Traducciones
La geografía y la guerra, los geógrafos y la paz: ampliando las agendas políticas y de investigación*
Virginie Mamadouh**
https://doi.org/10.12804/revistas.urosario.edu.co/territorios/a.14838
Universidad del Rosario
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Introducción
La relación estrecha entre la disciplina de la geografía y la violencia militar en proyectos tanto nacionalistas como imperialistas está bien establecida. Sin embargo, hasta hace poco, la guerra rara vez ha sido un tema prominente en las investigaciones geográficas. Aún menos se ha tratado la paz como objeto de estudio, a pesar de que siempre ha habido geógrafos que han intentado usar la geografía para promover la paz o deslegitimar la guerra y la violencia. Este trabajo ofrece una visión de las numerosas agendas políticas y de investigación que se han desarrollado recientemente en la geografía en relación con la guerra y la paz.
Este texto es un complemento de un ensayo anterior que analizaba cómo los geógrafos han abordado la guerra y la paz desde el establecimiento de la geografía académica moderna en Occidente (Mamadouh, 2005). En esa ocasión, argumenté que se pueden distinguir dos períodos principales, siendo 1945 un momento decisivo marcado por el bombardeo de Hiroshima y Nagasaki a principios de agosto, el final de la Segunda Guerra Mundial y el establecimiento de la Organización de las Naciones Unidas. Un segundo momento decisivo fueron los ataques del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York y Washington D. C., que dieron lugar a la Guerra Global contra el Terrorismo liderada por Estados Unidos. Esto marcó el inicio de un tercer período, que es el enfoque del presente documento.
El escrito se organiza en cinco secciones. Las dos primeras abordan el contexto general de los cambios en la guerra y la paz, y las transformaciones en la geografía académica. Los siguientes tres apartados discuten el trabajo de los geógrafos con respecto a las geografías de la guerra y la paz, tanto como investigadores como activistas: geógrafos que escriben sobre la guerra (y la paz), geógrafos que escriben sobre la paz (y el conflicto) y geógrafos involucrados en la guerra y la paz.
Esta revisión bibliográfica no pretende ser un metaestudio basado en datos cuantitativos y bibliográficos diseñados para describir la estructura del campo de estudios.1 En lugar de centrarse en estudios de casos empíricos y monografías, el texto se enfoca en artículos de revisión que proponen una agenda de investigación y en volúmenes editados. Además, las contribuciones en estos volúmenes editados y números especiales se mencionarán solo ocasionalmente de manera individual, y la reseña se limita a publicaciones en inglés (con muy pocas excepciones).2
Principales avances en la guerra y la paz en el siglo xxi
El siglo xx estuvo marcado por cambios fundamentales en la guerra y la paz. Su primera mitad estuvo caracterizada por guerras coloniales a gran escala, guerras nacionales, guerras interestatales, y la gran escalada de la Primera y Segunda Guerras Mundiales. El siglo también fue testigo del desarrollo de tecnologías militares, como el bombardeo aéreo de civiles y la invención y proliferación de armas nucleares. Al mismo tiempo, el derecho y la política internacionales se orientaron hacia la resolución pacífica y proactiva de disputas.
El establecimiento de las Naciones Unidas en 1945 vino acompañado de la proscripción decisiva del poderío militar como la manera normal de intervenir en otros países. La guerra se convirtió en una conducta estatal excepcional y condenable, justificable solo en última instancia para defender a su propia población y territorio. Un poderoso símbolo de este cambio fue el renombramiento de la mayoría de los ministerios de guerra en todo el mundo como ministerios de defensa. No es que la guerra desapareciera, pero sí que quedó seriamente deslegitimada.
Los atentados del 11 de septiembre de 2001 pueden ser vistos como un punto de inflexión. Por su mera geografía (ubicación, alcance y escala), fueron un ejemplo impactante de una nueva forma de guerra en la que ni los objetivos ni los medios estaban territorializados. Actores no estatales trabajando en una red demostraron ser capaces de llevar a cabo un ataque a gran escala en el corazón de la patria del Estado más poderoso del mundo. La respuesta de Estados Unidos, con la invasión de Afganistán, reterritorializó la guerra culpando al gobierno afgano de no controlar a Al Qaeda, que operaba desde su territorio.
Al movilizar una ‘coalición de los dispuestos’ en una Guerra Global contra el Terrorismo, Estados Unidos reorganizó el orden mundial que había surgido en el período posterior a la Guerra Fría, marcado por la globalización y el optimismo respecto al comercio global y la paz mundial. En cambio, la militarización y la seguritización impregnaron cada vez más la vida social, sobre todo en términos de control de la migración transfronteriza, la vigilancia policial de las ciudades y la contención de las protestas.
Por otro lado, la escalada de la guerra ruso-ucraniana con la invasión a gran escala de Ucrania el 24 de febrero de 2022 fue un poderoso recordatorio de que las guerras más ‘tradicionales’ no estaban obsoletas, ni en su lógica y retórica, ni en su expresión material. La destrucción de ciudades como Mariupol evocó los bombardeos aéreos de la Segunda Guerra Mundial, mientras que la guerra de trincheras en lugares como Bakhmut resuena con los horrores de la Primera Guerra Mundial.
Las instituciones de paz, por su parte, han demostrado ser menos eficaces de lo esperado. A principios del siglo xxi, se produjo una crisis de legitimidad en las principales instituciones internacionales, marcadas como occidentales y cada vez más desafiadas por grandes Estados no occidentales con creciente poder económico, financiero, militar o cultural, como China, India, Irán, Arabia Saudita y Brasil, por ejemplo.3 Esta creciente brecha entre Occidente y sus rivales socava la capacidad de las instituciones internacionales existentes para fomentar la solución pacífica (en el sentido de no beligerante) de las disputas y obstaculiza las negociaciones en conflictos localizados o en escalada.
Desarrollos clave en la geografía académica en el siglo xxi
En contraste, la geografía académica no cambió radicalmente desde el cambio de siglo. Las tendencias de finales del siglo xx se aceleraron, incluyendo el cambio en las prácticas académicas en cuanto a investigación y publicación (Paasi, 2015), y la expansión de una gama cada vez más diversa de enfoques, incluido un nuevo giro hacia las materialidades.
Todas estas perspectivas ampliaron drásticamente las agendas de investigación propuestas por los geógrafos, expandiendo el enfoque mucho más allá de los Estados, los actores estatales y las relaciones interestatales. Las diferentes ontologías y epistemologías también traen consigo distintos puntos de vista sobre la ética. Las geografías feministas han incorporado una ética del cuidado que justifica la reconceptualización de las relaciones entre el investigador y los participantes en la investigación como más colaborativas y menos extractivistas.
La investigación misma se problematiza hoy en día, en el sentido de que se ha vuelto más importante una mayor autorreflexión sobre la posicionalidad de los investigadores/autores y la situacionalidad del conocimiento producido. Las geógrafas feministas y críticas han hecho visibles las agendas políticas, tanto las que no están marcadas como tal (aquellas que buscan mantener el statu quo, la geografía como una ayuda para el arte de gobernar e informar las políticas de los poderes fácticos) y las que apuntan a promover la emancipación y la justicia social (y climática) o apoyar a los grupos marginados de la sociedad.
Combinado con la ampliación de las agendas de investigación y políticas de los geógrafos en relación con los estudios de paz y conflicto, en la actualidad se presta más atención a las dimensiones geográficas en disciplinas afines; es decir, se ha producido un giro espacial en la ciencia política, las relaciones internacionales, las humanidades y, más concretamente, en los estudios de conflicto y paz (Macaspac & Moore, 2022).
Geógrafos sobre la guerra (y la paz)
Las geografías de la guerra y la paz se han centrado principalmente en la guerra y en la paz como la ausencia de guerra (la deseable transición de posguerra). Mamadouh (2005) revisó el limitado interés de los geógrafos académicos por el tema en la primera mitad del siglo xx y presentó los escasos volúmenes que tratan sobre la guerra y la paz. Sin embargo, esta situación ha cambiado drásticamente.
Los ataques del 11 de septiembre de 2001 de Al Qaeda y la posterior guerra contra el terrorismo liderada por Estados Unidos (oficialmente la Guerra Global contra el Terrorismo, ggct) generaron un aumento del interés por la guerra entre los geógrafos. En la década de 2000 y principios de la de 2010, se publicaron notables colecciones a ambos lados del Atlántico que demuestran la pluralidad de enfoques tanto teóricos como metodológicos. Las intervenciones militares estadounidenses en Afganistán e Irak recibieron mucha atención, pero los geógrafos también abordaron en estos volúmenes una amplia gama de conflictos en otras partes del mundo (incluida la seguritización de los espacios urbanos y las inseguridades domésticas) y estudios históricos.
En 2004, Stephen Graham editó Cities, War and Terrorism: Toward an Urban Geopolitics (Ciudades, guerra y terrorismo: hacia una geopolítica urbana), en el que se compilaron contribuciones que destacaron las dimensiones simbólicas y materiales de los sitios urbanos de violencia. Ese mismo año, Sites of Violence: Gender and Conflict Zones (Sitios de violencia: género y zonas de conflicto), editado por Wenona Giles y Jennifer Hyndman (2004), abordó las dimensiones altamente racializadas y de género en el nacionalismo, el conflicto y el asilo. También se analizó la violencia contra las mujeres en las sociedades en posconflicto.
A partir de entonces, The Geography of War and Peace (La geografía de la guerra y la paz), editado por Colin Flint (2005), ofreció un estado del arte de este subcampo. Esta obra se propuso explícitamente rebatir la conceptualización tradicional de la geografía: “Si hay un solo propósito en este libro es desacreditar la creencia de Nicholas Spykman según la cual ‘la geografía es lo más importante en política exterior porque es lo más permanente’” (Flint, 2005, p. 4). En cambio, los capítulos exploraron las posibilidades de que el conocimiento geográfico crítico pudiera aportar al estudio de la guerra y la paz.
Violent Geographies (Geografías violentas), editado por Derek Gregory y Allan Pred (2007), reveló de manera más específica los imaginarios políticos que normalizan la guerra y la violencia política. Los capítulos situados en diferentes conflictos demostraron la omnipresencia de la violencia, el terror y el terrorismo, desmoronando la distinción dada por sentada entre ‘nosotros’ (‘los pacíficos’) y ‘ellos’ (‘los violentos’). War, Citizenship, Territory (Guerra, ciudadanía, territorio), editado por Deborah Cowen y Emily Gilbert (2007), reunió contribuciones que examinaron cómo los conflictos por el control de las personas y los lugares han reconfigurado la organización de la vida humana colectiva.
En 2009, Audrey Kobayashi editó un número especial anual de los Anales de la Asociación Americana de Geógrafos (aag) (el primero de la historia) bajo el título “Geographies of Peace and Armed Conflict” (“Geografías de la paz y el conflicto armado”) (Kobayashi, 2009). Presentó 23 artículos muy diversos (aunque en su mayoría desde una “perspectiva crítica del statu quo político, incluyendo todo desde los regímenes totalitarios hasta los neoliberales, que permite que se produzcan conflictos armados”) (Kobayashi, 2009, p. 824). Se agruparon en tres tipos de artículos: aquellos que se centran en cuestiones de territorio, nacionalidad y conflictos armados; los que abordaron la resolución de conflictos y los procesos de paz; y los artículos sobre el posconflicto. La colección también se publicó en 2012 como un volumen editado, a excepción del ensayo de revisión del libro (Agnew, 2009).
Ese mismo año, Spaces of Security and Insecurity: Geographies of the War on Terror (Espacios de seguridad e inseguridad: geografías de la guerra contra el terrorismo), editado por Alan Ingram y Klaus Dodds (2009), aportó contribuciones basadas en imaginaciones geográficas críticas para interrogar la actual guerra contra el terrorismo en varios ámbitos (derecho internacional, migración, desarrollo, arte, movimientos sociales).
En 2011, Scott Kirsch y Colin Flint editaron una colección que puso en primer plano la transición de la guerra a la reconstrucción: Reconstructing Conflict: Integrating War and Post-War Geographies (Reconstruyendo el conflicto: integrando geografías de guerra y posguerra).
En el mismo período, aparecieron números especiales notables como:
• “Climate Change and Conflict” (“Cambio climático y conflicto”) (Nordås & Gleditsch, 2007) en Geografía Política, 26(6);
• “The Geopolitical Economy of ‘Resource Wars’” (“La economía geopolítica de las ‘guerras de recursos’”) (Le Billon, 2004) en Geopolítica, 9(1);
• “Territorial Conflict and Resolution” (“Conflicto territorial y su resolución”) (O’Lear et al., 2005) en GeoJournal, 64(4);
• “Military Natures: Militarism and the Environment” (“Naturalezas militares: militarismo y medio ambiente”) (Davis, 2007) en GeoJournal, 69(3);
• “Geographies of Genocide” (“Geografías del genocidio”) (O’Lear & Egbert, 2009) en Space & Polity, 13(10);
• “War beyond the Battlefield” (“La guerra más allá del campo de batalla”) (Grondin, 2011) en Geopolítica, 16(2).
Estas colecciones demuestran el dinamismo del campo y su diversidad, pero representaban solo un pequeño subconjunto de una literatura en expansión sobre la guerra, la violencia y el conflicto, con una gran cantidad de artículos y monografías inspirados en todas las tradiciones geográficas. Se pueden distinguir diferentes grupos y subcampos emergentes.
En primer lugar, están las geografías militares, en las que el conocimiento geográfico se despliega con fines militares, es decir, el uso activo de la geografía por parte de los militares. Un ejemplo de esto último ha sido Military Geography from Peace to War (Geografía militar de la paz a la guerra) de Eugene Palka y Francis Galgano (2005), un libro de texto para profesionales que se ocupan de las dimensiones espaciales de las operaciones militares, tanto clásicas como las llamadas operaciones militares distintas de la guerra (mootw, por su sigla inglés, en la jerga militar) y las operaciones en tiempo de paz llevadas a cabo por los militares.
Está escrito desde la perspectiva de las fuerzas armadas de Estados Unidos. La geografía militar se practica principalmente en academias militares y rara vez interactúa con las geografías académicas (con la notable excepción del Grupo de Especialidad de Geografía Militar de la aag) y los geógrafos militares rara vez publican en revistas académicas.
Entre las geografías académicas de la guerra (y la paz), un segundo grupo de estudios consiste en enfoques analíticos espaciales que estudian la distribución y la difusión del conflicto y la violencia en un área o época específica (Raleigh et al., 2010, en la base de datos acled; O’Loughlin et al., 2010; O’Loughlin & Witmer, 2011; Radil et al., 2013; Radil & Flint, 2013; Dulić, 2018, y también Mutschler & Bales, 2023, sobre la guerra sólida y líquida en la guerra de Yemen).
Un tercer grupo consiste en estudios centrados en las imaginaciones geográficas y las representaciones geopolíticas, así como en el análisis de los discursos y prácticas que justifican la violencia. Este es probablemente el grupo más prolífico. En su influyente libro The Colonial Present (El presente colonial) (2004), Derek Gregory analizó la guerra y el colonialismo en Afganistán, Irak y Palestina, y en los años siguientes abordó aspectos clave de la guerra contemporánea (Gregory, 2006a, 2006b, 2006c, 2010a, 2010b, 2011a, 2011b, 2016).
En War and peace (Guerra y paz) (Gregory, 2010a), analizó la producción de tres espacios de vanguardia en el escalamiento de la violencia militar: “El espacio abstracto del objetivo, el espacio ajeno del enemigo-otro y el espacio legal-letal de la excepción”, y discutió las contrageografías que desafían sus pretensiones de legitimidad. Citando la evaluación de Edward Said de la geografía como “el arte de la guerra” y su llamado a que se convierta en “el arte de la resistencia” (véase también Quiquivix, 2014, para un énfasis en la contracartografía), Gregory (2010a) concluyó que “la historia de la geografía se ha cruzado durante mucho tiempo con la historia de la guerra, pero hasta hace poco estas intersecciones se han visto como concretas más que conceptuales [...] [Para que] la construcción de una geografía humana pueda convertirse también en una de las artes de la paz se requiere que pensemos las dos dimensiones conjuntamente —la concreta y la conceptual— y que actuemos en su entronque” (pp. 180-181).
Muchos otros estudios investigaron las representaciones geopolíticas en las políticas (Toal, 2017) y, sobre todo, en los medios de comunicación y la cultura popular (Hannah, 2006; Kuus, 2002, 2004, 2007; Dodds, 2005, 2007, 2008; Ó Tuathail, 2005; Dalby, 2008; Benwell & Dodds, 2011; Benwell, 2021; Moore & Cartwright, 2015; Sharp, 2011; Un, 2020). Algunos han problematizado la noción de “guerra justa” (Flint & Falah, 2004; Falah et al., 2006; Megoran, 2008), incluyendo la atribución del Premio Nobel de la Paz al presidente estadounidense Obama en 2009 en medio de guerras alrededor del mundo (Holland, 2011; Adams, 2012); y el mismo premio atribuido a la Unión Europea en 2012 en medio de las guerras en su llamada vecindad (Mamadouh, 2014).
Otros trabajos exploraron los imaginarios geográficos de la violencia y la construcción de la paz (Laliberté, 2016) y de la geopolítica de la diáspora (Hamdan, 2021; Birka, 2022). El nacionalismo es, en este contexto, la ideología más poderosa que justifica la guerra y obstaculiza los acuerdos de posguerra. Algunos ejemplos son Dahlman y Ó Tuathail (2005) y Toal y Dahlman (2011) sobre el retorno y el reasentamiento tras la limpieza étnica en Bosnia; Dempsey (2022a, 2022b) sobre el nacionalismo y la reconciliación en Irlanda del Norte; Klem (2014) sobre el fin de la guerra y la territorialización y circulación en el este de Sri Lanka de la posguerra; y Egbert et al. (2016) sobre la limpieza territorial. Las actividades posteriores al conflicto también incluyen el turismo oscuro (Mahrouse, 2011).
Otro grupo consiste en enfoques político-económicos que destacan la relación entre la guerra y el capitalismo, entre la geopolítica y la geoeconomía (Mercille & Jones, 2009), incluso a través de la externalización de la logística militar (Moore, 2013, 2017, 2019) y las relaciones entre la guerra, el capitalismo, el trabajo y el genocidio en Asia (Sudoriental) (Tyner, 2005, 2007, 2008, 2009a, 2009b).
Los enfoques feministas forman otro grupo, con más atención al impacto en la vida de las personas: la geopolítica feminista y la violencia (Hyndman, 2010, 2019; Loyd, 2012); la violencia doméstica y la guerra íntima (Pain & Staeheli, 2014; Pain, 2015); los movimientos contra la guerra (Loyd, 2014), pero también la belleza y el militarismo (Faria & Fluri, 2022); la violencia hacia los migrantes (Hyndman, 2019; Dempsey, 2020; Jacobsen, 2022); la militarización del género (en una sección especial de Gender, Place & Culture editada por Henry & Natanel, 2016); el género en las fuerzas armadas británicas (Woodward & Winter, 2004); el género, la ayuda internacional y el Ejército (Fluri, 2011); y una visión feminista del despliegue de drones (Jackman & Brickell, 2021). La agencia de los niños involucrados en la guerra y la seguridad (Hörschelmann, 2008; Hopkins et al., 2019) y otros grupos periféricos (Horschelmann et al., 2019, y sección especial de Geopolítica) también se ha tratado.
Sobre la base de las agendas feministas, se ha prestado mucha atención a la militarización de la sociedad, por ejemplo, en las comunidades locales (Bernazzoli & Flint, 2009a, 2009b, 2010), la militarización y el género (véanse los trabajos académicos feministas), la militarización del cambio climático (Gilbert, 2012) o la geopolítica del militarismo y el humanitarismo (Bhungalia, 2015; McCormack & Gilbert, 2021).
Un nuevo subcampo emergió bajo la etiqueta de estudios militares críticos, con una revista establecida en 2015 con un fuerte aporte de geografías militares críticas (Woodward, 2004, 2005; Rech et al., 2015; Forsyth, 2019; Adey et al., 2013, sobre la mirada aérea militarizada). Este interés por lo militar, sus emplazamientos (en tiempos de guerra y de paz) y su impacto (durante la guerra y mucho después) también se vincula con las ecologías políticas de los paisajes militares (Woodward, 2014), el estudio crítico del entorno físico y la conducción de la guerra (Harrison & Passmore, 2021), así como con el legado ambiental del uso de la tierra militar en el pasado (Francis, 2014; Havlick, 2014; Coates, 2013); véanse también las ecologías políticas de la guerra y los bosques (Peluso & Vandergeest, 2011) y el efecto duradero de la guerra en el costo del carbono (Belcher et al., 2020) o en la salud y los ecosistemas (Griffiths, 2022). Igualmente, se han examinado las guerras por los recursos (Le Billon, 2004, 2007, 2008).
Otro nuevo subcampo emergente es la geopolítica urbana. Las ciudades han sido objeto de mucha atención como lugares y objetivos de la violencia (Farish, 2003, sobre la planificación urbana estadounidense bajo amenaza nuclear; Coaffee, 2003, sobre las ciudades británicas y el terrorismo; Graham, 2004, para una colección general; Fregonese, 2009, 2020, sobre Beirut; Hristova, 2018, sobre Bagdad). Se han estudiado ampliamente infraestructuras específicas: los puertos de Mulberry de la Segunda Guerra Mundial (Flint, 2016), los búnkeres en Albania (Lasserre et al., 2022), las murallas (Falah, 2005; Cohen, 2006; Alatout, 2009, sobre la construcción del muro israelí y la difícil situación palestina; véase también Joronen, 2021). Political Geography publicó un conjunto de artículos sobre muros (Till et al., 2013) y L’Espace politique presentó un número especial sobre “Frontières de guerre, frontières de paix: nouvelles explorations des espaces et temporalités des conflits” (Amilhat Szary & Cattaruzza, 2017).
Un tercer subcampo emergente se refiere a la geopolítica digital. La digitalización afecta a la guerra (y a la paz) como un cambio de las reglas de juego tecnológico (piense en la precisión del armamento y los drones que operan a miles de kilómetros de distancia de las operaciones). Del mismo modo, extiende el terreno de la guerra (y la paz) a un nuevo ‘territorio’ en línea. En Cyberspace is Used, First and Foremost, to Wage Wars (Ciberespacio sirve, ante todo, para hacer la guerra), Frédérick Douzet y Aude Gery (2021) analizaron los dilemas de seguridad a los que se enfrentan los Estados en el ciberespacio, parafraseando el título del libro transcendental del fundador de su Institut de géopolitique, Lacoste (1976), La geografía sirve, ante todo, para hacer la guerra.
Por último, algunas publicaciones escritas para un público más amplio han aparecido. Esto incluye unos atlas (Smith & Bræin, 2003; Cattaruzza, 2017, y muchos otros centrados en un solo conflicto). En Understanding Geography and War (Entendiendo la geografía y la guerra), el académico de relaciones internacionales Steve Pickering (2017) abordó conceptos erróneos comunes sobre geografía, geopolítica y guerra, que a menudo circulan en bestsellers como The Pentagon’s Maps (El nuevo mapa del Pentágono) (2003), The Revenge of Geography (La venganza de la geografía) (Kaplan, 2012) o Prisoners of Geography (Prisioneros de la geografía) y The Power of Geography (El poder de la geografía) (Marshall, 2015, 2021).
Otro esfuerzo para popularizar las ideas de la geografía política, la geopolítica crítica y los estudios fronterizos críticos digno de mención es Border Wars (Guerras fronterizas) de Klaus Dodds (2021), inspirado en una década de escribir columnas cortas sobre puntos calientes geopolíticos para un público amplio en The Geographical, la revista mensual de la Royal Geographical Society de Londres.
Geógrafos sobre la paz (y el conflicto)
Aunque desde el siglo xix algunos geógrafos han promovido la paz, los geógrafos han estudiado la paz principalmente como el lado eclipsado del binario guerra y paz (Mamadouh, 2005). En la segunda década del siglo xxi, la paz (¡por fin!) atrajo toda la atención de los geógrafos (políticos).
En 2011, se publicaron de manera independiente tres artículos que establecían una agenda, cada uno de los cuales pedía un compromiso más teórico con la paz y agendas de investigación más sólidas para las geografías de la paz (y la geopolítica de la paz). Mientras que la súplica de Gregory por la geografía como “arte de la paz” (véase la sección anterior) todavía se articulaba en el contexto de un análisis de la guerra moderna tardía (Gregory, 2010a, pp. 170-171), estos artículos hablan de paz en sí.
Reflexionando sobre los volúmenes recientes acerca de la guerra y la paz discutidos anteriormente (Flint, 2005; Kobayashi, 2009; Ingram & Dodds, 2009), Philippa Williams y Fiona McConnell (2011) expresaron su frustración con el énfasis en la comprensión de la guerra en geografía y en la carencia de una agenda de investigación coherente “basada en una concepción matizada y crítica de la paz” (p. 928).
Basándose en sus investigaciones sobre las interacciones cotidianas entre hindúes y musulmanes en el norte de la India (Williams, 2007) y la política tibetana en el exilio (McConnell, 2009), ellas argumentaron que “la geografía tiene un papel importante que desempeñar en la deconstrucción de los supuestos normativos sobre la paz y la exploración de la paz como conocimiento situado dentro de diferentes entornos culturales” (Williams & McConnell, 2011, p. 929), y que la paz debe entenderse como un proceso.
Apoyándose en su trabajo etnográfico en el valle de Ferghana en Asia Central, Nick Megoran (2011) examinó los estudios de paz, los estudios bíblicos y la teoría de las relaciones internacionales antes de discutir la (falta de) conceptualización de la paz en la geografía, y abogó por un compromiso con la paz, en su caso a través de la no violencia inspirada por la teología cristiana (véase también Megoran, 2008, 2010).
Su postura se había expuesto en la Conferencia Anual de 2010 de la Royal Geographical Society como la presentación anual de la revista Political Geography y se publicó con un conjunto de comentarios. La conversación se amplió en Space and Polity con un intercambio con Simon Springer sobre la no violencia, la religión y el anarquismo (Springer, 2014a, 2014b; Megoran, 2014).
Al otro lado del Atlántico, el llamado a una agenda de investigación para la paz fue articulado por Joshua Inwood y James Tyner (2011), ambos trabajando en violencia (el primero principalmente dentro de Estados Unidos, el segundo en el sudeste asiático). Ellos discutieron cómo el complejo militar-industrial-académico perpetúa una cultura de guerra en la sociedad estadounidense, y cómo el papel de la geografía para promover la paz podría mejorarse con una agenda de investigación más coherente, con el objetivo de “desestabilizar, impugnar y desafiar a una sociedad asesina, una cultura de ‘guerra’ que reproduce la desigualdad, la muerte y los efectos deshumanizantes de la violencia” (Inwood & Tyner, 2011, p. 444).
Estos tres artículos que marcaron la agenda fueron seguidos por un giro más amplio hacia las geografías de la paz, incluyendo dos colecciones editadas por los mismos geógrafos. Tyner e Inwood publicaron el mismo año Nonkilling Geography (Geografía no asesina), con contribuciones de geógrafos estadounidenses. En un artículo posterior también discutieron la violencia como un fetiche (Tyner & Inwood, 2014; véase también un punto similar en Springer, 2011).
Unos años más tarde, los geógrafos británicos unieron fuerzas y coeditaron un volumen más internacional: The Geographies of Peace: New Approaches to Boundaries, Diplomacy and Conflict Resolution (Geografías de paz: nuevos aproximaciones a fronteras, diplomacia y resolución de conflictos) (Megoran et al., 2014). Todas las contribuciones ven la paz como un proceso basado en lugares y configuraciones geopolíticas particulares. La agenda declarada de los editores fue “conceptualizar críticamente la paz y también comprometerse con alguna visión de la paz” (Megoran et al., 2014, p. 18).
En su conclusión destacan tres temas transversales: el entrelazamiento de la violencia y la no violencia, el papel de la agencia y las relaciones de poder. Señalan una doble contribución geográfica al estudio de la paz: la revisión de las preocupaciones tradicionales (migración, fronteras, geopolítica, las interacciones entre la naturaleza y el ser humano) y la reelaboración de los conceptos geográficos (lugar, espacio, escala). Además, “la búsqueda de la ‘paz’ no encarna necesariamente la realización de la igualdad y la justicia” (Megoran et al., 2014, p. 206). ¿Quién se beneficia de un acuerdo de paz en particular y quién pierde?
En abril de 2017, la Unión Geográfica Internacional (igu) convocó una conferencia temática sobre geografías para la paz/geografías por la paz en La Paz (Bolivia). Además de utilizar la toponimia altamente simbólica de la ciudad boliviana, el encuentro pretendía ser un puente de construcción de paz entre la geografía internacional marcada por una hegemonía anglófona y los geógrafos suramericanos que se resistían a ella (ya que convocaban el 16º Encuentro de Geografías de América Latina (egal) en La Paz unos días después).
Para esta ocasión, Nick Megoran y Simon Dalby reflexionaron sobre casi un siglo de encuentros internacionales. Argumentaron que los geógrafos tienden a producir estudios a pequeña escala basados en un trabajo de campo detallados que “siempre corren el peligro de pasar por alto los contextos geopolíticos más amplios en los que se encuentran” (Megoran & Dalby, 2018, p. 253). En su conferencia en español, Heriberto Cairo (2019) subrayó una distinción crucial entre las diferentes conceptualizaciones de la paz. Mientras que las geografías de la paz se basaban en la misma lógica de la guerra y la dominación imperialista (según el adagio latino “Si vis pacem, para bellum” —“Si quieres la paz, prepárate para la guerra”—), las geografías pacifistas abogan por un compromiso más radical con la paz, como la filosofía de la liberación del argentino-mexicano Enrique Dussel, subrayando las implicaciones políticas y éticas de su llamamiento a la solidaridad (como una forma de paz positiva).
A nivel conceptual, es notable que los geógrafos hayan intentado ‘rescatar’ la geopolítica de su asociación con las agendas militarizadas de política exterior de los Estados poderosos. Si bien la antigeopolítica anteriormente se acuñó para la resistencia de base a los proyectos geopolíticos, se han acuñado nuevas etiquetas para mejorar el potencial de los enfoques geopolíticos de la paz: geopolítica progresista (Kearns, 2008), geopolítica pacífica (Megoran, 2008), altergeopolítica (Koopman, 2011(2023); Boyce et al., 2020), geopolítica precaria (Woon, 2014a) o geopolítica progresista e irenelógica (Megoran & Dalby, 2018).
Por ejemplo, Woon (2014a) se basa en la noción de “vidas precarias” de Judith Butler para analizar la constitución de la no violencia a través de las emociones, demostrando cómo puede ser utilizada para interrogar críticamente su propia investigación sobre los movimientos no violentos en Filipinas (como Woon, 2011). En otros artículos, exploró el papel de los militares en la construcción de la paz (Woon, 2015), haciendo hincapié nuevamente en el minucioso proceso de esfuerzos relacionados con el aprovechamiento de la paz en una región plagada de violencia y analizando cómo los niños lidian con la paz (Woon, 2017).
Entre las muchas geografías de la paz, podemos reconocer la pluralidad de enfoques que caracterizan las geografías de la guerra (salvo las geografías militares propiamente dichas): los enfoques posestructuralistas que se ocupan de las representaciones geográficas y los imaginarios geopolíticos —por ejemplo, los discursos mediáticos (Korson, 2015), los discursos de la paz liberal (Stokke, 2009; González-Vicente, 2020) o la geopolítica popular (Woon, 2014b)—, así como los enfoques feministas que se ocupan de las geografías íntimas de la paz (Brickell, 2015), los enfoques urbanos de la construcción de paz (Björkdahl, 2013; Björkdahl & Buckley-Zistel, 2016; Björkdahl & Kappler, 2017; Danielsson, 2023), la infraestructura vial (Ruwanpura et al., 2020) y las ecologías políticas (Ramutsindela, 2017; Duffy et al., 2019).
Se puede decir que la paz ha sido reconocida como un tema importante. Tiene una entrada en las keywords in radical geography (palabras clave en geografía radical), en la que Sara Koopman (2019) la define como la paz positiva que incluye la justicia, la solidaridad, el cuidado, el bienestar, la dignidad, y enfatiza una vez más que “la paz nunca se distingue claramente de la guerra. La guerra está dentro de la paz, configurando la vida política cotidiana, las instituciones y el orden socioespacial” (p. 209).
Esto se demuestra en el trabajo de Koopman (2020) sobre las geografías desiguales de la paz inclusiva en Colombia (véanse también Cairo et al., 2018, y Georgi, 2022). También es evidente en otros estudios. Por ejemplo, Forde (2022), sobre la paz como violencia en Ciudad del Cabo después del apartheid; Cante (2020), sobre la paz antipolítica en Abiyán; Penu y Esswa (2019), sobre la disputa fronteriza entre Alavanyo y Nkonya en Ghana; y Feghali et al. (2021), sobre una comunidad somalí keniana. Las ideas sobre el pluralismo (que la paz significa cosas diferentes para distintas personas) también están vinculadas al llamado de descolonizar las geografías (Koopman, 2019, p. 210).
Para reconocer este pluralismo, Christopher Courtheyn (2018) propuso expandir la paz liberal moderna a una paz transrelacional radical, inspirada en el marco de las “muchas paces”, también conocido como la escuela transracional de investigación para la paz, que surgió a fines de la década de los noventa en Innsbruck en torno a Wolfgang Dietrich. Courtheyn (2018, p. 742) propone un concepto de paz transrelacional radical, “dignidad ecológica creada a través de redes de solidaridad de movimientos sociales”, y lo ilustra con su trabajo empírico con la Comunidad de Paz de San José en Colombia (véase también Courtheyn, 2016). Por otra parte, Macaspac (2019) habla de una paz insurgente para la construcción de la paz liderada por la comunidad, basándose en un estudio de la zona de paz de Saga en Filipinas.
Las geografías críticas (tanto la geopolítica crítica como la inspirada en el materialismo histórico) pueden ser criticadas por seguir dependiendo del agonismo social, es decir, la idea de que la política es inherentemente conflictiva, y por negar la paz (Bregazzi & Jackson, 2016). Por lo tanto, es clave “estudiar y desarrollar una comprensión de los múltiples tipos de relaciones socioespaciales que producen la no violencia, la justicia, la igualdad y la compasión” (Bregazzi & Jackson, 2016, p. 83).
Desarrollando su argumentación desde posiciones spinozistas y decoloniales, concluyen con una réplica a la literatura de las “geografías de la paz” con la que comparten una conceptualización positiva de la paz, un interés por lo cotidiano (en lugar del nivel del Estado-nación), por la paz como proceso, por la coexistencia de la paz y la guerra en un espectro de violencia y no violencia (con la guerra dentro de la paz y la paz dentro de la guerra) y por las comprensiones contextuales habilitantes de la paz que se refieren a los contextos socioespaciales únicos en los que se desarrolla (Bregazzi & Jackson, 2016, pp. 86-87).
En una línea similar, Jon Barnett (2019) utiliza una crítica a la ontología de la investigación sobre el cambio climático y los conflictos armados (enmarcando la violencia inducida por el clima como una consecuencia incontrolable de nuestra naturaleza interna y externa) para desarrollar un proyecto positivo y performativo de “las geografías plausibles de la paz resiliente al clima” (p. 931, pero de nuevo contrasta con Inwood & Tyner, 2022). Este rechazo del agonismo (véase también Askins & Mason, 2015) contrasta fuertemente con las geografías críticas en otros subcampos que abogan por el retorno del agonismo para repolitizar los problemas en las sociedades pospolíticas.
Geógrafos en la guerra y en la paz
Durante la mayor parte del siglo xx, los geógrafos han estado involucrados en proyectos de guerra, asesorando a los que construyen políticas y a instituciones militares y otras instituciones estatales. Sin embargo, la paz ha sido un objetivo declarado de muchos intercambios internacionales entre geógrafos (y pedagogos geográficos; véase Marsden, 2000).
Las sociedades geográficas y sus conferencias también han sido lugares donde los geógrafos han podido compartir el conocimiento sobre la guerra y la paz, y avanzar en esta agenda de investigación. A veces, estas intervenciones han sido muy visibles. Por ejemplo, la conferencia plenaria de Derek Gregory sobre la guerra y la paz en la conferencia anual de la rgs de 2008 (véase Gregory, 2010a), el foro de la aag de 2014 sobre geografía y militarismo —publicado en un número especial de los Anales de la Asociación Americana de Geógrafos (aag) en 2016 (véase Sheppard & Tyner, 2016)— o la conferencia temática de la igu de 2017 sobre las geografías para la paz/geografías por la paz en abril de 2017 en La Paz (ver Megoran & Dalby, 2018; y Cairo, 2019)—. Las sociedades geográficas también pueden ser escenarios en los que se materializan agendas políticas más activistas sobre (la guerra y) la paz.
Desde el principio, la paz fue un objetivo declarado de las actividades internacionales de los geógrafos. Sin embargo, la guerra ha interferido en los planes de los congresos internacionales de geografía (a partir de 1871) y en las actividades de la Unión Geográfica Internacional (igu), establecida en 1922 (Mamadouh, 2022). El primer Congreso Geográfico Internacional se pospuso debido a la guerra franco-prusiana, pero cuando finalmente tuvo lugar en Bruselas en 1871, se describió como “festival de la paz y la amistad” (Shimazu, 2015).
El acontecimiento más destacable de las últimas dos décadas ha sido la suspensión de la membresía rusa en la igu, con la exclusión de la Sociedad Geográfica Rusa (sgr) en 2022 tras la invasión rusa a gran escala de Ucrania. Esto se debió al papel del presidente Vladimir Putin como presidente de la junta directiva de la sgr y del ministro de Defensa Sergei Shoygu como presidente ejecutivo (Mamadouh, 2022).
En las últimas dos décadas, los geógrafos activistas han desplegado esfuerzos colectivos para mitigar la guerra y promover la paz en varias ocasiones. La Campaña Palestina para el Boicot Académico y Cultural a Israel pidió a la igu que cancelara una conferencia regional programada en Tel Aviv en 2010. En 2011, algunos geógrafos presentaron una petición contra la sede elegida para la conferencia regional de la igu en 2011 en Santiago de Chile (Hirt & Palomino-Schalscha, 2011; Till & Kuusisto-Arponen, 2015; véase también la influencia de la escuela militar en la geografía chilena, Barton & Irarrázaval, 2014).
La campaña de boicot a Israel también dio lugar a un debate entre los geógrafos políticos a principios de la década de 2000, tras la decisión preliminar de uno de los editores de Political Geography de negarse a evaluar un manuscrito de un geógrafo afiliado a una universidad israelí (O’Loughlin, 2004, 2018; Slater, 2004; Storey, 2005; Waterman, 2005). Otra acción colectiva surgió en torno a la misma revista para convencer al editor Reed Elsevier de que se desvinculara de la feria industrial Defence and Security Equipment International (dsei) (Equipos de Defensa y Seguridad Internacional) y de sus inversiones en la industria armamentística (Chatterton & Featherstone, 2007; Hammett & Newsham, 2007; Pringle, 2007; Kitchin, 2007).
Esto fue parte de una campaña más amplia dirigida con éxito a las revistas más grandes de Elsevier como The Lancet, y muchos geógrafos retiraron su envío de artículos a las revistas de Elsevier y a una importante publicación de Elsevier, The International Encyclopedia of Human Geography (La enciclopedia internacional de la geografía humana) (Megoran et al., 2016, p. 131).
Entre los geógrafos estadounidenses, ha habido una controversia sostenida respecto el Programa de Expediciones Bowman de la Sociedad Geográfica Americana (ags) en Centroamérica, financiado por el Ejército de Estados Unidos (Steinberg, 2010; Bryan, 2010; Herlihy, 2010; Cruz, 2010; Agnew, 2010; Dobson, 2012; Wainwright, 2013; Bryan & Woods, 2015). Otro debate se refería al Sistema de Terreno Humano como investigación de campo etnográfica para el Ejército de Estados Unidos en Afganistán e Irak a partir de 2007, al que también se opusieron la Red de Antropólogos Preocupados y la Asociación Americana de Antropología (Medina, 2016). Una controversia sobre el uso de la teledetección como herramienta de lucha contra el terrorismo, la publicación académica y las cuestiones éticas tuvo lugar en The Professional Geographer (Beck, 2003, 2005; O’Loughlin, 2005; Shroder, 2005).
El foro editado por Sheppard y Tyner (2016) en los Anales de la Asociación Americana de Geógrafos se ocupó más específicamente de las relaciones contemporáneas de los geógrafos en el Ejército de Estados Unidos (y en menor medida en Canadá y el Reino Unido). Varios colaboradores se refirieron al dicho “la guerra es la forma en que Dios enseña geografía a los estadounidenses”. Este aforismo, mencionado a menudo, se suele atribuir al autor estadounidense Ambrose Bierce alrededor de 1900 (véase también Taylor, 2004). Las intervenciones militares en el extranjero y las bajas asociadas obligaron a los ciudadanos estadounidenses a aprender sobre el resto del mundo. Pero, de nuevo, el aforismo tiene un siglo de antigüedad, un siglo en el que “la guerra se ha convertido en la forma en que Estados Unidos enseña geografía a los demás” (Gregory, 2010a, p. 180).
Además, “la guerra estructura [la disciplina de] la geografía, genera nuevos conocimientos del mundo que, a su vez, forman nuevos enfoques de la guerra” (Bryan, 2016, p. 507). Sheppard y Tyner, siguiendo a Wainwright (2016), pidieron a la aag que revisara la relación entre la geografía académica y el militarismo, Finalmente, en 2017, se creó un comité especial de la aag sobre Geografía y Fuerzas Armadas en respuesta a una petición de la Red de Geógrafos Preocupados (Koopman, 2019, p. 208).4 Sus informes y la reacción del Consejo de la aag fueron objeto de acalorados debates (Wainwright & Weaver, 2021, 2022; Rose-Redwood et al., 2022).
También se promulgó el activismo por la paz. Una conferencia sobre paz en geografía y política: críticas y narrativas de la paz, convocada en Newcastle (Inglaterra), en noviembre de 2011, incluyó una ceremonia de nombramiento de los muertos para conmemorar el décimo aniversario del inicio de la guerra, leyendo en voz alta los nombres y detalles de 50 hombres y mujeres del servicio del Reino Unido muertos en acción en Afganistán, y 50 civiles afganos asesinados por las fuerzas de la otan.
Un año más tarde, en la Conferencia Anual de la rgs de 2012, celebrada en Edimburgo, los geógrafos de la paz contribuyeron con una exposición in situ sobre geografías cívicas y organizaron un Seminario Académico de Bloqueo en el Campamento de Paz de Faslane, establecido desde 1982 cerca de la base naval de Faslane, en el noroeste de Escocia, conocida como el hogar de las armas nucleares británicas (Askins & Mason, 2015).
En términos más generales, la contribución de los geógrafos a la guerra ha sido ampliamente estudiada (Mamadouh, 2005; Barnes, 2009, 2016; Klinke, 2020), incluido el papel de Isaiah Bowman como geógrafo del presidente Theodore Roosevelt (Smith, 2003), la Oficina de Servicios Estratégicos durante la Segunda Guerra Mundial y la financiación de estudios de área durante la Guerra Fría (Barnes & Farish, 2006), la Junta Etnogeográfica de la Institución Smithsonian durante la Segunda Guerra Mundial (Farish, 2005), el proyecto Revere (Pinkerton et al., 2011), todos en Estados Unidos, y en Gran Bretaña el reclutamiento de la raf (Rech, 2014) y las Unidades de las Fuerzas Armadas de las universidades británicas (Woodward et al., 2017).
Conclusión
La participación individual y la capacidad de acción en las operaciones de guerra y consolidación de la paz se debaten más abiertamente en la geografía actual. Igualmente, se discute sobre la precaria posición de los investigadores en el número especial de Annals of the American Association of Geographers acerca del complejo académico-militar ya mencionado (Sheppard & Tyner, 2016). Especialmente vea Beware: your Research Could Be Weaponized (Cuidado: su investigación puede ser convertida en un arma) (Koopman, 2016). Más recientemente, Judith Verweijen (2022) ha abordado las complejidades de lo que denomina acertadamente el peligroso compromiso con las políticas públicas hacia los conflictos armados, que pueden, sin querer, legitimar las instituciones y el statu quo que critican (p. 129).
Navegar por el dilema de la crítica y la legitimación requiere hacer preguntas incómodas, formular respuestas insatisfactorias y subrayar la importancia del vocabulario y la necesidad de reapropiar y reconceptualizar conceptos clave como la paz o el genocidio (Verweijen, 2022, p. 129). Haciendo eco al muy citado llamamiento de Said a que la geografía se convierta en “el arte de la resistencia” y de la evaluación de Gregory discutida anteriormente, Verweijen (2022) concluye: “Los legados imperiales y militaristas que acechan a la disciplina de la geografía, como a la mayoría de las otras ciencias, hacen que tanto el involucramiento como el no involucramiento con las políticas públicas sean desalentadores. En este contexto no existe un ‘arte de la paz’ —ni una ‘ciencia de la paz’ [...]— solo un conjunto de opciones difíciles, siempre imperfectas, con respecto a los grupos con los que comprometerse y los vocabularios que se deben usar” (p. 133).
Gran parte de la literatura discutida en esta revisión demuestra un fuerte esfuerzo colectivo entre los geógrafos para asumir el desafío de desarrollar la geografía como ‘un arte de la paz’, así como mucha reflexión sobre los peligros de tales compromisos. Se ha avanzado mucho desde el examen anterior (Mamadouh, 2005). Más recientemente, los comentarios sobre la guerra rusa en Ucrania recogidos en un foro virtual de Political Geography (Lizotte et al., 2022) demuestran tanto la pluralidad de enfoques y reacciones como las responsabilidades que Verweijen subraya.
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*Traducción del texto: Mamadouh, V. (2023). “Geography and war, geographers and peace. Expanding research and political agendas”. In C. Flint & K. Dempsey (Eds.), Making geographies of peace and conflict (pp. 12-36). Routledge, hecha por Sara Koopman y Luis B. Peña. La revista agradece al editor de la versión original: Routledge-Taylor & Francis Group, que autorizó la traducción y publicación.
**Profesora asociada de Geografía Política y Cultural en el Departamento de Geografía, Planificación y Estudios de Desarrollo Internacional (gpio) de la Universidad de Ámsterdam (UvA). Correo electrónico: v.d.mamadouh@uva.nl. orcid: https://orcid.org/0000-0003-0283-0844
1En su lugar, se trata de un informe personal, parcial y situado en el margen de las geografías anglófonas (ver Mamadouh, 2020) desde posiciones editoriales en la comunidad (como Agnew et al., 2015, y revistas académicas en inglés, francés y español) y servicio en la Comisión de Geografía Política de la Unión Geográfica Internacional, igu-cpg).
2No se ha incluido la literatura sobre geopolítica (crítica), estudios de fronteras (críticos), diplomacia, seguridad y seguritización, y literatura que aborda arreglos específicos creados para prevenir conflictos (integración europea, Tratado Antártico, unclos, etc.) sin referencia explícita a la guerra y la paz.
3Y los Estados occidentales son participantes reticentes. Estados Unidos no firmó el tratado de la Corte Penal Internacional de 1998, y las políticas fronterizas de la Unión Europea y sus Estados miembros contradicen claramente sus compromisos con las convenciones sobre refugiados.
4https://actionnetwork.org/petitions/network-of-concerned-geographers. El enlace incluye una lista de referencias útiles de trabajos publicados sobre la participación del Ejército de Estados Unidos en la geografía.