que sea demasiado tarde. Imaginarios de territorios rurales y urbanos en (las) crisis

Territorios, núm. 48, 2023

Universidad del Rosario

Recibido: 19 noviembre 2021

Aceptado: 05 septiembre 2022

Información adicional

Para citar este artículo : Marin, J., & Sepúlveda Cerda, F. (2023). Antes que sea demasiado tarde. Imaginarios de territorios rurales y urbanos en (las) crisis. Territorios, (48), 1-28. https://doi.org/10.12804/revistas.urosario.edu.co/territorios/a.11345

Resumen: Los peligros asociados a las distintas crisis socioambientales globales se acompañan de proclamaciones morales sobre las formas en que habitamos los territorios. Estas valoraciones normativas hacia territorios han sido tradicionalmente estructuradas de manera dicotómica. Ampliamente criticadas desde la academia, estas dicotomías siguen operando a nivel sociopolítico. ¿Por qué persisten estos imaginarios a sabiendas de que estos territorios presentan dinámicas complejas, particularizadas y fluidas? Ante los mandatos de acción y transformación, ¿han realmente mutado los imaginarios territoriales urbanos y rurales? Situándonos en un largo debate interdisciplinario, interrogamos imaginarios vigentes de las esferas del mercado, las políticas públicas y la arquitectura-arte, mediante un análisis de tres casos de representaciones de territorios y su rol en la construcción de imaginarios hegemónicos (una revista de vinos en Chile, un documento de políticas públicas en Chile, una exposición del museo Guggenheim en Estados Unidos) para reflexionar sobre cambios y persistencias de estos imaginarios en contexto de crisis.

Palabras clave: Resiliencia, futuro, campo, ciudades, representaciones espaciales.

Abstract: Risk associated with the planetary crises are accompanied by moral proclamations about dwelling forms. These normative valuations of territories have traditionally been structured in a dichotomous manner. Widely criticized by academia, these dichotomies continue to operate at the sociopolitical level. Faced with the mandates for action and transformation, have urban and rural territorial imaginaries really mutated? In the context of a long interdisciplinary debate, we question current imaginaries in the spheres of the market, public policy and architecture-art, through an analysis of three cases of territorial representations and their role in the construction of hegemonic imaginaries (a wine magazine in Chile, a public policy document in Chile, an exhibition of the Guggenheim Museum in the United States), to reflect on changes and persistence of these imaginaries in the context of crisis.

Keywords: Resilience, future, countryside, cities, spatial representations.

Resumo: Os perigos associados às diferentes crises socioambientais globais são acompanhados de proclamações morais sobre as formas como habitamos os territórios. Essas avaliações normativas dos territórios têm sido tradicionalmente estruturadas de forma dicotômica. Amplamente criticadas pela academia, essas dicotomias continuam operando no nível sociopolítico. Por que esses imaginários persistem sabendo que esses territórios apresentam dinâmicas complexas, particularizadas e fluidas? Diante dos mandatos de ação e transformação, os imaginários territoriais urbanos e rurais realmente sofreram mutações? Colocando-nos em um longo debate interdisciplinar, interrogamos os imaginários atuais das esferas do mercado, das políticas públicas e da arquitetura-arte, por meio da análise de três casos de representações de territórios e seu papel na construção de imaginários hegemônicos (uma revista de vinhos do Chile, um documento de política pública do Chile, e uma exposição no museu Guggenheim nos Estados Unidos) para refletir sobre as mudanças e a persistência desses imaginários no contexto de crise.

Palavras-chave: Resiliência, futuro, campo, cidades, representações espaciais.

Introducción. Imaginarios y territorios en las crisis

Los peligros asociados a las distintas crisis que afectan al planeta interpelan a la humanidad como protagonistas responsables. No solamente enfrentamos la extinción de especies animales y vegetales o las rápidas transformaciones de ciclos naturales, entornos y paisajes, sino que están amenazadas nuestras propias formas de habitar. El fin está cerca anuncian voces provenientes de distintas culturas y comunidades del saber, proclamando, como señaló Jacques Derrida (1994), un próximo desvelamiento de una verdad última. Desde los informes del Panel Intergubernamental del Cambio Climático hasta las luchas por los territorios indígenas latinoamericanos o las lecturas ecofeministas, las relaciones entre la naturaleza y las sociedades son percibidas como al límite de la ruptura.

Pero el lema apocalíptico de el fin estácerca pareciera extenderse a lo largo del tiempo. El mundo occidental se percibe en una gran crisis continua, característica de las sociedades de la modernidad tardía, dentro de una narrativa del riesgo global (Beck, 2011). Esta narrativa contemporánea resulta irónica en la medida que cuanto más se busca controlar el riesgo más se hace patente y mayor es su percepción. Con un paso avanzado, el objetivo se corre de tres, convirtiéndose la seguridad en una tarea siempre insuficiente (Bergström, 2018).

En este entramado, la pandemia del covid-19 irrumpe desde 2019 significando una crisis sanitaria y social, afectando a miles de millones de personas. Interrumpiendo vidas cotidianas, la pandemia permite poner a la luz en un mismo momento planetario situaciones de injusticia, fragilidades institucionales, al mismo tiempo que viene a parar o perturbar lo que se consideraba inamovible. Ha abierto preguntas urgentes sobre nuestros devenires como sociedades y territorios, agregando una desestabilización tremenda a la percepción ya instalada de crisis latente. En este contexto, las ciudades globales aparecen como factores de riesgo, por su interconexión, complejidad y sus condiciones estructurales y sociales, ejemplificadas en sistemas de transportes públicos colapsados o situaciones de hacinamiento y pobreza (Shekhar et al., 2022). A su vez, territorios rurales o rururbanos son presentados como oasis o refugios contemporáneos y parecen ejercer una renovada atracción para quienes quieren alejarse de los confinamientos en las urbes, percibidas como sobrepobladas o focos de contagio (Greene et al., 2020).

Estas valoraciones normativas hacia territorios urbanos o rurales no son particulares de la pandemia, existen desde siglos y han mutado acorde a las transformaciones históricas de la modernidad (ver González López & Mena Flühmann, 2009, para territorios rurales).

Para los territorios urbanos y rurales los imaginarios dicotómicos dominantes oscilan entonces entre extremos totalizantes: la ciudad como civilización y polis, símbolo de progreso y modernidad; lo rural como lo puro y bucólico, habitado por comunidades que viven una vida sencilla, pero feliz y en armonía con la naturaleza. Lo urbano como foco de asentamientos informales, devoradora voraz de recursos, contaminada y contaminante, la selva de cemento; lo rural como lo atrasado, lo que aún no está desarrollado, aquel mundo compuesto por territorios empobrecidos y envejecidos.

Estos imaginarios han sido objeto de largos debates y reflexiones en y entre distintas disciplinas de las ciencias sociales. El presente artículo resulta de un esfuerzo interdisciplinario para pensar a través de la crisis, que se nutre de campos profesionales diferentes (ingeniería, urbanismo y psicología), para pensar fenómenos territoriales de nuestras investigaciones doctorales, realidades que usualmente suelen ser abordadas de manera independiente.

Proponemos retomar la reflexión en torno a una pregunta clásica, más aún necesaria, de los estudios territoriales: ¿cómo entender la función de los imaginarios en la construcción de los territorios, tanto urbanos como rurales, desde producciones materiales específicas? ¿Por qué se sustentan los imaginarios territoriales urbanos y rurales dominantes, a pesar de los cambios y de las crisis? Estas preguntas resultan relevantes considerando que las ya aceptadas críticas académicas, respecto a la pertinencia de los imaginarios territoriales para dar cuenta de sus realidades locales, han permeado solo parcialmente la discusión pública acerca de los mismos. Es debido a esto que, para dar cuenta de la producción de los imaginarios, tenemos que mirar de cerca las modalidades por las que estos son producidos y reproducidos.

Partimos con una breve revisión de los imaginarios de territorios rurales y urbanos, explicitando el marco conceptual utilizado en esta indagación. Luego, interrogamos imaginarios vigentes de esferas hegemónicas del mercado, las políticas públicas y la arquitectura-arte, mediante un análisis de tres casos de representaciones de territorios y su rol en la construcción de imaginarios hegemónicos. Gracias a estas tres ventanas de observación, reflexionamos finalmente sobre estos elementos en el marco de la pandemia, para entender cambios y persistencias de estos imaginarios en contexto de crisis.

Reproducción de imaginarios de territorios rurales y urbanos

De la significación y relevancia de los imaginarios territoriales

El imaginario como dimensión es la apariencia corporal de la realidad como la vivenciamos subjetivamente de manera diaria. En otros términos, por el imaginario se modelan, sintetizan y asimilan las formas de una realidad re-presentada y simbolizada por identidades que no dejan de reflejarse, todas deudoras unas de otras. En este sentido, el imaginario no es un simple repertorio de imágenes (Berdoulay, 2012) dado que nunca se cierra o deja de reproducir en y para identidades (ya sea de individuos, grupos, colectivos, territorios, instituciones, sociedades) que no solamente utilizan sus producciones, sino que son constituidas al mismo tiempo por estas para dar sentido a la realidad. Cegarra (2012) señala este compromiso del sujeto con el imaginario de la siguiente forma: “el imaginario social […] es una matriz de sentido determinado que hegemónicamente se impone como lectura de la vida social. El sujeto simplemente “lo padece” por encima de sus propias experiencias vitales” (p. 5).

Las imágenes reproducidas por este dispositivo no son más reales que la idea de un ‘yo’ referencial, un paisaje, un recuerdo, un ejemplo. Son huellas de una realidad diferida dado que solo la inmediatez no requiere de imagen alguna. Marcadas por la ausencia de objetos completos, las imágenes permiten que estos sean habitados por los distintos fantasmas de lo social, lo que permite a los individuos proyectar y moldear tiempos, espacios y seres que no están presentes (Claval, 2012).

No hay propiedad posible de estas imágenes por tres motivos. Primero, estas son las huellas que un mundo otro, siempre ajeno, inscribe en las deudas que contraemos para definir la separación entre lo propio y lo ajeno, y que terminan constituyendo lo que asumimos ser. Segundo, la reproducción imaginaria siempre es posicional, es decir, subjetiva, lo que implica una necesaria diferencia que no hace más que multiplicar imágenes en una constante reapropiación frustrada. Finalmente, el valor último de las imágenes siempre está puesto en su capacidad de supervivencia (tanto al objeto como al sujeto), en su capacidad para permanecer compartidas y, por ende, reproducidas socialmente. Esta capacidad problematiza el conflicto político que hay entre realidades que luchan por ser ‘la’ realidad hegemónica. Esta pugna entre construcciones imaginarias, que buscan sostener la naturalización de una determinada trama social por sobre otras, se lleva a cabo por medio de objetos concretos cargados simbólicamente y compartidos socialmente por medio de, por ejemplo, agentes institucionales (Cegarra, 2012).

Las producciones imaginarias espaciales o territoriales, es decir aquellas que se refieren a lugares y entornos, son entonces una re-presentación de espacios que han sido percibidos, vividos, o que son derivados de otros, constituyendo fenómenos socio-culturales. Al sintetizarse como una trama de sentido, orientan las prácticas espaciales y la construcción social de los lugares (Lindón, 2007). De este modo, los “lugares son vividos individualmente y socialmente producidos” (Di Meo & Buléon, 2005, p. 39). El uso de los imaginarios espaciales ha sido un tema de interés de la geografía y ciencias sociales enfocadas a lo espacial (Zusman, 2013). Cuando el objeto de un imaginario es un territorio, la pugna política por su definición se hace más evidente en la medida en que la representación de un territorio compete no solamente tanto en a su dimensión física (especialmente sus recursos), sino también a como también en su dimensión sociocultural. Esta última está emplazada no solamente en sus habitantes, sus prácticas y sus vidas cotidianas, sino también en aquellas personas que, habitando otras latitudes, piensan, imaginan, desean y construyen esos territorios política, económica y socioculturalmente.

De esta forma, estas re-presentaciones están intrínsecamente vinculadas a concepciones hegemónicas y relaciones de poder, en su fabricación, permanencia y circulación. Dentro de las narrativas coloniales, los territorios de ‘la/o/es otra/o/es’ —siendo la otredad definida por los grupos dominantes—, han sido re-presentados como tierras hostiles, infértiles, infaustas, exóticas, sensuales, misteriosas o peligrosas, articulando y permitiendo una lógica de justificación del colonialismo y de la ocupación (militar, administrativa, poblacional, etc.) de estos espacios (Zusman, 2013).

Similarmente, la geografía latinoamericana cuestiona el rol de los imaginarios para producir o justificar ciertos devenires territoriales, por ejemplo, con la construcción de un imaginario geográfico de la Patagonia como lugar de frontera y alejamiento por el Estado de Chile, o la reciente transformación de este imaginario territorial de lo inhóspito hacia lo prístino y natural que ha reconvertido la región en un espacio por conservar, donde lo ecológico deviene una forma de producción de riqueza (Núñez et al., 2018).

Los imaginarios territoriales definidos por atributos generales como urbano o rural, o por atributos propios y característicos del territorio como la Patagonia, son entonces elementos ideológicos, entendiendo aquí ideología como el conjunto de representaciones sociales, imágenes, símbolos, ideas, concepciones, valores, creencias, que caracterizan un grupo social en un momento dado de su historia (Di Méo & Buléon, 2005). Finalmente, los imaginarios territoriales decantan en prejuicios, predisposiciones y prácticas cotidianas que inducen a determinadas formas de ver, entender, vivir y relacionarse con determinados territorios. En este sentido, los imaginarios territoriales impactan a los territorios desde las epistemes mismas involucradas en la búsqueda de comprensión de las realidades territoriales hasta las prácticas de diseño e implementación de intervenciones materiales que afectan a estos territorios.

Entre junglas y paraísos, persistencias y contradicciones de los imaginarios hegemónicos de lo rural

Una tarea constantemente inacabada acerca de lo rural concierne su definición. Si bien hay algunas características clave que pudiesen ser definitorias (por ejemplo, la baja densidad poblacional, la primacía de las actividades primarias y el aislamiento geográfico), la diversidad de conformaciones y morfologías territoriales escapan constantemente a toda clasificación. Es así como a partir del último cuarto del siglo pasado, desde el mundo académico han incrementado las voces críticas hacia el uso del concepto mismo por ser considerado insuficiente, obsoleto o hasta obstaculizador en el estudio de las realidades territoriales, y han surgido distintas propuestas analíticas como la nueva ruralidad (Romero Cabrera, 2012; Llambi Insua, 2007; Grajales Ventura & Concheiro Bórquez, 2009), lo rururbano (Nates Cruz & Velásquez López, 2019; Castro Escobar et al., 2018), la neorruralidad (Trimano, 2019; Funes, 2021), lo periurbano rural (Da Silva Bueno et al., 2012). Sin embargo, estos conceptos han permanecido anclados a discusiones del ámbito académico, no trascendiendo necesariamente hacia los medios de comunicación, la sociedad civil o el diseño de políticas públicas. En este artículo destacamos el rol del aún vigente imaginario rural hegemónico en la definición de lo que se entiende hoy por ‘lo rural’ en la sociedad chilena o en comunidades de experticias. En este sentido, no discutimos la pertinencia de las atribuciones normativas asociadas a los territorios rurales o urbanos en sí. Más bien, discutimos las relaciones que determinadas construcciones imaginarias establecen con realidades territoriales, transformándolas y definiéndolas acorde a determinados intereses.

En su construcción histórica, social y política, lo rural, desde su concepción, ha sido pensado y representado en relación a lo urbano (Arcilla Matijasevic & Ruiz Silva, 2013). El mismo origen etimológico del término rural hace alusión a un espacio rústico, diferenciado funcional, social y culturalmente de la urbe que define lo rural a partir de sus límites. Esta construcción desde la exclusión resulta más definitoria que las propias características intrínsecas de lo rural, no porque logre identificar de mejor manera estos territorios o porque busque posicionar los atributos inmateriales por sobre los materiales, sino porque posiciona a este concepto en una trayectoria histórica (González López & Mena Flühmann, 2009). Dicha trayectoria, particularmente en Latinoamérica, se asocia principalmente a las transformaciones de una función productiva expresada en la provisión de materias primas, experiencias e ideales desde los territorios rurales hacia los territorios urbanos. De esta manera, las necesidades y deseos de las y los habitantes urbanos han tenido un rol relevante en la construcción de lo que hoy son los territorios rurales.1 Lo anterior es consistente con lo que señala Ito (2016) para el contexto japonés y Entrena Durán (2014) para el contexto español.

Si el peso de estas demandas y expectativas terminan moldeando lo que es lo rural, resulta necesario discutir los análisis que rescatan las construcciones imaginarias de los espacios rurales, originadas a partir de políticas públicas o emprendimientos privados pensados para habitantes urbana/os (Silva, 2006). Un caso interesante, siguiendo esta línea de pensamiento, es el rol de la publicidad inmobiliaria en el contexto de la pandemia. Esta ofrece una re-presentación dirigida a habitantes urbanos/as que imaginan sus vidas en contacto con una naturaleza romantizada, lejos de las aglomeraciones, peligros y contaminación, en espacios rurales vaciados de una mirada local (Greene et al., 2020). Especialmente por medio de determinadas claves visuales, la publicidad —inmobiliaria o turística— aporta a la construcción de un imaginario idílico de lo rural sustentado en una relación armónica con una naturaleza fundamentalmente buena y domesticada (Entrena Durán, 2014), y disponible para el goce.

Es por lo anterior que el imaginario ha sido y sigue siendo una dimensión clave para dar cuenta de lo que son los territorios rurales, no solamente porque permiten a las personas tener imágenes coherentes acerca de territorios que no necesariamente conocen, sino porque permiten entender las acciones y entramados sociopolíticos que operan en las definiciones y proyecciones de estos.

En el mundo anglosajón existe una importante tradición asociada al estudio de imágenes construidas sobre los territorios rurales (Shucksmith, 2016; Powell et al., 2013; Short, 2006). Si bien existen salvedades contextuales que no serán revisadas en este texto, podemos discutir un imaginario que, desde el siglo pasado, hace eco en las realidades rurales latinoamericanas. En este, lo rural es visto como un espacio de inocencia, valores tradicionales y paisajes pastoriles, donde prima una tranquila vida en comunidad, en armonía con una naturaleza buena, como lo ejemplifica el imaginario idílico promovido por los comerciales de productos lácteos en Chile.

Las imágenes construidas para alimentar este imaginario poseen fuertes cargas valóricas y afectivas que se sustentan en intereses sociopolíticos y económicos que buscan promover una determinada construcción de los territorios rurales. El principal efecto de este imaginario es la homogeneización de esa pluralidad territorial que se ampara bajo el paraguas de ‘lo rural’. Este imaginario se posiciona como contracara de determinados aspectos de la vida urbana moderna, constante horizonte de comparación y diferenciación realizada por las y los habitantes urbanos. Es el aspecto valorativo de esta contracara el que fundamenta la necesidad de un control desde lo urbano, de seres y territorios cándidos para su preservación. En este sentido, a la hora de construir lo rural, desde este imaginario se prescinde de la participación de aquellas personas que efectivamente habitan esos territorios. Lo anterior se traduce en prácticas sociopolíticas de exclusión de saberes, y planificaciones territoriales para controlar la relación entre los habitantes y sus territorios desde el Estado, la academia, las empresas privadas y, en general, lo urbano como señalan distintos autores (Shucksmith, 2016; Arcilla Matijasevic & Ruiz Silva, 2013; Jones, 1995).

La ciudad como horizonte global en el siglo xxi

Si bien existen imaginarios urbanos diversos y opuestos, se ha extendido por distintos campos de las ciencias, empresas y por instituciones transnacionales, la idea de un avance inexorable de lo urbano sobre lo rural, de una urbanización planetaria que se ha vuelto “una forma de sentido común, doxa alrededor de la cual se articulan preguntas relativas a la condición urbana global contemporánea” (Brenner & Schmid, 2016, p. 307).

Más allá de los debates sobre la definición tecnocrática del espacio urbano, la pregunta por aquello que definiría la ciudad como artefacto sociocultural o como modo de vida urbano ha generado amplios debates ontológicos, políticos y estéticos (García Canclini, 2007; Silva, 2006; Sassen, 1996). Queda fuera del alcance de este escrito hacer un repertorio de todas las imágenes asociadas a lo urbano, mas nos interesa revisar algunos imaginarios totales que siguen vigentes en su actuar.

Por un lado, la ciudad occidental se re-presenta históricamente como el lugar de lo civilizado, de riqueza y comercio, bastión protector ante un entorno salvaje. Esta imagen tiene una fuerte expresión dentro de la urbanización colonial de las Américas donde el acto colonizador se fusiona con el acto urbanizador (Orellana, 2016). Así, la colonización-urbanización hace parte del proyecto y visión occidental europea de la colonización de la vida, a través del diseño del espacio físico y de la ciudad como el ápice de la civilidad.2 Estos imaginarios se relacionan con las re-presentaciones sobre las cuales se construyen las políticas modernizantes del siglo xx y sus discursos higienistas o desarrollistas (ver, por ejemplo, Sesma & Martínez Coenda, 2019, para el caso argentino).

En esta línea narrativa de la ciudad-civilizadora encontramos expresiones contemporáneas como las ciudades inteligentes, creativas o innovadoras. Subyace en particular la concepción de la ciudad como lugar de interacción, intercambio, flujo, y sociabilidad, donde las alteridades y las diferencias se encuentran. Evidentemente esta sociabilidad atribuida a la ciudad es fuertemente tensionada por experiencias de la vida cotidiana (Giglia, 2001).

Por otro lado, lo urbano se asocia también a lo salvaje y descontrolado (ver, por ejemplo, Smith, 2012, para el caso norteamericano). La ciudad es representada como infierno o jungla. Se asocia entonces lo enfermo o patológico dentro del habitar urbano con la pobreza, delincuencia o la informalidad. Esta imagen está presente para las ciudades latinoamericanas, asociada a los distintos asentamientos informales en la región. Estas re-presentaciones de lo urbano tienen eco en procesos contemporáneos de ‘estigmatización territorial’ de lugares urbanos generalmente vinculados a la pobreza y racialización de sus habitantes, la degradación habitacional, incivilidad y delincuencia (Wacquant et al., 2014).

Paralelamente, desde los años 1990 se asocia el riesgo de desastres con las formas urbanas modernas y posmodernas, por importantes desastres urbanos desde los años 1980 que pusieron en evidencia la alta producción de riesgo en el entorno construido urbano (Fernández, 1996), como los terremotos de México y Valparaíso o las inundaciones en Buenos Aires en 1985, o los deslizamientos de laderas en Río de Janeiro en 1988.

Los desastres urbanos expresarían así una forma de urbanización que supera cierto límite, expresión de un desequilibrio de las ciudades con sus medios. La asociación de lo desastroso con lo urbano se ha expandido a ciertas formas de urbanización que acentúan el riesgo como los asentamientos en las laderas de cerros o el lecho de los ríos, que sean estos por procesos de ocupación ilegal o informal continuas desde el siglo xix o por las políticas de liberalización de suelos, por ejemplo, desde los años 1980 en Chile o desde los años 1990 en Perú.

Se relaciona también con ‘regresiones’ socioespaciales de la ciudad posmoderna, considerada inclusive como una anticiudad, con expresiones como los barrios cerrados, los ‘malls’, los megaproyectos o grandes suburbios habitacionales (Paquot, 2015), expresión espacial “del neoliberalismo económico, de la urbanización especulativa, de la sociedad atomizada, de la cultura individualista, de la política local débil y del capitalismo financiero fuerte” (Belil et al., 2012, p. 9).

Así, a pesar de amplios cuestionamientos y debates, lo urbano y lo rural se han concebido tradicionalmente de manera dicotómica. En ambas re-presentaciones territoriales existen extremos normativos y estos imaginarios siguen en tensión y en cuestión hoy. Entendemos la importancia epistémica y política de describir y cuestionar imaginarios dominantes de lo urbano y lo rural, ya que tienen agenciamientos y participan de la re-producción de lo real, en particular en un contexto de desigualdad, fragmentación socioespacial y de crisis ecológica.

Proponemos aquí aportar a esta indagación sometiendo a debate algunos objetos que circulan en distintos espacios sociales y que alimentan estos imaginarios dominantes sobre los territorios urbanos y rurales, objetos normalizados por distinto/as actores de la sociedad civil, el Estado y el mundo empresarial.

Metodología y selección de los casos de estudio

Este artículo nace de un diálogo interdisciplinario en el marco de dos investigaciones doctorales, una relativa a las narrativas hegemónicas y efectos socioespaciales de modelos territoriales de resiliencia en América Latina, la segunda sobre formas de habitar de las infancias y la niñez rural en Chile. Si bien las temáticas en sí parecieran no presentar puntos de contacto, las instancias de diálogo orientadas a los fenómenos territoriales complejos nos permitieron plantearnos los interrogantes que motivaron este análisis. Observamos que la construcción de los imaginarios territoriales permite entender ciertas dinámicas que operan en los territorios que estamos estudiando y, al mismo tiempo, tener un terreno conceptual fértil para converger formas diversas de pensar el mundo. Por este motivo, hemos aprovechado la oportunidad de seleccionar objetos de análisis dispares en cuanto a materialidad, alcance y territorialidad para abrir discusiones que apuntan a distintos procesos de construcción del territorio, dar cuenta de la diversidad de formas en que se reproducen los imaginarios territoriales fuera de la academia, discutir y construir analíticamente objetos de estudio a partir del diálogo con una persona de otro ámbito disciplinar.

Al formular el interrogante sobre imaginarios dominantes, elegimos una puerta de entrada desde arriba, es decir desde actores/as que tienen un agenciamiento significativo en la orientación y consolidación de ciertas representaciones territoriales. Estas representaciones no son únicas y constituyen elementos en disputa, tal como se señaló en la sección anterior.

La reflexión teórica-conceptual se sustenta sobre tres casos con los que buscamos dar cuenta de representaciones territoriales vigentes que, si bien no son exhaustivas, son relevantes en el contexto de crisis. Desde estos tres casos cuestionamos los ámbitos de producción y actore/ as hegemónico/as que han alimentado los imaginarios en discusión, a saber, el Estado, el mundo empresarial y grupos intelectuales. Los tres casos en cuestión conciernen tres objetos difundidos por distintos canales y dirigido a diferentes audiencias: una revista chilena de distribución mensual con alcance nacional, un texto de políticas públicas con alcance regional, pero promovido en redes internacionales, y un sitio en internet que promueve una exposición reconocida a nivel mundial.

Para el análisis, nos basamos en el material secundario constituido por los tres objetos señalados:

Con base en estos materiales, se desarrollan preguntas conceptuales a partir de un ejercicio descriptivo y un análisis semiótico enfocado principalmente a los componentes visuales y textuales de los casos y sus relaciones con sistemas de sentido más amplios (Rose, 2001), como lo son los imaginarios territoriales. En este sentido, la selección realizada de las imágenes y los textos específicos responde a criterios ilustradores de las relaciones conceptuales que buscamos resaltar aquí, más que a una realidad objetiva y exhaustivamente descrita.

Al centrarse en imaginarios dominantes, dejamos de lado las re-presentaciones subalternas, alternativas, o marginalizadas que existen en o sobre los territorios. Asumimos esta limitante dado que el foco está puesto en el proceso de reproducción de los imaginarios dominantes frente a las transformaciones de las crisis globales, pero debe tenerse en cuenta que estas no son las únicas re-presentaciones sino que distintos/as actores/as interactúan de manera conflictiva o cooperativa para promover distintas visiones y agendas sobre dichos territorios.

Tres casos que contribuyen a la construcción de imaginarios territoriales

Imaginario de colonización en el caso de la Revista Club de Amantes del Vino

El Club de Amantes del Vino (cav) es una organización chilena que vincula productores y consumidores de vinos, asociaciones, locales comerciales y múltiples redes sociales.3 En esta labor, los socios describen la promoción y comercialización de los productos como ‘el despertar la pasión por el vino’ para las y los consumidores. Esta pasión concerniente a la experiencia del consumo se vincularía a ‘lo sensorial y emocional que rodea al vino’. Es así como la adquisición y consumo conlleva una carga simbólica e imaginaria que trasciende al producto para expandirse hacia todo aquello que lo rodea, incluido el espacio de producción del vino.

La revista mensual ‘cav’, en circulación desde 1997, es entregada mensualmente a las y los subscritores/as junto a algunos productos, dependiendo de la cuota pagada. En esta revista, que consta de un poco más de cien páginas a color, se publicitan distintas bebidas alcohólicas, alimentos, locales de comida, vestimentas, autos, entre otros productos. De manera intercalada, aparecen pequeñas notas y reseñas de expertos y aficionados acerca del mundo de los vinos. En las fotos, productores/as y consumidores/as aparecen en vestidos de manera semiformal (con zapatos de cuero y camisas blancas sin corbata), sonriendo frente a algún plato gourmet o copa llena.

En la revista también aparecen fotografías que retratan paisajes principalmente rurales, de distintos valles de la zona centro y centro-sur del país (por ejemplo, Valle del Maipo, Valle de Colchagua, Valle de Curicó). Fotografías de paisajes soleados, despejados y tranquilos. En estos, los viñedos suelen ser los protagonistas de las tomas, caracterizados por esas hileras ordenadas y verdes en las que de manera esporádica aparecen trabajadores anónimos. En su conjunto, aparece una naturaleza limpia y apacible que genera con vitalidad y abundancia aquellos productos que serán procesados y consumidos respetuosamente por los verdaderos amantes del vino. A veces, estas fotografías están acompañadas por descripciones que resaltan producciones locales pujantes en los mercados nacionales e internacionales. Producciones asociadas a una labor de esfuerzo noble, artesanal, tradicional, que amerita admiración y respeto por parte de los lectores. Historias ricas en adjetivos que relatan los triunfos y las alegrías merecidas de empresas productivas humanas frente a adversidades como las sequías, las competencias extranjeras o el inmerecido desconocimiento del producto por parte del público general.

Hay dos aspectos del esfuerzo discursivo de la revista que quisiéramos abordar: una automatización de la producción moralmente sustentada y una suspensión de la historicidad. En cuanto a la primera, las descripciones se focalizan en el éxito de las producciones a partir del esfuerzo emprendedor de individuos con cualidades como la visión, la persistencia y la pasión. Tales cualidades ponen en un segundo plano complejas dimensiones estructurantes como la patrimonial (por ejemplo, el origen de la inversión inicial), la tenencia de la tierra y el acceso al agua. En su lugar, los territorios responderían al valor moral del individuo con la calidad y abundancia de las cosechas, como si dichos territorios estuvieran predispuestos a la producción vitivinícola, a la espera de una buena inversión. El premio a un pionero que se hace a sí mismo y representa una marca comercial, a su esfuerzo (duro, pero no doloroso; laborioso pero placentero) y a su persistencia es, por lo tanto, un éxito empresarial que se traduce en la ganancia del consumidor, a su vez premiado por el conocimiento de la historia del producto.

En cuanto a la segunda, para consolidar una experiencia de túnel para el o la consumidor/a, se posiciona a la producción en una cadena cuyos extremos no pueden divisarse por su carácter perpetuo, trascendental. El pasado, presente y futuro se superponen en una misma temporalidad. No hay ni un antes ni un después de un determinado uso productivo de un territorio visibilizado y reconstruido desde su ocupación. La producción vitivinícola existiría en unos brumosos albores del país a partir de descripciones que enfatizan el valor ‘ancestral’ de la misma, otorgándole a esta actividad una identidad naturalizada en la calidad de los productos elaborados de generación en generación. Con estas relaciones, el o la cliente asocia el amor por su país con el amor a sus tierras y finalmente a sus productos. Con esta asociación puede sumergirse en un mundo de experiencias sensoriales, liberado de complejidades, contradicciones y conflictos asociados a la colonización de los territorios, para así dedicarse al simple consumo. Para reforzar la construcción de consumidores centrados en su experiencia hedonista, la revista cav construye un imaginario territorial de una ruralidad bucólica, natural, moralmente sustentada en valores tradicionales. En este imaginario, el territorio es para el goce de la diada productor-consumidor, el vino les pertenece porque se lo merecen y lo valoran, el proceso productivo le pertenece porque es natural que así sea.

En una nota en particular se describe brevemente la vida productiva de un adulto mayor que cultiva vides en la región del Maule. El tono romántico de la descripción parte y termina con la idea de perpetuidad de la actividad productiva: comienza mencionando la producción vitivinícola de las generaciones pasadas y termina proyectando el rol del nieto en el futuro del productor. De esta manera, al implicar acríticamente generaciones pasadas y por venir, este imaginario territorial aplana la dimensión histórica de la actividad misma, naturalizando de manera ideológica su perpetuidad.

En esta continuidad transgeneracional residiría una identidad, tradicionalmente asentada, cuyo fortalecimiento permitiría a las personas salir de la pobreza. En esta construcción imaginaria, la identidad es la actividad productiva, por lo que desde esta asociación se entiende que fortalecer la identidad tiene correspondencia directa y necesaria con aumentar o profundizar la producción. Este último punto es relevante para dar cuenta de las implicaciones de este particular imaginario territorial desde el punto de vista político: si la actividad productiva vitivinícola define identitariamente el habitar de un determinado territorio, cualquier cuestionamiento, visión alternativa o propuesta de cambio de tal empresa privada, atentaría contra el propio ser de esas personas y territorios.

Resiliencia de las ciudades globales y el olvido de lo rural

En 2013 la Fundación Rockefeller lanza un programa filantrópico global llamado ‘100 Ciudades Resilientes’ (100RC) que busca solucionar problemas planetarios de desarrollo situados en el cruce entre procesos de globalización, urbanización y cambio climático. El papel de lo urbano en la búsqueda global de desarrollo humano se constituye como uno de los pilares paradigmáticos de este programa.

Como lo ilustra la figura 1, la narrativa asociada al programa se construye en torno a cuatro ideas:

En la propuesta gráfica se representa la urbanización con la aparición de edificios en cantidad, altura e intensidad de color creciente, que aparecen en una superficie desconectada de la Tierra, como una capa flotante sobre el planeta que se uniformiza. El planeta solo cambia por la región del mundo representada, pero constituye una morfología planetaria similar, una unidad. La infografía esquemática esboza la uniformización urbana planetaria.

Narrativa de la urbanización planetaria y la crisis en el programa 100RC
Figura 1.
Narrativa de la urbanización planetaria y la crisis en el programa 100RC


Fuente: Fundación Rockefeller (2013). 100 Resilient Cities Centennial Challenge[infografía]. Recuperado el 12 de mayo de 2021 de https://cdia.asia/2013/08/18/100-resilient-cities-centennial-challenge/

El programa 100RC se basó en Nueva York (ee. uu.) y buscó generar una red de ciudades que puedan desarrollar estrategias de resiliencia, intercambiar sus experiencias, generar proyectos públicos y privados. Duró hasta 2019, luego el programa evolucionó en diversas iniciativas globales (por ejemplo, ‘Global Resilience Cities Network’) que retoman y reproducen los imaginarios en cuestión.

Entre las ciudades que participaron en esta red en América Latina, la ciudad de Santiago de Chile se incorporó con la cooperación con las autoridades regionales, aplicándose así en un espacio concebido como una ciudad-región. El marco conceptual y la metodología fueron elementos transversales desarrollados por la empresa consultora global arup y la Fundación Rockefeller, quienes además prestaron servicios de seguimiento y consultoría para el desarrollo del proyecto.

En la Estrategia de Resiliencia de Santiago se concibe una mirada territorial que aborda poco las zonas rurales de la región, lo cual puede explicarse por el enfoque urbano original de la red: el modelo de resiliencia utilizado ha sido diseñado para un espacio –administrativo, de mercado o conceptual– que corresponde a un territorio urbano. Esta característica intrínseca de la red entra en tensión en el caso de Santiago, al alojarse el proyecto en una instancia regional y esperar así un abordaje a mayor escala. Resulta así confusa la definición del espacio imaginado y abordado por el documento: Santiago, la región, la ciudad, la ciudad de Santiago, la Región Metropolitana, la RMS, reproduciendo una amalgama entre el espacio regional y el espacio urbano.

Se empieza así a dibujar un imaginario de lo rural por lo que no se omite de él, como una imagen en negativo de estos territorios. La cartografía utilizada en el documento refuerza la idea de una superficie extensa de zonas y de unidades administrativas consideradas como rurales, a la vez que subraya la idea de una población casi exclusivamente urbana, como se ejemplifica en imágenes del documento (figura 2). Empieza entonces a emerger una representación de espacios grandes, amplios y no habitados.

Representando la ciudad-región en la Estrategia de Resiliencia
Figura 2.
Representando la ciudad-región en la Estrategia de Resiliencia


Fuente: Izquierda: (Equipo de Resiliencia Santiago Resiliente, 2017, p. 44). Derecha: (Equipo de Resiliencia Santiago Resiliente, 2017, p. 24).

Lo rural, lo rurbano, las interfaces, lo no estrictamente urbano, escapa a la mirada de resiliencia de este modelo de 100RC desde su misma propuesta conceptual y metodológica. La centralidad atribuida a las ciudades puede explicarse por varios factores, uno de los cuales tiene relación con los imaginarios urbanos alimentados por una concepción sistémica de la resiliencia. Esta concepción fue importada al urbanismo en el intento por utilizar la teoría sistémica de la reproducción ecológica para entender dinámicas sociales (Alexander, 2013). Este traspaso se pudo realizar fácilmente para territorios urbanos porque el enfoque dialoga bien con otra concepción hegemónica: la ciudad moderna imaginada como un conjunto de redes y flujos (Picon, 2014). Es entonces fácil la aplicación del concepto al objeto urbano, a expensas de aquellos territorios que escapan a este imaginario sistémico. Además, esta percepción del predominio urbano concuerda con una concepción creciente de lo urbano como un mercado en el que se pueden vender nuevos servicios con un alto rédito en términos de reputación empresarial (Svitková, 2018; Metzger & Robert, 2013).

El documento, de 209 páginas y de gran expresión visual, utiliza menos de 20 imágenes para mostrar territorios que no son los del Santiago urbano. Estas pueden ordenarse en tres repertorios que nos dan características de lo rural imaginado desde las políticas públicas territoriales chilenas. El primero, el espacio productivo: una producción de hortalizas, una mujer regando en una huerta, un hombre y su maquinaria para fumigar arboles frutícolas, una mini central hidroeléctrica. El segundo, el espacio natural, constituido por ríos, bosques y montañas, paisajes sin presencia humana. El tercero, corresponde a puentes, rutas, autobuses, autopistas, es decir a infraestructura de movilidad para llegar a estos lugares presentados por sus dificultades de acceso, o para atravesar o cruzar estos espacios para llegar a otros lugares.

El imaginario del territorio rural empieza así a constituirse en la intersección de espacios de lo productivo, lo natural y lo que debe atravesarse. En el documento, el espacio que pareciera ser exclusivo de los espacios urbanos y que es omitido para lo rural, es el espacio de los poblados, es decir, el espacio habitado por personas con vidas cotidianas. Este imaginario de lo rural borra el pueblo habitado, y se construye alrededor de este vacío, de esto faltante, sobre lo productivo, natural o infraestructural.

¿Nuevos y viejos imaginarios en el caso de la muestra ‘Countryside, The Future’?

Entre febrero 2020 y febrero 2021, la muestra ‘Countryside, The Future’ (‘El campo, El Futuro’) se desarrolló en el museo Guggenheim, en Nueva York (ee. uu.) (figura 3). Concebida por Rem Koolhaas y Samir Bantal, dos arquitectos provenientes de amo, 4 la muestra buscó disputar la hipótesis que una urbanización en constante crecimiento es inevitable al proponer “explorar los cambios radicales en los territorios rurales, remotos y salvajes, colectivamente identificados como ‘countryside’” (Guggenheim, s.f.).

Esta exhibición, de 25 dólares la entrada, no tiene nada que ver con arte o arquitectura según Koolhaas (Wainwright, 2020). A pesar de la enorme cantidad de datos utilizados en su confección, esta muestra -como menciona una de las organizadoras en una entrevista- sería problemático considerarla una investigación (Brown, 2020). Therrien, curador de la muestra, la describe como una exhibición ‘mix-media’ cuyo objetivo es hacer pensar a las personas de manera distinta acerca del campo (Guggenheim, s.f.). Se construye, según su autor, como “una inédita cascada de preguntas” que permite interrogar el futuro de lo rural (Guggenheim, s.f.). La invitación de la muestra es a enfocarse en el 98% de la superficie del mundo no ocupada por ciudades, una invitación que busca ser así innovadora y supone que hasta ahora las y los asistentes y urbanistas se han focalizado solamente en un 2% de la superficie terrestre. Sin embargo, aglutinar ese 98% como la categoría no-urbana demuestra un sesgo posicional propio de las disciplinas que justamente han construido la metanarrativa de la urbanización planetaria. Con este ejercicio epistémico-político, la exhibición yuxtapone acríticamente y aplana miradas disciplinares (geológica, geográfica, antropológica, etc.), posicionalidades subjetivas y pluralidades de sentido, diferentes a esta visión del urbanismo. De ese modo, al considerar ese 98% del espacio que no es urbano, mezclando por ejemplo océanos y pueblos, la muestra se centra en un espacio definido desde una estricta oposición a la superficie urbana, reproduciendo así el pensamiento binario clásico rural/urbano.

Vista de la instalación en el museo Guggenheim
Figura 3.
Vista de la instalación en el museo Guggenheim


Fuente:Heald, D. (2020). Installation view, Countryside, The Future. Salomon R. Gugghenheim Museum. Recuperado el 26 de septiembre de 2022 de https://www.guggenheim.org/exhibition/countryside

Este sesgo nos conduce a interrogarnos por la posición de quienes hablan a través de la muestra. Esta ha sido dirigida, diseñada, pensaba por dos hombres urbanos del Norte global, urbanistas y arquitectos. Rem Koolhaas, el iniciador de la propuesta, es un arquitecto reconocido vinculado a grupos de investigación en urbanismo de la universidad de Harvard. Es un influyente profesional en su campo de experticia, y fue uno de los promotores de la narrativa de la era urbana o de la urbanización planetaria (Brenner & Schmid, 2016). El arquitecto reconoce su sesgo al comentar esta nueva muestra: “sí, hay algo inherentemente ridículo en darse cuenta de repente de que el resto del mundo existe” (Barba, 2020). Este darse cuenta es presentado como un descubrimiento de tierras y recursos potenciales para el aprovechamiento, para el desarrollo, para las oportunidades emprendedoras o para la salvación del futuro de la humanidad. El ‘para’ que moviliza la atención a estos territorios se vincula con una acción colonizadora que permanece fuera de toda crítica.

La muestra está situada en un museo icónico de uno de los principales centros geográficos y simbólicos de lo urbano. Empieza en las calles aledañas al museo con la instalación de un enorme tractor controlado por iPad, actuando como anuncio de lo que ocurre al interior del museo (figura 4). Koohlaas define la presencia de este tractor como “brutal y rara” (Gibson, 2020). En la entrada del edificio, y sintetizando toda la exhibición, este tractor aparece como un juguete que, si bien está fuera de ‘su’ lugar (lo rural), es manipulado por las y los habitantes urbanos, quienes poseen su control.

Una vez dentro, el o la visitante se encuentra con un emprendimiento de granja artificial con luz rosada, muros de frases e imágenes de paisajes rurales, información en diversos soportes (pantallas, pancartas, fotografías, vídeos), robots que deambulan por la muestra, un mamut impreso en 3D. Para recordar que se trata de una muestra del campo, un fardo de heno cuelga del techo, souvenir descontextualizado para el disfrute de las y los espectadores pagantes, quienes no son habitantes rurales que reflexionan sobre los cambios de sus territorios, sino habitantes urbanos que se entretienen con la vista del tractor, se sorprenden con robots en paisajes rurales y se entretienen con un fardo colgado.

Vista de la instalación en el museo Guggenheim, febrero-agosto 2020
Figura 4.
Vista de la instalación en el museo Guggenheim, febrero-agosto 2020


Fuente: Heald, D. (2020). Installation view, Countryside, The Future. Salomon R. Gugghenheim Museum. Recuperado el 26 de septiembre de 2022 de https://www.guggenheim.org/exhibition/countryside

La búsqueda de innovación de la mirada sobre lo rural es explícita: «es la primera línea de la modernización […]. El campo es aún el lugar donde las nuevas ideas y experimentación realmente se llevan adelante», afirma Samir Bantal uno de los creadores en el video promocional (Guggenheim, 2020). Ese ‘aún’ da cuenta de una brecha marcada por una línea entre unos territorios urbanos ya copados y unos territorios ajenos y lejanos, desaprovechados, faltos de dueños y emprendedores creativos que todavía no han llegado a invertir (conquistar) lo que está a su alcance, para, de este modo, correr esa frontera urbana imaginaria en su beneficio.

En este sentido, el llamado está dirigido a las y los habitantes urbanos, quienes se habrán de fijar en el campo de manera diferente (según el objetivo de la muestra) poniéndose los lentes de pionero/as, emprendedore/as, nuevo/as colonizadore/as del campo. Las y los habitantes rurales, sus visiones y sus deseos, nuevamente permanecen postergados por una práctica que, aunque se autodefina como innovadora, tiene una historia de por lo menos más de un siglo. A partir de lo anterior, puede decirse que el ejercicio de la muestra, en su compleja confusión, produce y reproduce imaginarios acerca de espacios otros (countryside) y tiempos otros (the future).

Por último, es significativo señalar que las actividades programadas de la exhibición han sido interrumpidas por la pandemia del covid-19. Esta crisis global ha afectado directamente a miles de millones de habitantes urbano/as y rurales, creando un escenario terrible acompañado de un auge de varios cuestionamientos éticos y políticos no considerados por los autores y curadores de la muestra, como la justicia espacial, la jerarquización entre los trabajos reproductivos y productivos, la explotación y destrucción de ese 98% de la superficie terrestre habitado por otras especies, la colonialidad de la tecnociencia en la disponibilidad de vacunas a escala global. Cabe preguntarse si esta crisis ha finalmente desestabilizado críticamente a este imaginario de conquista y experimentación sobre los territorios otros, o si solamente ha pausado su reproducción.

Discusión y conclusión. Cambios y persistencias de los imaginarios en (la) crisis

En el presente artículo buscamos aportar a un debate de larga trayectoria sobre la producción de los territorios urbanos y rurales. Este debate ha tenido importantes avances en la academia, donde se han propuesto conceptos y perspectivas para superar las limitaciones impuestas por la categorización binaria urbano/rural. Aun así, nos preguntamos críticamente si tales propuestas han tenido efectivamente eco en la construcción social, cultural y política de los imaginarios que moldean dichos territorios.

Para ello, nos propusimos indagar cómo ciertas re-presentaciones hegemónicas ampliamente criticadas por la academia continúan alimentando las producciones imaginarias presentes en la actualidad chilena y latinoamericana por medio de objetos de amplia difusión. En cada caso buscamos interrogar qué re-presentaciones de los territorios subyacen y emanan de las imágenes, narrativas y sus asociaciones: la experiencia del vino, mediada por las publicaciones de una revista, reproduce y alimenta una concepción de la naturaleza domesticada y ahistórica en lo rural; una política pública de desarrollo regional en Santiago de Chile, promovida por una iniciativa concebida desde el Norte global, retoma la narrativa de una urbanización planetaria, invisibilizando el habitar rural; una caleidoscópica exposición acerca del futuro del campo en un museo de Nueva York alimenta una visión colonizadora de habitantes urbanos que se imaginan a sí mismos como los responsables del desarrollo de lo no-urbano. Estos casos y las implicancias que conllevan por su relevancia política, sociocultural y socioeconómica, nos hacen cuestionar la real desaparición por obsolescencia de las categorías dicotómicas que han pesado tradicionalmente sobre los territorios urbanos/rurales, especialmente desde su concepción imaginaria.

Tomando en cuenta lo anterior, nos preguntamos ¿hasta qué puntos tienen efectos las pretendidas renovaciones de los imaginarios territoriales, más allá de la dicotomía urbano-rural o de las tradicionales valoraciones totalizantes de lo rural y de lo urbano? ¿Cuánto de las ideologías tradicionales que han pesado sobre la construcción de los territorios sigue en la actualidad ejerciendo efectos, a pesar de las crisis que llama a un cambio profundo de nuestra manera de ver el mundo? Es significativo que los casos que hemos descrito remitan en buena medida a las nociones tradicionales de desarrollo productivo y modernización de los territorios. En relación al caso de la revista cav observamos que la tradición, lo bucólico y el espacio productivo, están diseñados para el consumo de las/os habitantes urbanos como ocurría históricamente en las relaciones urbano-rurales. En relación con la Estrategia de resiliencia de Santiago de Chile, esta se enfoca mayoritariamente en lo urbano y cuando se re-presenta lo rural es como espacio productivo, natural o infraestructural, reproduciendo así concepciones de lo rural como espacio no habitado. En relación al caso de la muestra ‘Countryside, The Future’, lo rural se representa como un conjunto nebuloso de espacios productivos tecnologizados que pueden transformar los territorios habitados para un bien común o general. Este bien mayor está proyectado desde centros del Norte global en la imagen de un futuro para la humanidad. Por lo tanto, la puesta en escena de esta re-presentación de lo rural busca generar el asombro y la esperanza en un futuro posible para las/ os habitantes urbanos/as, quienes pueden así explorar (colonizar) nuevos espacios aparentemente disponibles de inversión en el desarrollo. A pesar de presentarse bajo estéticas y narrativas de la innovación, estas re-presentaciones reproducen viejos imaginarios totalizantes propios de la modernidad que hemos discutido en este artículo.

Para los tres casos, la re-producción de un imaginario puede ocurrir solo si existe una selección, un recorte ideológicamente intencionado de actores/as, territorios, relatos. Lo anterior, implica que ciertas dimensiones queden excluidas necesariamente para que el imaginario tenga consistencia interna. A partir del análisis realizado, se pone en evidencia cómo, a pesar de apelar a un léxico de la tradición e identidad propia (revista cav), la participación (Estrategia de la Resiliencia) o de la innovación (‘Countryside, the Future’), los y las grandes excluidas de los imaginarios territoriales construidos desde de los casos estudiados son las y los habitantes de los territorios otros. Privados del reconocimiento de existencia plena, no pueden entrar a dialogar tanto para la producción de un sentido co-construido, como para una real coexistencia en un mundo compartido. Los discursos hegemónicos revisados se construyen entonces como monólogos que prescinden de la presencia de las y los habitantes de los espacios imaginados. La inclusión de estas voces, imágenes, experiencias de las y los habitantes llevaría a la fragmentación de estos imaginarios totales y homogéneos, introduciendo multiplicidades de experiencias territoriales que harían insostenibles su reproducción. En los tres casos, se manifiesta así una violencia generada por los imaginarios hegemónicos sobre existencias otras que son limitadas en su auto-determinación. Esta negación de existencia permite finalmente que los imaginarios participen de la colonización de los espacios otros (Cejas, 2020). En un campo de intereses en conflictos por la hegemonía de un imaginario, cabría preguntarse: ¿cuáles son las fuentes de reproducción de los imaginarios que busquen proponer visiones alternas de los territorios que podrían llamarse urbanos y rurales? ¿Cuáles podrían ser sus plataformas y alcances de difusión que le permitan disputar esa hegemonía descrita en los casos presentados?

Las múltiples crisis actuales, cuya manifestación más reciente ha sido la pandemia, ¿han propiciado una real disputa por la construcción de los territorios? ¿Han precipitado la urgencia de un diálogo con los actores locales o se han integrado a los imaginarios de estos monólogos? Tras la narrativa de la crisis, particularmente reforzada en 2020, se esperarían cambios en las re-presentaciones de los territorios que habitamos. Se ha discutido en diversos lugares a escala global la necesidad de un cambio de subjetividades, una nueva normalidad diferente al estado pre-pandémico. En las agendas urbanas, hay un auge de las discusiones sobre transformaciones necesarias para la generación de ciudades resilientes, equitativas y sostenibles, a la vez que vemos cómo se refuerzan imágenes, concepciones y propuestas sobre lo urbano, que han permitido la emergencia de la crisis. De este modo, a través del análisis de casos recientes que son presentados como innovadores en cuanto a sus concepciones de lo rural y urbano, concluimos que se siguen reproduciendo los esquemas binarios y totalizantes de estos territorios. ¿Qué hace falta para que esta reproducción deje espacio a otras formas de construir imaginarios? ¿Es necesario llegar al final para dejar de imaginarse el final?

Este estudio no-exhaustivo buscó interrogar la pretendida renovación de los imaginarios territoriales. Sería necesario seguir ahondando en esta línea de investigación con el análisis de otros objetos que aportan a la construcción de imaginarios territoriales referentes a distintos territorios. Lo anterior, con el fin de ir profundizando en las pistas analíticas propuestas aquí, abocándose a sectores como por ejemplo el turismo, el inmobiliario, el activismo medioambiental y urbano, otras disciplinas científicas con alcance territorial como la epidemiología o ingeniería de transporte.

Finalmente, existen otras representaciones que necesitamos construir, cuestionar, reapropiarnos, para pensar los territorios que habitamos. Estos imaginarios por cultivar o disputar permiten repensar nuestras acciones actuales y futuras, politizar las discusiones sobre las trayectorias territoriales más allá de las lógicas tecnócratas de un mundo post-político, integrar las situaciones graves de conflictos socioambientales actuales con las perspectivas de futuros deseables y posibles. Propuestas para repensar estos espacios desde lo relacional e interdependencias (por ejemplo, la relación urbano-rural), el estudio de los espacios de interfaz e híbridos, las éticas del cuidado desde miradas territoriales que rescatan, por ejemplo, visiones poco incluidas como las de la niñez y vejez, propuestas de cambios de foco desde lo productivo hacia la reproducción social de la vida de perspectivas feministas. El presente escrito buscó, por último, participar en la reflexión colectiva sobre el devenir de los territorios que habitamos en crisis para insistir en la necesidad (epistémica y política) de fortalecer la pluralidad de imaginarios territoriales, en particular modo frente al fin anunciado por las crisis globales en las que nos vemos arrojados constantemente.

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Notas

1 Así, en la acotación de Bouza acerca de la percepción urbana del campo como un “lugar desagradable lleno de pollos crudos” (2002, p. 2), las gallinas ya no son animales domésticos sino meros pollos crudos o todavía no listos para el consumo.

2 Es, en este sentido, reveladora la caracterización sociocultural que se dio a diferentes pueblos indígenas del continente donde la no constitución de ciudades (como es el caso del pueblo Mapuche o de pueblos amazónicos) llevó a concebirlos como no-civilizaciones o no-culturas.

3 Debido a consideraciones legales, decidimos abstenernos de incluir imágenes de la revista y desarrollar descripciones pertinentes de ejemplos oportunos para el análisis.

4 Think tank del estudio internacional de arquitectura y urbanismo oma (por Office for Metropolitan Architecture) con sedes en Australia, ee. uu., Hong Kong, Quatar y Holanda.