Pineda, M. (2009). Desafíos actuales de la sociedad del conocimiento para la inclusión digital en América Latina. Anuario Electrónico de Estudios en Comunicación Social "Disertaciones", 2 (1), Artículo 1. Disponible en la siguiente dirección electrónica: http://erevistas.saber.ula.ve/index.php/Disertaciones/

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Desafíos actuales de la sociedad del conocimiento para la inclusión digital en América Latina

* Pineda, Migdalia, profesora e investigadora de la Universidad del Zulia (LUZ) - Venezuela.

 

Indice

 

Este trabajo hace referencia al tema de los desafíos actuales de la sociedad del conocimiento en cuanto al logro de la inclusión digital, sobre todo en América Latina, para lo cual se detiene en analizar la incidencia de las tecnologías de la información y la comunicación en la construcción del conocimiento en las sociedades contemporáneas. Asimismo, se aborda el problema de la innovación social en la producción de contenidos y saberes populares, y de la inclusión social como condición indispensable para una inclusión sustentada en la apropiación social de las TIC. Metodológicamente, la investigación al estar basada en un estudio teórico más amplio, actualmente en curso, titulado: “Sociedad de la Información, posmodernidad y cultura de masas”, es de carácter documental y bibliográfico, de manera que realiza un análisis conceptual de los temas abordados. Finalmente se proponen algunas acciones y recomendaciones para la inclusión digital, mediante la creación de redes sociales, de los sectores y comunidades más desfavorecidas en la región.

Palabras claves: Sociedad del Conocimiento/Desafíos/Innovación social/Inclusión digital/ América Latina

Recibido: 30 de abril de 2009
Aceptado: 15 de mayo de 2009

Abstract

ABSTRACT This work makes reference to the subject of the present challenges of the society of the knowledge as far as the profit of the digital inclusion, mainly in Latin America, for which one stops in analyzing the incidence of the technologies of the information and the communication in the construction of the knowledge in the contemporary societies. Also, one approaches the problem of the social innovation in the production of popular contents and knowledge, and of the social inclusion like condition indispensable for an inclusion sustained in the social appropriation of the TIC. Methodologically, the investigation when being cradle in an ampler theoretical study, at the moment in course, titleholder: “Society of the Information, post modernity and culture of masses”, is of documentary and bibliographical character, so that it makes a conceptual analysis of the subjects boarded. Finally some actions and recommendations for the digital inclusion set out, by means of the creation of social networks, the sectors and worked against communities more in the zone.

Key words: Society of the Knowledge/Challenges/Social Innovation/Digital Inclusion/ Latin America

Submission date: April 30th 2009
Acceptance date: May 15th 2009

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La denominada “Sociedad del Conocimiento” presenta grandes desafíos a cualquier país en la actualidad, pero en los países en desarrollo los retos son mayores ya que hay muchos obstáculos, superados por las naciones más desarrolladas (pobreza, desigualdades sociales, bajos índices de educación, pocas oportunidades de salud, trabajo y vivienda), que aún son tarea pendiente por resolver.

En América Latina la sociedad del conocimiento es apenas una quimera porque todavía no se han dado las condiciones sociales y culturales que ayuden a un cambio de paradigma en cuanto a lo que se considera desarrollo, producción de innovaciones y de conocimiento, en el sentido de inclusión social y digital de los grupos sociales más vulnerables y desfavorecidos.

Por este motivo, la presente investigación tiene como objetivo abordar el tema de los desafíos que planta la sociedad del conocimiento a la región, de manera que en una primera parte se trata el problema de la incidencia de las tecnologías de la información y la comunicación en la construcción del conocimiento, sobre todo del llamado “conocimiento situado” o “conocimiento útil”, básico para la resolución de problemas de la vida cotidiana, especialmente de los sectores populares. Se insiste en la necesidad de que este tipo de sociedad rescate el carácter humano y social de la ciencia y la tecnología, así como su dimensión ética.

En un segundo apartado, se analiza la innovación social como condición necesaria para la inclusión social en la sociedad del conocimiento, así como indispensable para el logro de la participación de comunidades y redes sociales en la producción del saber, de conocimiento y de contenidos para las tecnologías de la información y la comunicación, de forma que se puedan reducir las brechas o abismos entre sectores, grupos e individuos.

En un tercer capítulo, la inclusión digital se concibe como formando parte de las iniciativas por la inclusión social y como un proceso mediante el cual las comunidades se apropian del desarrollo tecnológico, sus aparatos y redes para aplicarlos en un uso social que los permita mejorar sus condiciones de vida y participar en igualdad de condiciones en un mundo globalizado.

Para concluir, se proponen acciones de intervención social en el interior mismo de los grupos sociales involucrados y algunos lineamientos para la educación y la formación de las comunidades, de manera que puedan ser capaces de utilizar las tecnologías de la información y la comunicación para su bienestar y beneficio.

 

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Es mucho lo que se está discutiendo actualmente sobre la sociedad de la información como una sociedad del conocimiento, lo que ocurre es que el conocimiento entendido como saber ocupa cada vez más un lugar preponderante, ya que se ha vuelto imprescindible para cualquier actividad de las personas. Pero eso no significa que el conocimiento como actividad humana y social no existiera en otras épocas, sino que han ocurrido grandes cambios científicos, tecnológicos y sociales que lo ubican como eje central de las relaciones sociales del ser humano  en el mundo contemporáneo.

Uno de esos cambios tiene que ver con el surgimiento de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) que han puesto a disposición del individuo grandes flujos de datos e informaciones, a partir de los cuales los sujetos sociales pueden iniciar nuevas búsquedas de conocimiento, otras formas de aplicación de éstos y diversos modos de asimilación e interpretación de la información recibida.

Sin embargo, debemos dejar sentado que tanto la tecnología como los flujos de información han sido el producto del desarrollo y avance del conocimiento mismo, ya que el conocimiento “es un organizador de la información y un orientador de la tecnología, algo que le otorga sentido a ambos; por eso ante un mundo tecnificado y lleno de información, el conocimiento es lo que da carácter social a ellos” (Infante y Otros, 2007:121).

Y es que el conocimiento es un vector estratégico para generar valor agregado a la información y potenciar el aprendizaje y el ingenio humano. El conocimiento implica un proceso de producción del intelecto donde los datos son los elementos o insumos básicos en bruto, la información es la integración de los datos con un significado definido y el conocimiento, como cúspide, es la utilización de la información por parte de un sujeto para resolver problemas y tomar decisiones (Páez citado por Silvio, 1993:13).

En función de lo anterior, se puede indicar que la Sociedad del Conocimiento no se reduce a una mera “Sociedad de la Información”, donde es posible vincular las TIC entre sí para multiplicar los flujos de información, sino que hace falta especialmente vincular a las personas para que mediante su ingenio, inteligencia y creatividad, busquen nuevas formas de generar desarrollo social cualitativamente diferente (Pineda, 2004).

En la sociedad del conocimiento lo importante serían las personas y no las tecnologías, porque ellas son las únicas capacitadas para reorientar la información y convertirla en conocimiento. Por lo que debe ser una sociedad humana, éticamente sustentada en la idea de la cooperación y la solidaridad. Su norte debe ser el desarrollo del intelecto de los hombres, de su capacidad creativa e inventiva, a modo de que puedan desarrollar procesos cognitivos que le permitan contextualizar los flujos de información de acuerdo con sus circunstancias y aplicarlos en la solución de sus problemas. (Abram, 1999).

El conocimiento, según Infante y Otros (2007: 128), es una capacidad humana que le brinda al ser humano elementos para interactuar con los mundos objetivos (lo que lo rodea, con lo que es, con su cuerpo) y subjetivos (lo que piensa, siente, imagina y desea), y que le permite adquirir información, acumularla, almacenarla, estructurarla y reestructurarla, así como seleccionarla y aplicarla en lo que estime necesario. Según los autores, el término conocimiento puede tener una doble acepción: como cualidad humana (proceso) o como acumulación de los productos de esta actividad (lo que se conoce o lo conocido).

El conocimiento también es social porque se convierte en un “pegamento de la sociedad”, porque es valorado y transmitido como algo útil para todos y se hace indispensable para continuar con la vida colectiva, de modo que el conocimiento adquiere un alto valor cultural, por su papel indispensable en las interacciones sociales de las personas, por su poder como guía de la acción y el orden social ya que genera capacidad de predicción y confianza para saber cómo actuar en la vida social (Infante y Otros, 2007:131).

De manera que el conocimiento, en la actualidad, está dejando de lado su concepción exclusiva de saber científico estatuido, propio de los investigadores, para unirse a un concepto de saber contextualizado con la vida de la gente. Por lo que el conocimiento es tanto “explícito como implícito, es decir,  producto no solo de procesos de investigación científica-tecnológica sino de la experiencia acumulada y de otros procesos de producción e innovación generados por los sujetos” (Pirela, 2004:35).

Si bien es cierto que la información es un dato que incluso puede ser procesado para disfrute de otros, el conocimiento como saber y dentro de una concepción holística, remite más que a la idea de “experto” a la idea de “sabiduría”. Eso implica que se debe producir una especie de “apropiación” por parte del individuo de ese dato, que al ser aplicado, recreado, reinventado potencia el aprendizaje y da lugar a un conocimiento cercano a su vida que le sirve para saber ser, saber pensar, saber hacer y trazarse un proyecto de vida digno.(Ander-Egg, 2001: 125).

Entendiendo, pues, que el conocimiento es base fundamental para la organización de un proyecto de vida, porque otorga visión y poder para la acción social en un momento histórico y situacional, es que se hace necesario abordar el tema de “la Sociedad del Conocimiento” como un asunto estratégico para trazar alternativas frente a los cambios.

Si se considera que la Sociedad de la Información es una sociedad de los flujos de información permanente y que la sociedad de la comunicación es una sociedad de las relaciones humanas y sociales a través de las redes, la sociedad del conocimiento nos deberá conducir hacia un tipo de sociedad de “la inteligencia interconectada”, como lo indica Tapscott (1999). Y eso quiere decir, una sociedad donde el conocimiento y el saber fluyan a través de las TIC, para permitirle a los sujetos desarrollar sus cualidades de creación e innovación, pero eso solo será posible si se aprovechan las oportunidades que brinda el desarrollo tecnológico e informático en pro del bienestar social de la humanidad y si se utiliza el conocimiento generado con una conciencia crítica.

En consecuencia, la Sociedad del Conocimiento es apenas una sociedad en construcción, que como proyecto requiere de una constante revisión, ante la cual no podemos mantenernos pasivos, porque la realidad actual nos demuestra que el conocimiento se está conformando como una materia prima fundamental en las sociedades del futuro.
Debido a que las TIC juegan un papel importante en la Sociedad del Conocimiento, analizaremos cómo ellas están incidiendo en la construcción de este tipo de sociedad:
Por un lado, debemos reconocer que esta tecnologías están cambiando la constitución de los mapas mentales de los individuos, sobre todo de los niños y jóvenes, quienes en sus permanentes contacto con aparatos digitales y en sus vinculaciones interpersonales a través de las redes, están desarrollando otras formas de pensamiento y modos de ver y comprender el mundo. En sus interacciones virtuales van adquiriendo nuevos artefactos cognitivos (inmateriales e intangibles) que les sirven como estructuras o sistemas de interacciones que producen información, comunicación y conocimiento, los cuales por su naturaleza intelectual se funden con las maquinas mismas (como artefactos físicos) en una relación simbiótica.

Las TIC ayudan a desarrollar nuevas formas de aprendizaje y de comunicación, no solo referidas a la adquisición de destrezas operativas diferentes sino a la extensión de las facultades intelectuales, ya que ellas pueden prolongar los sentidos humanos pero también el cerebro y su capacidad de inteligencia y conocimiento. Piénsese en los avances en el campo de las nanotecnologías, la inteligencia artificial y las neurociencias, y en las potencialidades para el desarrollo  de tecnologías cada vez más avanzadas que entrarán en interfaces con el cerebro humano (nano chips inteligentes) para aumentar su capacidad intelectual.

Por otro lado, las TIC, por su carácter interactivo, están modificando drásticamente las relaciones de comunicación de los humanos y los modos de interacción con las fuentes del saber y el conocimiento, haciéndolas más expeditas, directas y puntuales para el sujeto, con lo cual inciden en las nuevas formas de producción, de clasificación y de transmisión del desarrollo científico y tecnológico; además como ellas se encuentran disponibles para un gran número de personas facilitan que el acceso a la producción de conocimiento no esté restringido a solo expertos y eruditos.

Como la interactividad es la principal característica del nuevo proceso comunicacional, el usuario puede llegar a ser un sujeto activo y motor del conocimiento, ya que se mueve en un espacio virtual sin frontera y se encuentra abierto a otros modos de aprendizaje diferentes a los clásicos. Esa condición genera un usuario con una visión más amplia de los problemas y con un poder de ubicuidad que lo hace capaz de conocer sucesos que ocurren en distintas partes del planeta, de forma simultánea; así como emitir juicios, establecer posiciones, interactuar con otros y tomar decisiones más acertadas en su vida cotidiana y social (Pineda y Otros, 2003: 259).

Las TIC contribuyen como vehículos para hacer posible la circulación, el uso, el acceso, la representación y la creación del conocimiento.  Las potencialidades de las TIC para generar conocimiento como valor agregado son ilimitadas y todavía no del todo conocidas, pero para que podamos sacarle partido a todas esas posibilidades, el elemento central no es el desarrollo tecnológico en sí,  sino la formación de las personas y el fomento de la innovación y la inventiva colectiva, lo cual es clave para el logro del desarrollo económico y social que eleve el nivel de vida de las personas.

Por tal motivo, la Sociedad del Conocimiento será aquella que impulse más el aprendizaje constante de los individuos mediante una red de instituciones formales (escuelas, universidades) y no formales, que apoyadas en las tecnologías y las redes, faciliten la tarea de aprovechar los nuevos conocimientos que se generan en el mundo (Pirela, 2004:53).
Como la educación para la vida sería pues el eje central, se requiere invertir en la formación del capital humano,  pero también en recursos informáticos porque ellos son factores esenciales hoy día en las estrategias de desarrollo de cualquier país.

 

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Si la Sociedad del Conocimiento es aquella de “la inteligencia interconectada”, deberá implementar mecanismos para potenciar en todos los sujetos procesos de aprendizaje, lo cual implica que esta sociedad debe ser de inclusión social, donde la innovación colectiva contribuya al mejoramiento de las condiciones de vida de los ciudadanos. Para esto es necesario que se integren y no sean excluidos.

La innovación social es un basamento central ya que significa “el desarrollo de nuevos procesos, prácticas, métodos o sistemas para llevar a cabo procesos tradicionales o tareas nuevas que se hacen con la participación de las comunidades y los beneficiarios” (La Iniciativa de la Comunicación, 2009). Por lo que la innovación por sí sola no es suficiente sino se involucra a los actores de su propio desarrollo, sino se fomenta el sentido de la participación y la cooperación ciudadana, ya que las decisiones tienen que ser tomadas en comunidad y tienen que ser de carácter social.

Para que la innovación social de sus frutos a largo plazo y pueda ser sostenible en el tiempo y aplicable a otros lugares, deberá tender al desarrollo permanente de las personas, de sus capacidades de imaginación y de expresión de sus ideas, así como al alfabetismo tecnológico de los sectores con menos posibilidades de acceso y de uso a los avances tecnológicos. La innovación social tiene que necesariamente apoyarse en la constitución de redes que, como modalidades organizativas, se vinculen a la vida cotidiana de las personas, a sus relaciones de proximidad, vecindad, amistad y se constituyan en un medio para la participación social (García Dalmas, 2006:23).

La producción de conocimiento en las redes sociales tiene que articular y confrontar el conocimiento científico con el saber popular, y debe incorporar a los sectores involucrados en la producción de saberes y conocimientos sobre su realidad, para ayudarlos a implementar acciones sociales colectivas. Los procesos de producción de conocimiento social deberán ser en el fondo procesos educativos y de aprendizaje crítico, que surgen de las relaciones permanentes entre los integrantes de las redes o grupos y del intercambio de saberes, con sus herramientas, con sus conceptos, con sus metodologías, con miras al desarrollo de una acción social (García Dalmas, 2006:24-28).

Entendiendo que en la actualidad nos movemos en un mundo cambiante, complejo y lleno de incertidumbres, ante lo cual el conocimiento que se tenía por seguro y confiable, es decir, el conocimiento científico, ha perdido sus certezas y es incapaz de ofrecer repuestas a muchos problemas contemporáneos, hace falta articular diversos saberes, incluyendo al saber popular.

En virtud de que la ciencia y el conocimiento erudito se mantuvieron por mucho tiempo alejados de los sectores populares, en esta era de la Sociedad del Conocimiento hace falta un cambio en lo individual y lo grupal que haga entender que los problemas del hambre, la miseria y el subdesarrollo no se han derivado de la falta de Ciencia y Tecnología, sino de la falta de compromiso humano, de ética, de conciencia y de poco respeto a la dignidad y derechos de las personas (Ander-Egg, 2001: 229).

Frente a los retos que plantea la Sociedad del Conocimiento y el desarrollo de las tecnologías de la información y la comunicación, el tema de la reducción de las brechas digitales se debe asumir como un principio ético que haga recuperar la igualdad social y de oportunidades para el crecimiento y desarrollo, comprendiendo que las mismas no son solo desigualdades de acceso y participación en el mundo interactivo y digital y, por ende, desigualdades para la producción y el disfrute de conocimientos compartidos, sino que son desigualdades estructurales vinculadas con una mejor distribución de la riqueza material, social y cultural.

Cualquier iniciativa que implique el desarrollo de políticas integrales de participación ciudadana en las redes de conocimiento, bien sean sociales, comunitarias o digitales deberá ser recibida con beneplácito, pero teniendo presente que la producción de saberes es una actividad que necesita de la acción de los sujetos involucrados y no de decisiones paternalistas de los gobiernos o instituciones vinculadas al desarrollo de las comunidades.

 

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La apropiación social de las Tecnologías de la Información y la Comunicación no es un concepto nuevo, a pesar de que en los últimos años se le asocie al concepto de inclusión digital, sobre todo a partir de las tres Cumbres de la Sociedad de la Información, celebradas en Quito (2002), en Ginebra (2003) y Túnez (2005), que comenzaron a plantear el problema de las brechas digitales y los abismos comunicacionales entre zonas del mundo (Pineda, 2005:91).

Ya para mucho antes, en la década de los ochenta, el autor norteamericano Robert White hacía referencia a este concepto de apropiación social de las TIC, en su trabajo “De las contradicciones en la comunicación democrática” (1983:66), al indicar que la apertura a una comunicación democrática en la sociedad de la información, dependería del “sentido de la información”, es decir, de su pertinencia para los grupos populares y para su proyecto de apropiación social de las nuevas tecnologías.

De modo que ese sentido de la información que White vislumbraba para aquella época como necesario en las realidades latinoamericanas, ha implicado a la larga un proceso de reinvención y reapropiación de las tecnologías y las redes digitales por parte de los individuos o comunidades para lograr una aplicación o uso social de las mismas, en términos de lo que ha venido planteado la autora mexicana Carmen Gómez Mont (2005:304), que ha supuesto una readaptación de los usos planificados por las industrias productoras de estas tecnologías, que son básicamente comerciales, por usos para la vida cotidiana y grupal de los sectores desposeídos, los cuales han revertido, mediante inventiva e imaginación, las aplicaciones previstas por el capital.

La apropiación social de las TIC no sólo es un proceso comunicacional que ha movido a las comunidades para su lograr su participación en el acceso y uso con sentido de las tecnologías y de las nuevas modalidades de comunicación e información que ellas hacen posible, sino que ha implicado la introducción de cambios progresivos en los modelos de democracia social.

Por lo anterior, si la sociedad del conocimiento quiere abrirse a la pluralidad democrática deberá ayudar a fomentar la participación y la acción de los sectores más desfavorecidos de la sociedad, porque el conocimiento o saber adecuado para la resolución de sus problemas no podrá ser aquel impuesto en recetas y fórmulas de organismos externos o de instituciones científicas alejadas de sus realidades.

Comprendiendo esa necesidad de readaptación del conocimiento, el mexicano Jorge González (2007), aporta su concepto de “conocimiento situado”, que es aquel que se corresponde o es pertinente en tiempo y espacio a la solución de un problema concreto de una comunidad determinada. Es decir, es aquel que responde a una demanda social real de la gente.

La apropiación social implica también la participación de las comunidades en la producción de contenidos y en los procesos de comunicación inclusivos, como una vía de restablecer el diálogo y la organización comunitaria y horizontal, a modo de ejercer un contrapoder ciudadano.

En ese sentido, es que adquieren importancia las redes digitales de carácter social que puedan conectar a los jóvenes, mujeres, indígenas, minorías étnicas o sectores pobres para facilitarles la producción de  contenidos y la generación de información y así revertir el paradigma de consumidores pasivos de lo que ya existe en las redes. Con la creación de los blogs y el potencial desarrollo de la Web 2.0, capaz de permitir esquemas de EMR, es bastante lo que se puede avanzar en este sentido, pero todavía falta mucho por hacer para fomentar que los ciudadanos generen contenidos.

Las desigualdades de participación en la generación de contenido son palpables incluso en los países desarrollados como España, donde solo el 1 % de los contenidos de la red son producidos en ese país y donde la industria de contenidos creció, en el 2008, en un 14 % (Pascual y Otros, 2008). En los países en desarrollo, los distancias en cuanto a producción de contenidos es más cruda ya que la generación de informaciones y contenidos es ínfima o casi nula.

Con el advenimiento de las TIC y la revolución digital que ellas promueven, se ha visto a la sociedad de la información y el conocimiento como un motor fundamental del desarrollo económico y de la organización social y colectiva, tanto en los países desarrollados como en los no desarrollados.

Sin embargo, en ambos contextos sus ciudadanos perciben el impacto del desarrollo de las tecnologías digitales de forma diferente, tal como lo muestra un estudio comparativo realizado por Elías Said (2007:188), entre espectadores de la televisión de pago en España y Venezuela. Según ese estudio, los usuarios españoles consideran, en mayor medida, que la revolución digital sirve para “aumentar la modernidad y el desarrollo de una nueva fase de progreso humano” (27 % de los encuestados), seguido de la opción “una producción tecnológica aplicada al conocimiento y la comunicación” (25%) y de la de “un acceso rápido y variado a las comunicaciones” (16,7 %). Mientras que los espectadores venezolanos consideraron como primera opción, que la revolución digital significa “una mejora en la calidad de vida” (un 78,8 % de los encuestados) y como segunda opción, indicaron “una producción tecnológica aplicada al conocimiento y la comunicación” (15,2 %). Con lo cual se hace evidente, que el desarrollo digital y su impacto en la calidad de vida de los ciudadanos se percibe diferente, de acuerdo con los contextos sociales. Aunque resulta significativo que en ambos grupos se considere que la producción de conocimiento y de comunicación debe ser una de las prioridades de la revolución tecnológica.

Por todo ello, es que la producción de conocimiento y de contenidos para las redes digitales es una de las condiciones fundamentales para la inclusión digital, pero para el logro de la participación de los sectores excluidos como emisores y productores hace falta un proceso de apropiación tecnológica, que haga posible que tecnologías que fueron pensadas, creadas y comercializadas por las grandes compañías de los países desarrollados, puedan ser utilizadas y readaptadas por la mayoría de las personas en un proceso que, a la larga, la conduzca a experimentar y crear en la producción de saberes populares, informaciones de las comunidades y conocimiento situado.

 

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La inclusión digital ha sido vista en los países en desarrollo como uno de los retos a superar para lograr que la sociedad del conocimiento sea más humana, igualitaria y equitativa. Pero, la inclusión digital debe considerarse desde la idea misma de inclusión social y de cómo aprovechar las posibilidades que puede ofrecer la ciencia y la tecnología, para superar la pobreza, el hambre, la polución ambiental y los problemas más acuciantes de los habitantes de los países menos desarrollados.

La inclusión digital no sólo deberá significar el sólo acceso a infraestructuras y tecnologías digitales o a su uso y disfrute, sino el derecho a participar en la producción de conocimientos, lo cual significa que nos abramos a una democratización social más amplia. Participar en las actividades vinculadas al conocimiento implica un cambio radical en los modos de organización social y colectiva, supone  utilizar las energías y capacidades de la gente en actividades de esfuerzo propio para lograr un mejoramiento en sus condiciones de vida. Por eso no puede haber inclusión digital sin inclusión social.

Si las acciones emprendidas por un país para el logro de la inclusión digital se centra exclusivamente en la divulgación y distribución de tecnologías  en los sectores populares y en su entrenamiento para el  uso, sin abordar los problemas de sus condiciones de vida, de salubridad, de vivienda y de educación, resultará muy difícil que las TIC realmente contribuyan con la eliminación de las brechas digitales y puedan lograr que se produzca un salto cualitativo de mero uso de los aparatos a un proceso de producción de conocimiento útil y con sentido para dichas comunidades.

Además, el logro de la inclusión digital requiere acciones conjuntas no solo del Estado, las ONG y las instituciones de apoyo social correspondientes sino que requiere que se produzca un cambio de actitud y de valores en las personas involucradas, por eso más que una directriz que emana de las instancias superiores, la inclusión digital es un problema de sinergias y esfuerzos de las comunidades, de los grupos sociales e individuos, por participar en la producción de contenidos, informaciones y conocimientos. Es sobre todo un asunto de participación popular y requiere la toma en consideración de factores humanos, como desencadenantes o no de los cambios indispensables para que el desarrollo tecnológico pueda ser aceptado, asimilado y adaptado por las mismas comunidades que se beneficiarán.

La inclusión digital deberá comprender la educación de las comunidades, no solo en lo que respecta a la educación formal sino informal, donde tienden a incidir más las tecnologías modernas, para lo cual hace falta el desarrollo de contenidos educativos autóctonos, la protección de los conocimientos populares, la consolidación de propuestas nacionales de software libre, la experimentación con alternativas educativas de e-learning y con mecanismos de gestión local, regional y nacional de gobierno electrónico, ya que todo ello implica garantizar la inclusión digital de los ciudadanos.

De manera que los esfuerzos educativos serían los que, a la larga, permitirían resultados favorables al cambio, ya que lo importante no es lograr la inclusión digital como tal sino el desarrollo de los hombres, de sus potencialidades y generar transformaciones que incidan en un cambio de actitud de las personas, hacia sí mismos, hacia sus comunidades y hacia la naturaleza (Ander-Egg, 2006:167).

Los sectores excluidos en el mundo digital (mujeres, grupos étnicos, sectores pobres y rurales) junto a los niños y los jóvenes, son los que más necesitan proyectos concretos de inclusión social y digital, no sólo porque son los más vulnerables frente a las discriminaciones sino porque sobre ellos recae el mayor peso de un cambio de actitud y de valores para el logro de una sociedad del conocimiento más humana y equitativa.

La inclusión digital de esos grupos no podrá emprenderse mediante acciones de intervención social desde afuera (De Robertis y Pascal, 2007:42), por mucho que estén inspiradas en buenas intenciones. Se requiere de la participación de los involucrados para poder detectar dónde están las resistencias y obstáculos frente al desarrollo digital, cuáles serían las vías más adecuadas para superarlos y las opciones que le convienen mejor  para incluirse.

En vista de que nos encontramos en un mundo globalizado, en el cual las regiones se encuentran interconectadas más que nunca, no se deben soslayar los riesgos del desarrollo, tales como la pobreza crítica y extrema, la alta inseguridad para la vida misma y para la especie humana. Se debe aprovechar la inclusión digital no solo para elevar el nivel de vida de nuestras poblaciones sino como un vehículo para fomentar la cooperación, el equilibrio, la democracia y la paz.

La importancia que tiene Internet para la constitución de redes sociales no se debe desestimar. Se debe hacer de ella una red de aprendizaje y de gestión social del conocimiento (Genatios y Lafuente, 2007:181), que garantice el acceso y uso, de carácter universal y público, a la información y los datos disponibles. Pero la democratización también se debe extender a los usos de todas las otras tecnologías y sus modalidades de comunicación e información.

Aunque en algunos países de América Latina se le está concediendo  importancia al desarrollo informático y tecnológico y se le comienza a considerar como estratégico para las metas de crecimiento económico y social, como son los casos de Brasil, México, Chile, Argentina y Venezuela, lo que interesa destacar aquí es que todavía falta mucho por hacer para la inclusión de los más desfavorecidos en la sociedad del conocimiento.

Sin embargo, no se deben desestimar las acciones modestas y las iniciativas emprendidas para ir poco a poco incorporando a los más rezagados a la información y al conocimiento. Habría que destacar por ejemplo, las experiencias de los infocentros, telecentros o cabinas públicas populares que han proliferado a lo largo de la región en los últimos años para facilitar el acceso y uso tanto de Internet como de otros avances de las telecomunicaciones; la creación de centros de informática educativa que permiten el acceso a las poblaciones indígenas y rurales que no tienen servicios básicos de telecomunicaciones; el desarrollo progresivo de Portales educativos en la red para facilitar el intercambio de estudiantes, educadores, investigadores y familiares más allá de las fronteras del aula y de la educación formal, y el lanzamiento de satélites para uso educativos, médicos y de orientación a aquellas comunidades apartadas y excluidas de las oportunidades de desarrollo social, educativo y cultural.

 

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