Desafíos
ISSN:0124-4035 | eISSN:2145-5112

“Nunca seremos las mismas de antes”. Emociones y empoderamiento colectivo en los movimientos sociales: el Colectivo Mujer Nueva (Oaxaca, México)

“We Will never Be the Same Women as before”. Emotions and Collective Empowerment in Social Movements: The Mujer Nueva Collective (Oaxaca, Mexico)

“Nunca seremos as mesmas”. Emoções e empoderamento coletivo nos movimentos sociais: o Coletivo Mulher Nova (Oaxaca, México)

Alice Poma, Tommaso Gravante

“Nunca seremos las mismas de antes”. Emociones y empoderamiento colectivo en los movimientos sociales: el Colectivo Mujer Nueva (Oaxaca, México)

Desafíos, vol. 31, núm. 2, 2019

Universidad del Rosario

Alice Poma *

Universidad Nacional Autónoma México, México


Tommaso Gravante *

Universidad Nacional Autónoma México, México


Recibido: 03 Octubre 2018

Aceptado: 22 Febrero 2019

Información adicional

Para citar este artículo: Poma, A., & Gravante, T. (2019). “Nunca seremos las mismas de antes”. Emociones y empoderamiento colectivo en los movimientos sociales: el Colectivo Mujer Nueva (Oaxaca, México). Desafíos, 31(2). 231-265. Doi: https://doi.org/10.12804/revistas.urosario.edu.co/desafios/a.7308

Resumen: En el estudio de los movimientos sociales, el empoderamiento es considerado como una de las consecuencias biográficas del activismo y está relacionado con el cambio social. A pesar de que estudios psicológicos muestran que las emociones juegan un rol importante en el proceso de empoderamiento a raíz de participar en acciones colectivas, existen todavía pocas investigaciones que analizan el papel de las emociones en este proceso dinámico. Al tener como punto de partida el campo de estudio de emociones y protesta y al incorporar los resultados de investigación de psicólogos que analizan el cambio social, el artículo busca mostrar el papel de diferentes emociones durante el proceso de empoderamiento que vivieron las integrantes del Colectivo Mujer Nueva en Oaxaca (México). A través de un diseño metodológico cualitativo, primero analizaremos el cambio que vivieron las integrantes del colectivo; en segundo término, presentaremos las emociones generadas por la acción colectiva que han influido en dicho cambio; y, por último, explicaremos las emociones generadas por el empoderamiento. Los resultados de la investigación pretenden contribuir a la literatura multidisciplinaria que se dedica a estudiar el empoderamiento como una consecuencia biográfica de la protesta y del activismo.

Palabras clave emociones y protesta, empoderamiento colectivo, movimientos sociales, consecuencias biográficas, México.

Abstract: In social movement studies, empowerment is regarded as one of the biographic consequences of activism and is related to social change. Although psychological studies show that emotions as a result of participating in collective actions have an essential role in the empowerment process, there is still little research analyzing the role of emotions in this dynamic process. With the study of emotions and protest as a starting point, and by incorporating the results of research conducted by psychologists who analyze social change, we seek to demonstrate the role of various emotions during the empowerment process that the members of the Mujer Nueva Collective have experienced. This collective comprises women who decided to self-organize after having participated actively in the 2006 insurgency in Oaxaca. In this respect, we will first analyze the change the members of this collective experienced. Second, we will present the emotions generated by this collective action that have influenced said change. Finally, we will explain the emotions generated by such empowerment. The results of this research aim to contribute to the multi-disciplinary literature that studies empowerment as a biographic consequence of protest and activism.

Keywords: Emotions and protest, collective empowerment, social movements, biographic consequences, Mexico.

Resumo: No estudo dos movimentos sociais, o empoderamento é considerado como uma das consequências biográficas do ativismo e está relacionado com a mudança social. Apesar de que estudos psicológicos mostram que as emoções cumprem um papel importante no processo de empoderamento como consequência de participar em ações coletivas, existem ainda poucas pesquisas que analisam o papel das emoções neste processo dinâmico. Ao ter como ponto de partida o campo de estudo de emoções e protesta e ao incorporar os resultados de pesquisa de psicólogos que analisam a mudança social, o artigo busca mostrar o papel de diferentes emoções durante o processo de empoderamento que viveram as integrantes do Coletivo Mulher Nova em Oaxaca (México). Através de um desenho metodológico qualitativo, primeiro analisaremos a mudança que viveram as integrantes do coletivo; em segundo lugar, apresentaremos as emoções geradas pela ação coletiva que têm influído em dita mudança; e por último, explicaremos as emoções geradas pelo empoderamento. Os resultados da pesquisa pretendem contribuir à literatura multidisciplinar que se dedica a estudar o empoderamento como uma consequência biográfica da protesta e do ativismo.

Palavras-chave: emoções e protesta, empoderamento coletivo, movimentos sociais, consequências biográficas, México.

Introducción

A mediados de 2006 en la ciudad de Oaxaca (México) las protestas de la sección XXII de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) se convirtieron en una insurgencia popular contra el autoritarismo del entonces gobernador del Estado, Ulises Ruiz. En esta insurrección popular, las mujeres jugaron un rol central en la reapropiación de la ciudad, en la construcción de barricadas y en la ocupación y creación de decenas de medios de comunicación alternativos (Gravante, 2016; Sierra, Poma & Gravante, 2016). Esta apropiación del espacio social y político oaxacaqueño por parte de mujeres resultó ser un componente novedoso capaz de rediseñar el campo de la contienda política en los años que siguieron al estadillo popular (Garza, 2016).

Este artículo analiza la experiencia de un grupo de mujeres que, después de participar activamente en la insurgencia de Oaxaca, decidió autoorganizarse en un colectivo al que llamó Mujer Nueva. El objetivo principal del texto es analizar el papel de diferentes emociones en el proceso de empoderamiento que vivieron las integrantes de este colectivo.

La experiencia de Mujer Nueva muestra que la participación en el movimiento dio inicio a un proceso de “transformación de conciencia y conducta” (Piven & Cloward, 1977) que comprende un proceso de empoderamiento individual y colectivo. El empoderamiento, identificado por Wood (2001) como un beneficio emocional de la protesta, es una de las consecuencias biográficas del activismo, y está relacionado con el cambio social (Drury & Riecher, 1999, 2000, 2005, 2009; Krauss, 1993) y otras consecuencias, como el compromiso duradero, la autoestima, un sentimiento general de bienestar y la confianza en uno mismo (Vestergren, Drury & Hammar, 2017). Como muestran Drury y Reicher (2005, 2009), las emociones juegan un rol importante en el proceso de empoderamiento a raíz de participar en acciones colectivas, de momento que “la sensación de poder modificar el mundo de uno es inevitablemente un asunto apasionado y vigorizador” (2009, p. 719). Sin embargo, existen todavía pocas investigaciones que analizan el papel de las emociones en este proceso dinámico, y la mayoría de ellas asocian el empoderamiento con emociones positivas y de logro, mientras que el desempoderamiento está vinculado con emociones negativas.

Con el objetivo de colmar esta laguna, en este artículo analizaremos el papel de diferentes emociones en el proceso de empoderamiento que experimentaron las integrantes de Mujer Nueva, apoyándonos en el enfoque analítico que proviene del campo de estudio de emociones y protesta (Goodwin, Jasper & Polletta, 2001; Jasper, 1997, 2011, 2018; Poma & Gravante, 2017a), que desde una perspectiva socioconstructivista considera las emociones como un constructo sociocultural (Hochschild, 1979, 1983), e incorporando los resultados de investigación de psicólogos que analizan el cambio social (Drury & Reicher, 1999, 2000, 2005, 2009; Drury, et al., 2005; Livingstone, et al., 2011, 2016).

El artículo está dividido en tres partes, a su vez organizadas en apartados. En la primera parte, describiremos las herramientas teóricas centrándonos en la literatura, en su mayoría desarrollada en la academia anglosajona, que analiza el empoderamiento como una consecuencia biográfica de la acción colectiva, y su relación con el cambio social y las emociones. Sucesivamente, describiremos el caso de estudio y el método de la investigación. En la tercera parte, presentaremos el análisis que está dividido en tres apartados: el análisis del cambio vivido por las integrantes de Mujer Nueva, las emociones generadas por la acción colectiva que han influido en el cambio y las emociones generadas por el empoderamiento.

Marco teórico

Como destacan Van Dyke y Taylor (2019), los estudiosos de los movimientos sociales han dedicado poca atención a las consecuencias 1 culturales de los movimientos sociales, que incluyen los impactos biográficos del activismo. Esta escasa atención se debe principalmente al hecho de considerar los impactos políticos entre los principales y más importantes resultados (Amenta, Caren, Chiarello & Su, 2010; Giugni, McAdam & Tilly, 1999). De hecho, los primeros estudios sobre los efectos de los movimientos sociales se centraban en su mayoría en el éxito o fracaso de los movimientos (Gamson, 1975; Piven & Cloward, 1977).

El ‘giro cultural’ en el estudio de los movimientos sociales, que se dio desde finales de los años ochenta, permitió un paulatino incremento de las investigaciones sobre los efectos culturales de los movimientos sociales y entre ellas las consecuencias biográficas del activismo, que han sido definidas como los efectos en la vida de los individuos que han participado en algún movimiento, y que son por lo menos en parte reconducibles a la participación en estas actividades (Giugni, 2004, p. 489). Trabajo seminal es la investigación de McAdam (1988) sobre la campaña Freedom Summer, organizada en 1964 por el Student Nonviolent Coordinating Committee, en Estados Unidos. En su trabajo, McAdam destaca los impactos culturales y biográficos de esta movilización social en los jóvenes de esa generación que participaron y que sucesivamente desarrollaron una nueva perspectiva de la realidad, sentando las bases para los futuros movimientos culturales y políticos en Estados Unidos. Estos efectos biográficos pueden ser accidentales, como la difusión del Denim jean (McAdam, 1988); internos, cuando afectan primero a los participantes, como pasa con la construcción de una nueva identidad colectiva; o externos, cuando los resultados se manifiestan en una cultura más amplia (Earl, 2004). Sin embargo, volviendo al propósito de este artículo, en ninguna de estas investigaciones se incorporó la dimensión emocional como elemento explicativo de las consecuencias biográficas y culturales que vivieron los sujetos.

A pesar de que en los últimos años “podemos ver con mayor frecuencia discusiones sobre los posibles mecanismos que explican por qué, cuándo y cómo los movimientos pueden producir y dan lugar a un cambio político o social” (Uba & Romanos, 2016, p. 2), resulta que dos aspectos siguen menospreciados en el estudio de las consecuencias culturales y biográficas de los movimientos sociales: el empoderamiento colectivo como resultado de la movilización social y el papel de las emociones en este proceso de empoderamiento. Por esta razón, decidimos centrar nuestra investigación en comprender el papel de diferentes emociones durante el proceso de empoderamiento que vivieron las integrantes del Colectivo Mujer Nueva.

Siendo el campo de estudio de los movimientos sociales un campo multidisciplinario, además de los ya mencionados sociólogos que analizan la dimensión emocional para comprender la protesta y los movimientos sociales, nos apoyamos en las aportaciones de los psicólogos sociales ingleses John Drury & Steve Reicher, que en los últimos 20 años han demostrado cómo la acción colectiva está vinculada al cambio social a través del empoderamiento colectivo. Según estos autores, el empoderamiento es la “transformación sociopsicológica positiva, relacionada con el sentido de ser capaces de (re)transformar el mundo social, que se dan en los miembros de grupos subordinados que derrocan (o por lo menos desafían) las relaciones de dominación existentes” (Drury & Reicher, 2009, p. 708). Su hipótesis es que el empoderamiento es un resultado de la acción colectiva, siempre y cuando esta acción sirva para alcanzar la identidad social de los participantes. Sobre esta hipótesis los psicólogos ingleses elaboraron el modelo elaborado de la identidad social (esim), en el cual la identidad social (o colectiva, en términos sociológicos) es un proceso dinámico que las interacciones sociales (por ejemplo, entre manifestantes y Policía) pueden transformar. El resultado principal de esta propuesta reside en el hecho de considerar el empoderamiento colectivo como un proceso dinámico, el cual tiene la capacidad de cambiar las relaciones sociales de los protagonistas. El dinamismo del empoderamiento radica en el proceso de cambio que “se da como un ciclo de interacciones entre grupos entre los cuales los grupos subordinados emergen de cada ronda a un nivel más alto de empoderamiento que pone las bases para el ciclo sucesivo” (Drury & Reicher, 2009, p. 721).

Además, estos autores también proponen una hipótesis acerca del empoderamiento duradero (enduring empowerment) (Drury & Reicher, 2005), es decir, el empoderamiento que se puede observar después de la participación en el movimiento, y en cuyo proceso se proponen restablecer “las emociones en el corazón de la disciplina” (Drury & Reicher, 2009, p. 708). Por ejemplo, Drury et al. (2005) vinculan el empoderamiento con emociones como la confianza, el orgullo, el entusiasmo, la alegría, el sentirse bien, estar eufórico y el apoyo.

Los autores evidencian que el sentimiento de eficacia es acompañado por emociones positivas como la alegría que “no solo movilizan la acción un día, sino que se quedan con la gente sucesivamente” (Drury & Reicher, 2005, p. 46). Así mismo, los autores también destacan que la experiencia de fracasar, que está vinculada con desesperanza, miedo, rabia, depresión e impotencia, puede ser reelaborada como una victoria moral. Estos autores también muestran, por un lado, una correlación significativa entre emociones positivas y collective self-objectification, que es la capacidad colectiva de recrear la identidad colectiva de un ‘nosotros’ en contraposición con los demás o ‘ellos’. Esta capacidad estaría a la base del empoderamiento y sería un resultado de la acción colectiva y de la unión. Por el otro lado, identifican una correlación entre emociones negativas como el desánimo, la amargura, el miedo y la decepción, la desunión, el control policial y el aislamiento.

Si el empoderamiento colectivo (y las emociones vinculadas a esto) puede ser considerado como un efecto de los movimientos sociales, como apunta Earl (2004), también la emergencia de una nueva identidad colectiva es uno de los resultados culturales y biográficos internos a los participantes de un movimiento social. La vinculación entre identidad y emociones se ha analizado tanto en psicología como en el estudio de los movimientos sociales (Polletta & Jasper, 2001; Bayard de Volo, 2006; Flesher Fominaya, 2010a, 2010b), donde se ha mostrado la importancia en este proceso de compartir significados, experiencias y vínculos afectivos recíprocos entre participantes (Flesher Fominaya, 2010a), y la relevancia de compartir emociones morales como la indignación, el ultraje, el orgullo o la rabia moral (Jasper, 1997, 2018; Poma & Gravante, 2018). En psicología se ha analizado cómo la identidad influye en lo que sienten las personas, pero escasa atención se ha prestado a entender cómo las emociones pueden influir en la identidad. Un esfuerzo en este sentido son los trabajos de Livingstone et al. (2011, 2016), quienes han demostrado con estudios en un ambiente controlado la reciprocidad y dinamicidad de la relación entre emociones, identidad social y tendencia a la acción. Sin embargo, siguen siendo escasos los estudios en el campo de la protesta que analizan qué emociones influyen en la construcción de la identidad colectiva y cómo se desarrolla este proceso. Una investigación que se ha generado en este sentido (Devine-Wright & Batel, 2017) analiza la relación entre apegos al lugar a nivel local y global e identidad colectiva y destaca cómo los individuos que se caracterizan por fuertes apegos locales y globales se pueden identificar bajo la etiqueta de ‘glocal’, y son más proclives a desarrollar acciones pro ambientales.

En lo que concierne a la relación entre identidad, emociones y empoderamiento, Drury y Reicher siguen siendo los referentes a nivel internacional; uno de los resultados de sus trabajos es que “los sentimientos de empoderamiento [feelings of empowerment] duran más allá del evento mismo, […] pueden afectar la vida personal de aquellos fuera del evento de protesta [y] pueden afectar la motivación de los participantes a involucrarse en acciones colectivas futuras” (Drury & Reicher, 2009, p. 714). También Deborah Gould coincide en que la participación en un movimiento, act up (ee. uu.) en su caso, lleva a los participantes a tener un sentido de empoderamiento (sense of empowerment) (Gould, 2009). Sin embargo, Drury y Reicher son los únicos autores en haber considerado también las emociones desmovilizadoras en el proceso de empoderamiento. Por ejemplo, estos autores aseveran que “el ultraje asociado con un fracaso de la acción colectiva puede convertirse en un incentivo para futuras acciones, solo en caso de que sigan existiendo las condiciones prácticas (como la presencia de una organización de los movimientos sociales) que permitan que tales acciones sean posibles” (Drury & Reicher, 2009, p. 720).

Además de esta literatura, también incorporamos en nuestro análisis los resultados de otra investigación (Tausch & Becker, 2013) sobre el papel de la respuesta emocional al éxito y fracaso de la acción colectiva en incentivar el involucramiento en la acción colectiva a futuro, y la propuesta de Pearlman (2013), que muestra cómo algunos estímulos enfatizan ciertos valores (e. g., seguridad y dignidad) y generan emociones que pueden tener efectos desalentadores o alentadores, dependiendo de las emociones generadas. Este trabajo señala que la relación entre la prioridad que las personas atribuyen a ciertos valores y las emociones que se experimentan en participar en la protesta es central para entender las acciones que se llevan a cabo, confirmando la idea de que las emociones “nos dicen cómo estamos actuando en relación con lo que valoramos” (Jasper, 2018, p. 24).

En el análisis que seguirá en las próximas páginas, discutiremos nuestros resultados al compararlos con los de estos autores, con el objetivo de des-tacar el papel de las emociones en el proceso de empoderamiento de las integrantes de Mujer Nueva, y sucesivamente sistematizar las emociones generadas por el mismo empoderamiento.

El caso de estudio

El 15 de mayo de 2006, coincidiendo con el Día del Maestro en México, los trabajadores de la educación de la sección XXII de la CNTE-SNTE se movilizaron por sus reivindicaciones salariales. Esta protesta se repetía desde hacía dos décadas y preveía el levantamiento de un plantón en el centro histórico de la capital oaxaqueña y manifestaciones en todo el Estado. La respuesta del gobierno fue el rechazo de las demandas, la criminalización del sindicado y el orden de desalojo del plantón. El día 14 de junio, cuando el gobierno estatal intentó de manera violenta desalojar al plantón de maestros, empezó una nueva etapa de contienda política en la sociedad oaxaqueña. La represión brutal del 14 de junio generó una respuesta masiva en los ciudadanos que se movilizaron participando en la megamarcha del 16 de junio para manifestar su rechazo al entonces gobernador del Estado, Ulises Ruiz. Algunos días después, se constituyó la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca, conocida como APPO. La Asamblea se articuló de forma asamblearia y horizontal bajo una sola reivindicación común: la dimisión del gobernador. La APPO, que se formó como expresión pacífica del poder popular, fue creciendo y cada vez eran más las organizaciones, individuos, colectivos y comunidades que se integraron a ella o que simpatizaban con este movimiento popular (Gravante, 2016).

En el marco de esta insurgencia popular, el 1º de agosto de 2006, por primera vez en la escena social y política de Oaxaca, miles de mujeres tomaron las calles de la ciudad de Oaxaca para protestar contra el gobernador del Estado. A pesar de que se había relegado a las mujeres a una posición de inferioridad en la movilización de los maestros (Poma & Gravante, 2017b), la necesidad de participar de manera más activa y autónoma en el nuevo movimiento popular llevó a estas mujeres a organizar para el día 1º de agosto la que se conoce desde entonces como la Marcha de las Cacerolas. Esta movilización terminó con la ocupación del canal de televisión público CORTV, experiencia que dio inicio al Colectivo Mujer Nueva y al siguiente proceso de empoderamiento que analizaremos en este artículo. Este proceso de apropiación política por parte de las mujeres oaxaqueñas dio lugar a un proceso social que llegó a poner en discusión y a desafiar las dinámicas represivas del Estado y el discurso patriarcal hegemónico. Las mujeres que participaron en la investigación son integrantes del Colectivo Mujer Nueva que nació a raíz de la experiencia de esa marcha y la siguiente ocupación de la televisión, las cuales se coordinaron con el objetivo de no perder la hermandad que habían logrado construir durante la movilización, y seguir resistiendo y luchando juntas contra el machismo que caracteriza a las sociedades oaxaqueña y mexicana. El interés que estas mujeres muestran hacia la violencia doméstica y patriarcal no solo es el resultado de su experiencia personal y del contexto mexicano de guerra contra las mujeres 2 (ONU Mujeres, 2018), sino que puede considerarse también unos de los resultados de su empoderamiento, como señalan otras investigaciones (Shriver, Chasteen Miller & Cable, 2003).

El Colectivo Mujer Nueva está constituido por alrededor de 20 mujeres de diferentes generaciones, si bien la mayoría tiene alrededor de 60 años. Su repertorio de la protesta incluye acción directa no violenta, como las marchas; actividades culturales, como la participación en tianguis (mercados locales) culturales, donde venden productos que ellas mismas producen para autofinanciarse, y las representaciones del teatro del oprimido sobre temas como el divorcio, el machismo y el aborto, las cuales llevan a barrios y comunidades; actividades de autoformación, como talleres sobre violencia doméstica que ellas imparten y sesiones con invitados donde ellas se capacitan sobre acciones de solidaridad y apoyo legal y psicológico a mujeres que sufren violencia, y también solidaridad y apoyo a movimientos sociales y comunidades afectadas por desastres ambientales, como fue el terremoto que golpeó al Estado de Oaxaca el 7 de septiembre de 2017.

El método de la investigación

La investigación que presentamos en este artículo se basa en un seguimiento del Colectivo Mujer Nueva desde mediados de 2010 hasta finales de 2017. El diseño de esta investigación longitudinal (Della Porta, 2014) ha contemplado principalmente entrevistas en profundidad y grupos focales. A los datos recolectados con estas técnicas se sumaron los que pudimos conseguir a través de la observación participante en el espacio del colectivo y en eventos de protesta y culturales donde Mujer Nueva ha participado o que ha organizado a lo largo de estos años, como fue la marcha creada para celebrar el décimo aniversario de la Marcha de las Cacerolas, el 1º de agosto de 2016. La observación participante resultó de extrema utilidad en cuanto, como evidencian Drury y Reicher, “las etnografías que se focalizan en lo que la gente siente, la forma en la que ellos representan la situación y lo que hacen permite ver el empoderamiento como un proceso emergente y no solo una variable” (2009, p. 711). Esto resulta particularmente relevante si consideramos que mientras muchos estudios psicológicos trabajan en ambientes controlados, los investigadores que se dedican al estudio de los movimientos sociales se relacionan con realidades complejas y cambiantes, donde también las emociones son reinterpretadas y manejadas por los sujetos involucrados, tanto colectiva como individualmente.

Por esta razón, para poder analizar la dimensión emocional del proceso de empoderamiento de las integrantes de Mujer Nueva, decidimos aplicar diferentes técnicas de investigación: una entrevista colectiva llevada a cabo en 2010 con tres mujeres (CE_1, CE_2, CE_3), tres entrevistas en profundidad en 2013 (E1, E2, E4), a las que se sumaron tres grupos de discusión, dos de los cuales se realizaron en 2013 y el último en agosto de 2016. Si las entrevistas en profundidad permiten explorar la dimensión emocional y conocer la experiencia individual relacionada con el proceso de empoderamiento, los grupos de discusión permiten analizar de qué forma las mujeres del colectivo debatían y reflexionaban sobre su proceso de empoderamiento de manera colectiva. Los dos grupos de discusión en 2013 se efectuaron con 11 y 6 integrantes de Mujer Nueva y trataron: 1) el cambio que sentían haber vivido a consecuencia de la participación en la insurrección (FG1, se incluyen desde la entrevistada FG1_E1 hasta la entrevistada FG1_11); y 2) el manejo emocional que tuvieron que hacer para superar la impotencia y el miedo, y para expresar su rabia (FG2_E1, FG2_E2, FG2_E4, FG2_E6, FG2_E7, FG2_E11). El primer grupo de discusión empezó con un estímulo que las integrantes del colectivo conocían, pero que hasta entonces no habían discutido colectivamente: la frase de un mural que se consideraba representativo de la insurrección de Oaxaca y que decía “Nunca seremos los mismos de antes”. A partir de este estímulo, pedimos a las mujeres discutir colectivamente si esta frase valía para ellas, si sentían que habían cambiado y cómo. El segundo grupo de discusión giró en torno al manejo emocional, y empleamos un estímulo visual. Enseñamos un video sobre la indefensión inducida, que tenía como protagonista una mujer víctima de violencia de género, y preguntamos a las mujeres si habían experimentado este sentimiento de indefensión en sus vidas, y en caso afirmativo, cómo lo habían superado. Elegimos estos estímulos gracias al conocimiento que habíamos adquirido sobre ellas y el colectivo en los primeros tres años de colaboración, y se revelaron instrumentos útiles para comprender mejor la dinámica del empoderamiento.

Las técnicas de investigación cualitativas que hemos empleado en la investigación nos permitieron acceder a la experiencia de las integrantes de Mujer Nueva, y a la dimensión emocional de esta. El análisis consistió en identificar las emociones que estaban relacionadas con el empoderamiento de las mujeres que participaron en la investigación, sistematizándolas en categorías que han sido desarrolladas por otros colegas, e identificando qué o quién las había generado y sus efectos. Esta metodología la desarrollamos apoyándonos en los trabajos de Jasper (1997, 2011, 2018), quien empezó sistematizando las emociones relevantes en la protesta y sus efectos (1997, p. 114), para llegar a proponer una “teoría de la acción” (2018) basada en los avances de las amplias literaturas sobre emociones y sobre movimientos sociales. Las tablas 1 y 2, que incorporamos en el segundo y tercer apartado del análisis que sigue, muestran la sistematización de las emociones observadas en el caso de estudio con respecto al proceso de empoderamiento vivido por las integrantes de Mujer Nueva.

El análisis de la dimensión emocional en el proceso de empoderamiento

1. El cambio vivido por las integrantes de Mujer Nueva

La literatura sobre movimientos sociales muestra que “la gente que se ha involucrado en movimientos sociales, aun con un compromiso limitado, lleva consigo las consecuencias de este compromiso a lo largo de sus vidas” (Giugni, 2008, p. 1590), y estos efectos de larga duración se manifiestan tanto a nivel político (nuevas actitudes políticas, futuros compromisos políticos) como personal (a nivel profesional, conyugal, de estado social) (McAdam, 1999). Como destacan Drury y Reicher (2009), la participación en la protesta produce cambios en la identidad de quien participa, en la percepción de la legitimidad de la acción policíaca y también en los objetivos de la protesta y en los eventos que se consideran un éxito, de momento que lo que cambia es también la comprensión del mundo social.

Los cambios que las mujeres de Mujer Nueva afirman haber vivido como consecuencia de la participación activa en la insurgencia de Oaxaca y que perduran hasta hoy, después de más de diez años de aquella experiencia, los podemos considerar consecuencias biográficas de larga duración de la protesta y del activismo. En el caso de estas mujeres, es evidente que el punto de ruptura en sus vidas fue la insurgencia de 2006, desde la cual empezó un proceso de empoderamiento, que, como señalan Drury y Reicher (2009), es dinámico, y que en este caso continúa hasta el día de hoy. Desde esta literatura, el empoderamiento se considera un cambio subjetivo que los mismos sujetos reconocen y que es consecuencia del activismo, junto con la identidad, la legitimación, la radicalización, el compromiso prolongado, la autoestima, el bienestar general, los rasgos del carácter, la confianza en uno mismo y las habilidades organizacionales, el conocimiento y todo lo que se aprende durante la participación en las protestas.

En el caso de Mujer Nueva, la identidad colectiva que emerge a raíz de 2006 se resume en el propio nombre del colectivo, ya que, como dicen ellas: “Aquí en el colectivo nacimos y vamos a ser unas mujeres diferentes a las que hemos sido anteriormente, en cuanto que 2006 nos cambió a muchas. Así decimos: ‘Bueno, somos mujeres nuevas” (E1). Además de un cambio en la identidad colectiva, algunas mujeres también aseveran haber vivido un cambio de identidad a nivel personal, como expresó la mujer más joven del grupo: “Yo era una niña, en 2006 tenía 11 años, y eso me marcó en lo personal mucho. Creo que allí definí lo que ahora soy como mujer” (FG1_E7). El empoderamiento está también relacionado con el proceso de autoobjetivación colectiva a través del cual los sujetos reconstruyen colectivamente la identidad de un ‘nosotros’ en contraposición con ‘ellos’, convirtiéndolos en “un sujeto en lugar de un objeto de la acción de otros” (Drury, et al., 2005, p. 312).

Las integrantes de Mujer Nueva se convierten en sujetos políticos gracias a la participación en la insurgencia, experiencia que les permite reelaborar su condición como mujeres y que además las hermanó, como evidencia este testimonio: “2006 fue una experiencia muy dolorosa pero también nos dimos cuenta de que hemos tenido una parte muy importante en la lucha y en la medida de nuestra posibilidad allí estuvimos […] y como mujeres nos unimos” (FG1_E5). Sucesivamente, mantener esa unión y esa hermandad fue una consecuencia del empoderamiento, ya que, como indican las entrevistadas: “Nos dejó una lección muy grande el movimiento. El hecho de que solo organizadas podemos conseguir muchas cosas, de hecho el Colectivo Mujer Nueva es producto de este movimiento” (CE_1). Otra investigación (Shriver, Chasteen Miller & Cable, 2003) señala que el empoderamiento se manifiesta también en altos niveles de confianza en uno mismo, en el sentimiento de eficacia, en la independencia de los sujetos, en nuevas formas de escepticismo hacia las autoridades, en el cambio de creencias, en tomar control de sus vidas y en sentir mayor conciencia y determinación. El empoderamiento también produce una preocupación general por la justicia social que aumenta la solidaridad.

Junto con la unidad y el apoyo, que son condiciones necesarias pero no suficientes para un empoderamiento de larga duración, lo que se necesita es “un sentimiento de confianza que motiva a los participantes a seguir y aumenta su involucramiento” (Drury & Reicher, 2005, p. 49). En el caso de Mujer Nueva, testimonios como “Ahora me doy cuenta de que tengo mayor facilidad de palabra” (E4) y “Ahora somos más unidas, más concientizadas” (FG1_E1) muestran la confianza que adquirieron estas mujeres gracias a su participación en el movimiento y confirma los resultados de Vestergren, Drury y Hammar (2017), que sugieren que “podrían existir (y probablemente hay) vínculos entre los cambios. Por ejemplo, el empoderamiento podría estar ligado con la confianza en uno mismo, o la adquisición de nuevas habilidades” (2017, p. 209). El empoderamiento también se manifiesta en aprender a no callarse, un elemento muy importante en la sociedad oaxaqueña (y mexicana, en general), donde a las mujeres se les sigue llamando la atención por expresar lo que piensan, comportamiento que, como explica esta mujer, crea frustración y baja autoestima:

Ahora me doy cuenta de que cambié totalmente. Otra cosa que aprendí fue a no callarme, sino a hablar. Así que ahora si tengo algo que decir hablo y antes no, aunque tenía muchas cosas que decir yo me las callaba porque no me atrevía a tomar la palabra. Y sufría por esto, era frustrante, me bajaba la autoestima más de lo que estaba. Para mí era muy difícil. Cuando tienes tantas cosas que decir y hablar y no te atreves es horrible. En cambio, ahora participo muy bien, hablo. Esto para mí fue un cambio total, yo ya me veo con otros ojos, me veo con otra mirada diferente y digo ‘¡sí valgo!’ (E1).

El empoderamiento está también asociado con los cambios en las relaciones con otras personas, y en particular con la familia y la violencia doméstica que ahora ha adquirido nuevos significados: “El colectivo me ayudó a pensar sobre la violencia […] me ayudó a pensar en el tipo de violencia verbal que había vivido en casa con los papás, cómo la familia te va manipulando, cómo los hermanos son más dominantes y yo de todo esto no me había dado cuenta. Y también después te vas volviendo más libre” (E2).

La adquisición de liberad es un cambio que emerge en los testimonios de muchas mujeres, y que podemos asociar con su empoderamiento:

Algo que puedo rescatar de esa experiencia [la insurgencia de 2006] tan difícil, porque vimos morir gente, es el haberme acercado a lo que es la libertad. La libertad como mujer, como parte de un movimiento social, reconocer a los seres humanos independientemente de posiciones sociales dentro de la comunidad. […] En lo personal, en esos momentos me di cuenta de que la libertad es un tesoro muy valioso y como mujeres, por todo lo que nos liga a la familia, a la vida misma, no hemos podido hacer uso de esta libertad. En algunos colectivos como Mujer Nueva, las compañeras están en ese camino de recuperar la libertad como un momento de actuar, como un momento de ser (FG1_E10).

La libertad lograda durante la experiencia de lucha es algo que se atesora dentro del colectivo, el cual se ha creado para no perder la hermandad y la libertad de poder expresarse y ser ellas mismas, lo que les había sido negado en las familias y en las organizaciones de los movimientos sociales donde habían participado anteriormente: “Aquí [en el colectivo] hay más libertad de ideas, me siento más libre. Me siento más yo en donde estoy, proyectándome en lo que quiero hacer para los demás” (E2).

Pasando a los cambios en algunos rasgos personales que han sido identificados como parte del empoderamiento, algunas entrevistadas aseveraron que se volvieron “más humanas” (E2), “más tolerantes, más flexibles y más comprensivas” (E4), pero también, en la dimensión política, “más participativas, más combativas, más solidarias” (CE_2), “más críticas” (E1), “más críticas y más conscientes” (FG2_E7), “más concientizadas” (FG1_E1).

Como muestran Drury y Reicher (2005), la deslegitimación de la Policía y de las autoridades que deriva de la experiencia de participación puede radicalizar a los participantes de la acción colectiva. En el caso de Oaxaca, la brutal represión y el fracaso del movimiento no se han trasformado en una victoria moral, pero tampoco en resignación, habiendo incidido en el desarrollo de nuevos valores que llevaron a las integrantes de Mujer Nueva a crear su colectivo, a través del cual pueden luchar contra la violencia machista de manera autónoma, no creyendo ya en las instituciones, pero tampoco en las organizaciones de los movimientos sociales que se caracterizan por una estructura jerárquica: “Mucho, mucho he cambiado. […] este movimiento me radicalizó un poco porque ahora estoy más de acuerdo con la cuestión popular, cambié un poco mi forma de pensar. Siempre he estado del lado de la gente, pero a lo mejor cambió mi visión de ver el mundo, definitivamente cambió mi visión totalmente” (E1).

En el caso particular de estas mujeres, el cambio ha llevado a una necesidad de autoorganizarse rompiendo la organización patriarcal y vertical de la sección local del sindicato de maestros (sección 22 de la CNTE) y de otras organizaciones de los movimientos sociales, así como de la sociedad en general, incluidas sus familias. Ese cambio las ha llevado a desarrollar una “perspectiva más colectiva” (FG1_E2), y no solo a autoorganizarse entre mujeres, sino a hacerlo de manera horizontal y sin líderes, como muestra el siguiente testimonio: “Esta política que impera en el colectivo quisiéramos que fuera por todos lados. Ya no estamos a favor de que haya un líder. Todas somos capaces de poder proponer, de poder decidir, de poder hacer algo, para qué necesitamos una persona que se vuelva un líder, o que sea un dirigente, no [...], para nosotras todo lo debemos hacer en colectivo y eso tratamos de aplicarlo, en el colectivo y después afuera” (E1).

El análisis de la dimensión emocional de esta experiencia nos ha llevado a determinar que las emociones también pueden ser indicadores del cambio que viven las mujeres, ya que, de manera similar a Pearlman (2013), consideramos que la disipación de ciertas emociones es un resultado de la participación en los movimientos sociales.

En el caso analizado, pudimos observar que hay emociones que se sen­tían antes del cambio que vivieron estas mujeres y que ya no se sienten, como muestra este testimonio: “Después de 2006 salieron todas las capacidades que yo tenía dormidas […] Yo ya no me siento que estoy bajo ese estado de indefensión inducida” (FG2_E6). Otro indicador que refleja el cambio de estas mujeres es la superación de la vergüenza y el miedo que ellas sentían al expresar lo que pensaban o sentían, tanto en contextos privados como públicos. Por ejemplo, una entrevistada nos comentó que durante la insurgencia, como consecuencia de la represión sufrida, cambió su manera de expresar su enojo a la Policía sin preocuparse por las consecuencias, puesto que como muestra el testimonio: “Empezamos a gritar ‘¡Asesinos! ¡Asesinos!’, sin importarnos que nos vieran los vecinos” (CE_3).

Estos cambios en el sentir también se pueden observar años después de la participación en el movimiento, por ejemplo, cuando ellas se enfrentaron a unos vecinos contrarios al movimiento de los maestros que estaban protestando en la ciudad: “Me sentí contenta en lugar de haberme sentido avergonzada a raíz de las firmas en contra de los bloqueos. Después de eso yo ya no me avergoncé, al contrario me sentí satisfecha” (GF2_E1). La satisfacción que siente esta mujer al no sentir vergüenza es otro indicador del empoderamiento.

Es así como el empoderamiento de estas mujeres no solo se tradujo en compromiso, sino en un activismo hecho por y para las mujeres, autoorganizado y horizontal, donde el escucharse, apoyarse, proporcionarse espacios de libertad y caminar juntas están a la base de su proyecto, confirmando que los cambios biográficos influyen en el compromiso futuro y en la participación política, y que el éxito del movimiento no es una condición necesaria para el cambio (Drury & Reicher, 2005; Giugni, 2008; Helander, 2016; Tausch & Becker, 2013). De hecho, la insurgencia de Oaxaca no consiguió deponer al entonces gobernador, Ulises Ruiz, no obstante, eso no impidió que a raíz de su participación en el movimiento las mujeres de Mujer Nueva empezaran una nueva y autónoma experiencia política.

Para concluir este apartado, queremos enfatizar que las metáforas con las que las mujeres describen su cambio son “abrir los ojos” y “despertar”, y el punto de ruptura fue la participación en la insurgencia de 2006, como bien resume el siguiente testimonio: “Yo antes de 2006 no había estado involucrada en ningún movimiento de ningún tipo, y también fue la oportunidad de abrirme a otras ideas, a otras personas, a otras formas de vida y también darme cuenta de que la organización de mujeres es posible y real, y que no tiene que estar ligada a ningún tipo de organización vertical como las organizaciones que consideraba antes de 2006” (FG1_E8).

2. Las emociones que llevan al cambio

En el apartado anterior describimos el cambio vivido por las mujeres de Mujer Nueva, ahora queremos presentar un análisis de las emociones que influyeron en este cambio. Para organizar las emociones, hemos aplicado unas categorías propuestas en la literatura que estudian el papel de las emociones en la protesta, y en particular las emociones del trauma y de la resistencia (Whittier, 2001; Gravante, 2018; Poma & Gravante, 2019), y las emociones que emergen de la relación con otros actores, que hemos resumido en la tabla 1.

Tabla 1




Fuente: elaboración propia.

Tabla 1 (cont.)




Fuente: elaboración propia.

Las emociones del trauma, en este caso, son las emociones que las mujeres sienten durante la insurgencia por la represión policial, la violencia y las amenazas que recibían. Estas emociones, que las mujeres comparten por haber compartido la experiencia de lucha, fortalecen su identidad colectiva, como pasa al compartir las emociones morales (Poma & Gravante, 2016; Jasper, 2018). Estas emociones convierten además la experiencia en un punto de ruptura, pues producen un moral shock (Jasper, 1997) que influye en el “despertar” de las mujeres, como evidencian estas palabras: “En verdad fue muy difícil, ese movimiento [fue] muy doloroso porque uno conoce la realidad y al despertar de esto se queda uno con un mal sabor de boca” (FG1_E9).

La represión produjo dolor, “[fue] una experiencia tan difícil porque vimos morir gente” (FG1_E10), y también miedo y ansiedad o agobio, como muestra este otro testimonio: “Hubo un momento en que estábamos en el canal [de televisión ocupado] y de verdad era estar bajo presión por mucho tiempo. Esos momentos no nos los quita nadie. Esos son los momentos en que estuvimos viviendo y a lo mejor en peligro de morir en cualquier momento, pero juntos” (FG1_E11).

Estas emociones llevan a las mujeres a unirse, solidarizarse y apoyarse, que, como afirman Drury y Reicher (2005), son elementos necesa­rios aunque no suficientes para el empoderamiento, y que permiten sobrellevar la impotencia y la resignación. Pero además estas emociones, siendo generadas por la represión policíaca, influyen en la deslegitimación del sistema (Piven & Cloward, 1977) y en la legitimación de la oposición a la Policía y las autoridades, que se puede traducir en radicalización, ya que, como señalan Drury y Reicher: “Siendo tratados como radicales, ellos [los que protestan] llegan a verse a sí mismos como radicales. Además, la emergencia de esta percepción común y radical [self-categorization] dentro del grupo conduce a sentimientos de consenso y a la expectativa de apoyo mutuo que empodera a los miembros del grupo a expresar su radicalismo y enfrentarse a la Policía” (2009, p. 713).

Junto a las emociones del trauma, las emociones de la resistencia (e. g., orgullo, satisfacción, dignidad, entusiasmo, júbilo, felicidad) son las que se sienten por luchar juntos y permiten comprender afirmaciones como “fue una experiencia muy difícil, muy dolorosa, pero también muy bonita” (FG1_E1). Ver otras mujeres resistir, solidarizarse, apoyarse, así como el orgullo y la satisfacción de las pequeñas victorias, alimenta lo que Jasper (1997, 2011, 2018) definió como el placer de la protesta y proporciona energía emocional (Collins, 1990, 2001; Jasper, 2011, 2018) para seguir luchando.

Los recuentos de los días de la insurgencia muestran el entusiasmo al ver a la Policía desafiada y la satisfacción por la participación de las mujeres: “Para mí un momento muy emotivo fue ver, primero, una tanqueta tirada que estaba ardiendo, otro el ver muchas mujeres que venían de un pueblo que se llama San Antonino, ver a las señoras con su mandil y bolsas de mandado que llenaban de piedras y ellas les pasaban las piedras a los jóvenes para que ellos siguieran luchando” (CE_2).

Este testimonio evidencia, por un lado, que las “relaciones con la Policía son tan importantes que una victoria sobre ellos se vive como un gran logro aun cuando los objetivos de la protesta se ve que están fracasando” (Drury, et al., 2005, p. 316); y, por el otro, la importancia de la participación de las mujeres, su revalorización y autoestima por ser mujeres que luchan, ya que como ellas señalan: “Yo allí me di cuenta de la capacidad que tienen las mujeres, que tenemos las mujeres” (CE_1). Las emociones que sintieron por luchar juntas y ver participar a otras mujeres produjo una revalorización de la mujer como sujeto político, que llevó a la decisión de crear un colectivo que luchara contra el machismo y la violencia contra las mujeres, porque, como dijo una entrevistada: “Después de 2006 entendí […] que no puedes pensar en la lucha social sin pensar en la lucha de las mujeres” (FG1_E4).

Otras emociones que influyeron en la ruptura generada en 2006 fueron las emociones hacia diferentes actores, desde las autoridades hasta los miembros de otras organizaciones, las mujeres y los jóvenes que participaron en la insurgencia. Si, por un lado, como ellas mani­fiestan: “Nosotras ya teníamos una desconfianza hacia el gobierno, la clase empresarial” (CE_2), eso no se daba hacia otras organizaciones de los movimientos sociales, con las que intentaron colaborar, pero sin éxito, y esto generó decepción y llevó a las mujeres a crear su colectivo autónomo:

Tratamos de organizarnos con las organizaciones no gubernamentales sobre los derechos humanos, con el magisterio, con otras organizaciones de mujeres y nos conformamos en una Coordinadora de Mujeres Oaxaqueñas, la como. La experiencia fue muy mala […] Porque cada quien lucha para su organización y no veían a la gente del pueblo. […] Se celebró una asamblea estatal de mujeres y fue el truene de la Coordinadora. Porque nos dimos cuenta de que en realidad ellas no estaban luchando para todas, sino que solamente para intereses personales. Y decimos: “Hasta aquí llegamos” y nada más (CE_1).

Además de la desconfianza hacia el gobierno y la clase empresarial, aunada a la decepción con otras organizaciones de movimientos socia­les (OMS), la confianza con otras mujeres fue central en la decisión de con quién colaborar y con quién no: “Escuchábamos a la maestra Carmen y nos emocionaba mucho su manera de hablar. […] Lo decía una mujer y sabíamos que una mujer no nos iba a engañar” (CE_3).

La confianza, el aprecio y la hermandad con las mujeres que ocuparon el Canal 9 estuvieron a la base del cambio vivido y continúa como base del Colectivo Mujer Nueva, como confirma este testimonio: “Un colectivo de mujeres que se acompañan, que están unidas por relaciones de aprecio, de amistad, de compañerismo, que es el bien más apreciado. Y a partir de esto se generan muchas cosas buenas, no a partir de otros fines políticos, y eso es maravilloso” (FG1_E8).

Estas emociones sentidas hacia las mujeres con quienes colaboran o que sufren violencia han influido en cambiar sus ideas y generar solidaridad y apoyo anteriormente ausentes, como destacan las palabras de esta mujer:

Empezó otra relación con muchas mujeres. Otra relación con mujeres del movimiento que sigue hasta hoy. Por ejemplo, se dio el caso de una señora que mató a su esposo en defensa propia, y a lo mejor si esto hubiera pasado antes del movimiento seguramente se habría dicho “Ella se lo buscó” o cosas de este tipo. Sin embargo, después decimos: “Pues no, es que la debemos ayudar, fue en defensa propia”. Y las mujeres nos unimos y fuimos a protestar a la cárcel, presionando y al final ella salió libre (CE_2).

3. Las emociones que genera el empoderamiento

Si como vimos en el apartado anterior, las emociones que acompañan la experiencia de lucha tienen efectos empoderantes, el hecho de vivir el cambio y sentirse empoderadas genera otras emociones, resumidas en la tabla 2, que a su vez tienen efectos en la acción colectiva que surge sucesivamente. Dentro de la categoría de emociones generadas por el empoderamiento, que podemos definir bajo la etiqueta de ‘feelings of empowerment’ (sentimientos de empoderamiento) (Drury & Reicher, 2009; Gould, 2009), hemos identificado diferentes emociones que tienen distintos impactos.

Apoyándonos en la categorización de emociones propuesta por Jasper (1998, 2011, 2018), hemos querido destacar el papel de algunas emociones morales y recíprocas (Jasper, 1997, 2018), que, como veremos, se fortalecen y legitiman en el nuevo proyecto Mujer Nueva, y alimentan la identidad colectiva y los valores de las mujeres. Junto con estas, también mostraremos de qué forma emergen algunos estados de ánimo y algunas ‘emociones positivas’ como resultado del empoderamiento.

Tabla 2
Sentimientos de empoderamiento

Sentimientos de empoderamiento


Fuente: elaboración propia.

Tabla 2 (cont.)
Sentimientos de empoderamiento

Sentimientos de empoderamiento


Fuente: elaboración propia.

Empezamos por las emociones morales, que se basan en “intuiciones morales o principios” (Jasper, 2011, 2018). Como describimos en el primer apartado, las mujeres afirman ser más solidarias. La solidaridad hacia otras mujeres o personas que luchan, que se genera a raíz de su cambio, es una consecuencia del empoderamiento y a su vez alimenta el compromiso como Mujer Nueva. El orgullo de ser Mujer Nueva, como manifiesta una entrevistada, nace del estar “en una lucha constante de preparación política” (E2) y se alimenta de los logros del grupo, dado que, como indica otra entrevistada: “El colectivo tiene cierta presencia en el movimiento, nos reconocen, nos llaman, saben que somos un colectivo muy firme, muy coherente, y que no negociamos con nadie y siempre estamos del lado del pueblo. Y nos lo reconocen y cuando nos invitan a hablar me siento bien” (E1).

Las emociones morales también están relacionadas con lo que se considera justo o no. Después de 2006, una compañera murió de cáncer, y este evento fue reelaborado por las mujeres como una injusticia, como muestra el testimonio a continuación:

Tuvimos una experiencia muy fuerte con una de las compañeras que participó en la toma [del canal de televisión] y fue integrante del colectivo. Ella murió de cáncer, y ella siempre decía que moría de cáncer por ser pobre, por no tener el dinero para poder curarse. Y el hecho de que ella misma te lo diga en los últimos días antes de la muerte es algo muy fuerte, y que te queda grabado en la mente.

Es cierto, el cáncer como otras enfermedades deviene de una condición social. A lo mejor si ella hubiera vivido en mejores condiciones, […] con otra calidad de vida hubiera podido ser asistida por otros médicos y no por el seguro popular. Pero no pudo. Esa es la ingrata pobreza en que estamos metidas aquí, metidas en este sistema en que estamos viviendo pues hace que uno se rebele. En 2006 salió también esa rebeldía natural incluso de las mujeres (CE_1).

El hecho de que la muerte de la compañera fuera reelaborada como una injusticia social es una consecuencia de la participación en la insurgencia y muestra cómo el empoderamiento permite que el dolor no se transforme en resignación, sino que alimente la identidad colectiva, que a su vez tiene efectos en el compromiso y la perseverancia (Tausch & Becker, 2013), ya que, como dijo la misma mujer: “Los ricos van a estar allí, ahora tienen el poder y van siempre explotando y fregando al pobre. Nosotros somos la gente de abajo y como tal seguiremos” (CE_1). Este testimonio es una ulterior confirmación del proceso colectivo de self-objectification (Drury & Reicher, 2005), que conduce a la formación de una identificación colectiva de un ‘nosotros, los de abajo’ contra un ‘ellos, los de arriba’, y de la relación dinámica y recíproca entre emociones, identidad y acción.

La autoidentificación en ‘los de abajo’ genera orgullo por sentirse parte de un sujeto colectivo, así como también genera orgullo el impacto que el empoderamiento de estas mujeres ha tenido en sus vidas privadas. Como expresó una mujer al contarnos cómo su hijo se defendió en su puesto de trabajo haciendo respetar sus derechos: “[Mujer Nueva] ha servido muchísimo para la vida personal. Yo he tratado de inculcar [los valores] a la familia con mis hijos […] Yo creo que en otro momento mi hijo no lo hubiera hecho, yo me sentí orgullosa cuando me lo contó: ‘¡Este es mi hijo! Qué bueno’. Y así han pasado muchas cosas” (FG1_E4).

Junto con las emociones morales, las emociones recíprocas (Jasper, 1997) entre los miembros del grupo también se han fortalecido y permiten que el grupo siga adelante y activo. Como nos contó una entrevistada al preguntarle cómo sería su vida sin el grupo: “Somos unidas, somos solidarias entre nosotras, cuando hay un problema nos apoyamos, y esto lo echaría de menos” (E2). Estos vínculos afectivos, que Jasper (2018) define compromisos afectivos, explican la unión de las mujeres del grupo que ha ido creciendo con los años, como se puede observar en las palabras de una de las entrevistadas: “Sentimos que ya no nos podemos abandonar la una con la otra. Ya no nos podemos desapartar la una con la otra” (CE_3).

Las emociones recíprocas hacen que las mujeres estén bien en el colectivo, que es otro cambio que señalan también Vestergren, Drury y Hammar (2017), y que así se resume en las palabras de una entrevistada: “Esto [el colectivo] como mujer es la vida. Sobre todo ahora que estoy jubilada, el colectivo me hace superar más, y me hace sentir yo, me hace sentir útil y me siento mejor” (E4).

Como explica Drury y sus colaboradores, hay “correlaciones significativas entre emociones positivas, identidad colectiva [collective objectification] y unión” (2005, p. 319). En particular, los autores identifican algunas emociones que emergen de eventos que empoderan, como la confianza, el orgullo, el entusiasmo, la alegría, el sentirse bien, estar eufórico y el apoyo. En el caso de Mujer Nueva, pudimos observar que el empoderamiento generó, además del orgullo ya mencionado: felicidad, gratitud, entusiasmo, pasión y plenitud. Como afirmaron las entrevistadas: “El colectivo llena mi vida” (E1), “[El colectivo] es la vida” (E4), “En el colectivo yo me siento muy feliz, muy bien” (FG_E4), y eso hace que el entusiasmo y la pasión guíen su trabajo: “Tratamos de ser innovadoras, es como cuando eres joven y estás empezando tu carrera y quieres conocer de todo, igual, estamos en la misma situación. Pero con más experiencia y con más probabilidad de no equivocarnos, con más gusto, con más amor” (E4).

Como señalan Shriver, Chasteen Miller y Cable (2003), el empoderamiento se manifiesta en una mayor conciencia, independencia, determinación y también en la solidaridad y un interés en la justicia social. En lo que a Mujer Nueva concierne, estos sentimientos se traducen en el trabajo cotidiano de estas mujeres que, como ellas mismas dicen, es dirigido “no solo para las mujeres, sino para los niños, para la sociedad en general, para todos quienes sufren una opresión” (E2).

El hecho de que estas mujeres ya se sientan empoderadas, porque, como manifiesta una de ellas: “Juntas, unidas, organizadas, podemos hacer mucho para las mismas mujeres” (CE_1), no significa que a veces no sientan otras emociones, como impotencia, frustración o desesperanza. Es más, el trabajo que ellas hacen las enfrenta con situaciones que generan estas emociones, como se puede leer en este testimonio: “Mucha gente que participó en 2006 dejamos [sic] de estar en ese estado de indefensión inducida, pero la mayoría no, y eso genera impotencia, y te preguntas ¿por qué no [reaccionan]?” (FG2_E6). La impotencia también emergió durante el segundo focus group cuando avisaron a las mujeres que en aquel momento estaban reprimiendo a los maestros en el Estado de Guerrero, y como nos dijo una participante: “[Siento] mucha impotencia, uno imagina como está allí la cosa, la situación con los compañeros de Guerrero” (FG2_E2). Estas emociones no es que desaparezcan, pero no generan resignación, gracias a todos los ‘sentimientos de empoderamiento’ y a la experiencia de lucha que permitió aprender a superar las emociones como el desánimo, el descontento, el miedo o la decepción, que Drury et al. (2005) asocian con los eventos que influyen negativamente en el empoderamiento.

Conclusiones

Este artículo analiza el cambio que un grupo de mujeres mexicanas ha experimentado a raíz de la participación en un movimiento social como fue la insurgencia de Oaxaca en 2006. Dicho cambio, que abarca la dimensión personal y colectiva, se refleja en la formación del Colectivo Mujer Nueva, que nace “para que este movimiento no quede así nada más en el olvido” (CE_2) y para no perder la hermandad que crearon estas mujeres. Pero, además, el colectivo ha sido también la clave de que este empoderamiento pudiera prolongarse en el tiempo y fortalecerse.

El artículo contribuye no solo al conocimiento del proceso de empoderamiento de larga duración como consecuencia biográfica de la participación en un movimiento social, sino también a la comprensión de la dimensión emocional en este proceso, aspecto desatendido en el estudio de las consecuencias de los movimientos sociales.

El análisis de la experiencia de estas mujeres permite observar que las emociones pueden ser: 1) indicadores del cambio, 2) promotores del cambio y 3) resultados del cambio.

Estos resultados han sido posibles gracias al seguimiento del colectivo durante varios años, y a la aplicación de los avances de literaturas diferentes (una sociológica y otra psicológica) que nos proporcionaron pistas para poder comprender el proceso de empoderamiento de las integrantes de Mujer Nueva. La sistematización resumida en las tablas 1 y 2 muestra no solo la utilidad de organizar las diferentes emociones que emergen en el trabajo de campo en categorías que otros autores han desarrollado, sino la necesidad de definir con la mayor precisión posible en qué circunstancia los sujetos sienten estas emociones y los efectos de estas, para superar los límites que genera la objetivación de las emociones, es decir, la reducción de las emociones en una categoría única que las hace difícil de analizar.

La perspectiva socioconstructivista que caracteriza este trabajo supera este límite poniendo el sujeto que siente al centro del análisis, considerando la emoción no como objeto de estudio en sí, sino como factor explicativo para comprender la experiencia social y colectiva. De esta manera pudimos evidenciar cómo ciertas emociones han jugado un rol central en el proceso de empoderamiento de las integrantes de Mujer Nueva.

El artículo muestra también que para comprender el empoderamiento es necesario no solo analizar las emociones positivas o de logro en las que se concentra la mayoría de la literatura, sino las demás emociones que hasta podrían desmovilizar o desmoralizar, pero que, cuando son manejadas colectivamente, pueden también generar empoderamiento.

Nuestra aportación, que pretende enfatizar la importancia de analizar distintas tipologías de emociones y sus efectos, busca ser un llamado a desarrollar más investigaciones empíricas que puedan aclarar la relación entre emociones y cambio social, desde distintas disciplinas y perspectivas analíticas, y también en diferentes culturas. Esto con el ánimo de avanzar en la comprensión de los procesos socioculturales de cambios y empoderamiento que viven las personas a raíz de su participación en la acción colectiva, asentándose en la idea de Drury y Reicher de que “el cambio social no es externo, sino que involucra procesos de empoderamiento psicológico que existen al menos en potencia allí donde hay un poder ilegítimo” (2005, p. 55).

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Notas

1 Consideramos poder emplear como sinónimos del concepto de outcomes de los movimientos sociales las palabras consecuencias, resultados e impactos.

2 Según el informe de ONU Mujeres, en los últimos 32 años hubo en el país un total de 52 210 muertes de mujeres por homicidio. Una tercera parte de esos casos (15 535) ocurrió en los últimos seis años, es decir, en México se cometen al día 7,5 feminicidios.

Notas de autor

* Investigadora asociada C de T. C. del Instituto de Investigaciones Sociales de la Universidad Nacional Autónoma México (UNAM) (Ciudad de México, México). Correo electrónico: alicepoma@gmail.com. ORCID: https://orcid.org/0000-0001-8755-6893

* Becario posdoctoral del CEIICH-UNAM y miembro del Laboratorio de Análisis de Organizaciones y Movimientos Sociales (LAOMS) en el mismo centro. Correo electrónico: t.gravante@gmail.com. ORCID: https://orcid.org/0000-0003-1168-931X

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