Desafíos
ISSN:0124-4035 | eISSN:2145-5112

Two Cheers for Anarchism: Six Easy Pieces on Autonomy, Dignity, and Meaningful Work and Play. James C. Scott Princeton, N.J.: Princeton University Press 2012, 169 p.

Daniela Ferro Astaiza

Two Cheers for Anarchism: Six Easy Pieces on Autonomy, Dignity, and Meaningful Work and Play. James C. Scott Princeton, N.J.: Princeton University Press 2012, 169 p.

Desafíos, vol. 27, no. 1, 2015

Universidad del Rosario

Daniela Ferro Astaiza *

Universidad del Rosario, Colombia




Dos hurras para el anarquismo es un libro ameno que por medio de un lenguaje sencillo plantea una perspectiva interesante sobre el anarquismo. James C. Scott, destacado profesor de la Universidad de Yale en los departamentos de Ciencia política y Antropología, explica las potencialidades del punto de vista anarquista para entender las dinámicas sociales y hacer críticas certeras a los procesos actuales. Scott analiza procesos sociales y políticos contemporáneos, a la luz de algunos de los principales postulados del anarquismo para evidenciar el carácter favorable de esta tendencia política. En lugar de recurrir a la teoría, el autor se vale de diferentes ejemplos, situaciones prácticas y visibles para explicar sus argumentos. Así, a partir de fragmentos y de pequeñas piezas con muchas anécdotas muestra diferentes ángulos del caleidoscopio anarquista.

El libro presenta varias secuencias de imágenes, procesos y episodios de lo que significa la perspectiva anarquista: las fortalezas de la cooperación sin jerarquías en las actividades cotidianas. Así, el libro se plantea como una invitación al cambio social y la transformación dinámica, al presentar alternativas a las estructuras rígidas, pesadas y agobiantes en las que se vive en la actualidad. Sin embargo, es necesario mencionar que esta invitación no advierte sobre sus limitaciones, puesto que el tipo de procesos que elogia están presentes y también tienen muchos problemas.

La visión anarquista permite a Scott analizar la complejidad de un hecho social en sus diferentes aspectos, esto con el objetivo de comprender la diversidad de elementos que pueden intervenir en un cambio político. La perspectiva anarquista permite observar más allá de las instituciones y las organizaciones políticas constituidas, lo que permite evidenciar que las acciones políticas sobrepasan esos espacios y que los cambios en realidad son un producto de lo que pasa fuera de ellas. El anarquismo logra enfocar la perspectiva sobre la praxis política, de modo que la búsqueda por el cambio y la libertad no degeneren en situaciones de dominio y control absolutos. En ese sentido, el autor hace énfasis en la importancia de la discusión y el debate político, en donde se otorgue un espacio al conflicto de manera que se puedan construir formas alternativas de vida.

Es importante referirse a la particularidad de la perspectiva de Scott. Él, a diferencia de muchos anarquistas, no considera que el Estado deba ser destruido puesto que este ha permitido el alcance de situaciones de favorabilidad para vivir, al mismo tiempo que ha logrado que se dinamicen los cambios frente a situaciones de explotación e injusticia. Sin embargo, señala que estos cambios no pueden ser auspiciados solo por el Estado, estos procesos son impulsados por fuera de la institucionalidad, pues son las movilizaciones de diversos actores y grupos sociales las que estimulan la creación de condiciones de posibilidad para la libertad humana.

Así como Scott no se considera enemigo del Estado, tampoco está de acuerdo con las perspectivas del libertarismo en donde se aceptan las inequidades con tal de que se respeten las libertades individuales. Para Scott no es posible la consecución de formas de vida más libres, si las diferencias sociales y económicas tan abismales que existen hoy en día se mantienen, por ello considera necesario que el anarquismo cuestione la legitimación de esas diferencias.

Desde el principio, Scott deja claro hasta dónde va su visión anarquista, pues de entrada no plantea ninguna utopía política que se pueda alcanzar con cierto tipo de activismo, así como tampoco establece que se pueda dar un cambio social intempestivo y radical. De acuerdo con el autor, el anarquismo ya se encuentra impreso en los procesos sociales, políticos y culturales contemporáneos, de manera que lo importante es aprender de ese tipo de dinámicas. Por ello no se plantea la necesidad de la destrucción del Estado, ni de otras instituciones, sino la urgencia de comprender que la construcción y existencia de estas instituciones está relacionada con procesos contingentes y particulares.

Scott señala que la fuerza para el desarrollo de los cambios políticos proviene de ejercicios colectivos no organizados. Las instituciones modernas por sí mismas no logran satisfacer los requerimientos de cambio, pues estos procesos de transformación son posibles gracias a dinámicas exteriores a ellas y que no se pueden llamar propiamente organizaciones alternas, ya que son dinámicas difíciles de asir dentro de una plataforma plenamente constituida. A pesar de su dispersión y poca claridad, para Scott este tipo de dinámicas tiene un peso importante para entender los procesos políticos que muchas veces no se tiene en cuenta; por ello invita a observar desde la perspectiva anarquista estos procesos de modo que se pueda comprender la estructura de esa aparente desorganización. Así, Scott le otorga una gran importancia a estas dinámicas, pues aunque no son el todo, evidencia que desempeñan un papel fundamental en los procesos de cambio político.

Scott cuestiona la relevancia de las instituciones jerárquicas, su hegemonía en nuestra cotidianidad y su importancia en la organización de la vida. Esto lo lleva a preguntarse por el olvido de las formas de autoorganización comunitaria en las que los miembros se autorregulan para realizar las tareas diarias. De acuerdo con el autor, estas prácticas aún funcionan en estos días, por lo que se les debería más atención y observarlas. Con esto no se pretende abogar por un retroceso a tiempos de cazadores y recolectores, sino explicar cómo todavía se mantienen estas prácticas y qué funcionalidad tienen.

En primer lugar, el autor muestra el peso de las dinámicas no institucionales dentro de la vida política, son dinámicas que desafían lo establecido y por lo tanto se desarrollan de diferentes maneras. Desde la perspectiva anarquista, hacer contraposición significa reconstruir lo cimentado sin ponerse en riesgo, es decir, utilizar como praxis política mecanismos de protesta que no impliquen una exposición frontal, como lo son el boicot o la revuelta, que es justamente la praxis política que han realizado muchos de los subalternos. 1 Scott argumenta que es necesario entender cómo este tipo de pequeñas acciones adquieren una gran importancia en los procesos políticos, pues se trata de acciones a pequeña escala, con propósitos específicos que, amplificados, pueden causar gran impacto. Es una forma de acción no frontal de desobediencia y resistencia con objetivos muy específicos, que generan conmoción y a la vez silencio: tanto los actores no quieren ser visibilizados, así como tampoco las autoridades quieren que se conozcan estos hechos. ¿Cómo lograr entender y explicar esta praxis política que no logra contenerse en ninguna organización, pero que ha tenido mucho peso en procesos de resistencia y cambio político?

De esta forma, Scott hace una crítica frontal a las instituciones democráticas que funcionan actualmente en muchas partes del mundo, al afirmar que los procedimientos de estas instituciones no garantizan que se realicen cambios políticos. Por el contrario, los procesos políticos de resistencia y desobediencia de la ley en los que no se puede encontrar una organización coherente ni estructurada son los promotores de estos cambios. Por ello, el autor es enfático en señalar la necesidad de entender el papel que tienen estas acciones colectivas, las cuales, en lugar de tener un esquema preciso, implican una organización tácita a la hora de evaluar las estructuras de poder. Scott está sumamente preocupado por darle una posición privilegiada a estas acciones políticas silenciosas por ser las promotoras de importantes cambios políticos.

Igualmente, Scott demuestra cómo estas maneras no estructuradas de actuar funcionan en diferentes espacios de la vida diaria, mientras que los esquemas de organización jerárquicos y oficiales implican muchos problemas. Al autor no le interesa negar las fortalezas ni las posibilidades de las organizaciones esquemáticas y sistematizadas que han permitido el progreso en la vida moderna, sino que evidencia la importancia de los esquemas de organización vernáculos y no centralizados. Los procesos organizativos, que están pensados desde la variedad, que son multipropósito y que desbordan la estandarización, tienen estas características que desde hace mucho tiempo han funcionado en las tareas diarias. El problema surge cuando se le quitan posibilidades a la multiplicidad y se busca un propósito único por medio de reglas estándares y no modificables. Cuando esto ocurre, se cierran las puertas al cambio y al ingenio. Scott relata las posibilidades que se abren cuando esquemas abiertos y variados se ponen en marcha, por ejemplo al crear un espacio de juego en el que los niños definan hasta dónde quieren ir y qué quieren hacer (pp. 87, 88); o el monumento conmemorativo a los veteranos de Vietnam que permite diferentes reflexiones sobre lo sucedido y no reducirlas a una sola interpretación (p. 61).

En este sentido, Scott es enfático al detallar los límites que modelos de eficacia económica y productiva le imponen al desarrollo de las cualidades humanas. Estos no permiten la adquisición de nuevas capacidades, ni amplían los incentivos para el desarrollo de una actividad, ni estimulan la creatividad. Al estar guiados por objetivos tan definidos de antemano no permiten que el cumplidor de esas tareas enriquezca sus posibilidades ni esté motivado. Scott hace énfasis en que no es posible que se piense en ciudadanos participativos de la vida pública y democrática, si las instituciones en las que están inmersos los constriñen: ¿cómo enfatizar en una cultura política democrática si las personas no saben cómo interactuar en ella?

Otro de los aspectos del anarquismo es el valor que tiene y ha tenido una clase en particular muy poco comprendida, la pequeña burguesía. Para Scott esta clase es en la que más se puede observar la praxis de los valores buscados por los anarquistas, la autonomía y la libertad.

Scott elogia la labor que esta ha realizado al encontrarse en un punto intermedio entre el gran capital y los desposeídos, lo cual le permite un gran margen de acción que va más allá de la mera ganancia y la productividad. Él la conceptualiza como una clase amplia y en su mayoría pobre, pues en ella no solo incluye al empresario de una microempresa, sino también a todas las personas que gestionan sus ingresos y por lo tanto tienen un rango de acción e independencia más amplio que un trabajador; es la clase que más puede mantenerse alejada del control estatal. Por otra parte, Scott dista de entender a la propiedad como algo buscado únicamente por los capitalistas, pues afirma que es una aspiración de los trabajadores y pequeños campesinos, quienes además aspirar a una de seguridad económica, también poseen la aspiración cultural de alcanzar los beneficios ciudadanos que vienen con ella. Entonces, en la pequeña burguesía se observan los anhelos de muchos procesos revolucionarios acontecidos en el siglo XX, así como también es allí donde se materializan las aspiraciones de estatus, familia, raíces y autonomía.

Scott termina su libro refiriéndose a la pérdida del debate político en la toma de decisiones de los gobernantes, de aquellos modelos de medición cuantitativa que intentan calificar de manera objetiva varios aspectos de la vida y así tomar determinaciones. La pretensión de obtener esquemas que consideran que el anhelo democrático de alcanzar la igualdad de oportunidades por medio de modelos científicos y racionales de medición deja de lado muchos aspectos que también intervienen y no son cuantificables. El anhelo de uniformidad mediante la objetivización termina borrando las diferentes circunstancias que intervienen en esas decisiones y, por más técnico que pretenda ser, termina como una decisión política que no es debatible. Por lo tanto, es necesario plantearse la participación como un elemento esencial de los procesos de decisión, en donde, además de la lógica del costo-beneficio, se tengan en cuenta aquellos elementos extras que influyen en el funcionamiento de las instituciones.

Two Cheers for the anarquism logra su objetivo al ampliar la mirada a esas otras lógicas, desorganizadas y divergentes, que intervienen en los procesos políticos, sin embargo, se queda con una posición muy positiva de estos esquemas, no problematiza hasta dónde llegan sus límites. Es cierto que pensar la variedad permite tener en cuenta otro tipo de dinámicas, como entender la importancia que tiene el movimiento de víctimas para ampliar el espectro de lo que debería ser la reparación en Colombia. Pero la constitución de dinámicas de este tipo no significa que sean favorables en sí mismas, es decir, no es posible generalizar, ya que en contextos tan precisos como el tráfico de la ciudad de Bogotá, estas dinámicas están presentes causando un caos insoportable y peligroso. Entonces, como lo dice Scott, hay que pensar sobre las particularidades para entender la contingencia de los procesos sociales y culturales para no caer de nuevo en esquemas unívocos de comprensión.

Notes

1 Subalterno en términos de Gramsci: grupos o clases sociales que están excluidos de la toma de decisiones políticas del poder constituido.

Author notes

* Politóloga, Universidad Nacional de Colombia. Joven investigadora, Universidad del Rosario. Correo electrónico: daniela.naninan@gmail.com

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